Hija de hacendado michoacano, Amalia Solórzano Bravo tuvo una formación dogmática tradicional orientada a hacerla otra señora de bien, como era costumbre en su tiempo y en su espacio.
Pero a sus 16 años se atravesó en su destino el carismático general Lázaro Cárdenas del Río cuando iba tras la gubernatura de Michoacán. Flechazo mutuo a la primera vista.
“Desde que nos vimos, yo desde el balcón y él que saludó como cualquier persona que saluda desde abajo, desde la plaza, a una persona que está en un balcón, desde ese momento fue mutua la simpatía”, relata en sus memorias la evocativa Amalia.
Fue también la conmoción en la tradicionalista familia Solórzano Bravo. "¡El diablo en la casa!", han de haber pensado los padres de la guapa joven ante el cortejo, por el conocido distanciamiento del ya gobernador Cárdenas de la religión imperante.
Pero la decisión de la jovencita fue más fuerte que la oposición de sus padres. Ella y el general debieron esperar el fin de su gestión gubernamental para casarse formalmente sólo por la vía civil e iniciar un camino que puso a los dos en la Historia de México: él marcando una etapa inolvidable e irrepetida del país, ella a su lado dándole aliento y fuerzas para emprender las causas de mayor valor en las clases más necesitadas de México.
Esposa siempre discreta, la llamada cariñosamente "Chula" por el conocido como Esfinge por su adustez, ni siquiera acudió a su toma de posesión como Presidente de la República, pero estuvo en primera línea cuando en 1937 llegó a Veracruz un numeroso grupo de niños hijos de republicanos españoles que sufrieron el salvajismo de la Falange franquista aliada a las hordas nazis de Hitler. Fue el corazón de México que se abrió entonces para lo más valioso de un pueblo perseguido. Se les conoció como Los Niños de Morelia, porque ahí, en la tierra de los Cárdenas Solórzano, doña Amalia y El General les dieron abrigo, calor y cariño, y siempre estuvieron pendientes de ellos. Y ellos, los Niños de Morelia jamás los olvidaron. Nobleza obliga.
También en primera línea estuvo la joven Primera Dama, organizando a otras esposas de funcionarios en una colecta masiva de fondos para pagar deuda externa, cuando su esposo enfrentó a las potencias extranjeras al decidir la Expropiación Petrolera que hoy, los eternos enemigos del General han revertido para agradar a esas mismas potencias.
"¡Cómo fue de hermosa la respuesta!”, relata en su autobiografía doña Amalia respecto a ese momento cargado de simbolismo, en que la participación femenina le dio mayor relevancia a un evento histórico. Desde entonces, La Chula siempre estuvo al lado de El General en todas las luchas sociales que tomaron como propias, ya fuera en la agresión de Estados Unidos a Cuba, como en el movimiento estudiantil del 68. Siempre activos, siempre junto al pueblo.
Como sus hechos demostraron y los historiadores han comprobado, fue la mujer precisa para el general Lázaro Cárdenas del Río. No pudo haber sido otra.
Muerto El General en 1970, doña Amalia siguió manteniendo viva su imagen, como lámpara votiva, en el pueblo de México.
Hoy, esa lámpara se apagó. La Chula se reunió otra vez con El General.
Nota tomada de www.blogotitlan.com
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