Tom de Castella
BBC
Tom de Castella
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Las cenizas volcánicas continúa atando los vuelos a tierra firme en la mayor parte de Europa, pero hace 227 años una erupción aún más devastadora terminó con una quinta parte de la población de Islandia y con decenas de miles de personas en Europa.
En junio de 1783, el joven país de Islandia, que había permanecido habitado durante tan sólo 750 años, contaba con una población de 50.000 personas.
Más de 10.000 personas morirían en Islandia en los años siguientes, como resultado de lo que comenzó aquel domingo.
La erupción de Laki constituye todavía la peor catástrofe en la relativamente corta historia del país.
Laki es un sistema volcánico que se encuentra en la misma parte del sureste del país donde tuvo lugar la erupción de esta semana. Pero hasta aquí llegan las similitudes.
En 1783 la erupción mostró una fuerza tal que produjo una gran fisura en forma de cráteres en continúa ebullición.
En los siguientes ocho meses los cráteres de Laki lanzaron lava a borbotones en los alrededores y eructaron más gases tóxicos que ninguna otra erupción en los últimos 150 años.
Los efectos se hicieron notar en todo el hemisferio norte.
Fue la segunda mayor erupción en los últimos 1000 años, solamente por detrás de la del Monte Tambora en Indonesia, según afirmó Stephen Self, profesor de Volcanología de la Universidad Abierta de Reino Unido (Open University).
La gente murió no por la erupción, sino de hambre. Los animales y los cultivos murieron y afectó a todo el país
Gunnar Gudmundsson, geofísico de la Oficina Metereólogica de Islandia
La producción de sulfuro de Laki fue tal que a su lado la erupción del Pinatubo en las Filipinas, que es famosa por haber parado el calentamiento global durante varios años, parece pequeña.
La explosión filipina produjo 17 mega toneladas de dióxido de sulfuro, la misma cantidad que Laki soltó en tan sólo tres días en su momento más álgido, según dijo Self.
El experto estima que el poder de Laki fue 100 veces mayor que la erupción actual.
La nube de cenizas se extendió por Noruega, Alemania, Francia y Gran Bretaña, causando alarma cuando los granjeros empezaron a morir como moscas.
La gente no tenía ni idea sobre la procedencia de la nube, como tampoco sabía que el dióxido de sulfuro se mezclaba con el vapor de agua en los pulmones asfixiando así a las víctimas.
Según datos de la época, se estiman que murieron más de 20.000 personas sólo en Gran Bretaña durante el verano de 1783.
La niebla de la erupción no se dispersó hasta el otoño. Pero esto no hizo sino empeorar la situación, dando paso al invierno más severo de los últimos 250 años. La causa fue la acumulación del calor al absorber dióxido de sulfuro en la estratósfera.
Ningún otro sitio sufrió más que Islandia. No fue la erupción la que resultó mortal, sino sus consecuencias medioambientales, explica Gunnar Gudmundsson, un geofísico de la Oficina Metereólogica de Islandia.
"La gente murió no por la erupción, sino de hambre. Los animales y los cultivos murieron y afectó a todo el país", explica.
Los gases tóxicos envenenaron las plantas y la vegetación, que a su vez mató al ganado.
Se cree que 8 de cada 10 ovejas murieron, mientras que la mitad de las reses y los caballos perecieron.
El extremo invierno que siguió supuso la muerte de una quinta parte de la población, según estimaciones históricas.
Es un período de tragedia que se grabó en la psicología islandesa, según explica Gudmundsson. De hecho esto se ha convertido en el criterio que actúa como vara medidora de los tiempos duros de la historia del país.
"Tenemos una expresión para definirlo: la dureza de la nube de humo", explica.
Cuando los políticos lo comparan con las penurias de la reciente crisis económica, los ciudadanos se escandalizan. Por supuesto, no hay comparación.
En la actualidad, el 20 al 25% de la población se encuentra en una deuda inmensa.
Pero en 1783 la misma proporción de la población sucumbió a un destino fatal, y murieron, señala.
En las escuelas de hoy en día, los niños islandeses estudian sobre el volcán Kali.
Las frecuentes erupciones volcánicas en el país hacen que el estudio de la geología y de la lava forme parte de las materias obligatorias del currículo escolar.
www.bbc.co.ukEl Papa Benedicto XVI se vio envuelto en nuevas revelaciones sobre los escándalos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica.
Ahora, la agencia de noticias Associated Press (AP) asegura tener una carta firmada por Joseph Ratzinger en 1985 (cuando aún era cardenal) en la que el futuro pontífice rechaza la expulsión de la Iglesia de un sacerdote acusado de abusos.
AP ha dado a conocer el contenido de la carta, escrita en latín y dirigida al obispo de Oakland (Estados Unidos), John S Cummins. A continuación les ofrecemos el texto de la misiva, de acuerdo a una traducción al inglés facilitada por la agencia de noticias.
Excelentísimo Obispo,
Tras recibir su carta del 13 de septiembre de este año sobre retirar de todas las responsabilidades del sacerdocio al Reverendo Stephen Miller Kiesle en su diócesis, es mi deber compartir con usted lo siguiente:
No es posible tampoco arrojar luz sobre el perjuicio que podría provocar en la comunidad de la Fe de Cristo el otorgar la expulsión, particularmente teniendo en cuenta la corta edad del demandante
A pesar de que los argumentos presentados en favor de esa expulsión son de grave importancia, esta corte juzga necesario considerar el bien de la Iglesia Universal además de el del demandante. No es posible tampoco arrojar luz sobre el perjuicio que podría provocar en la comunidad de la Fe de Cristo el otorgar la expulsión, particularmente teniendo en cuenta la corta edad del demandante.
Es necesario que esta Congregación someta incidentes de este tipo a muy cuidadosa consideración, lo que requiere un periodo de tiempo más largo.
Mientras, su Excelencia no debe dejar de facilitar al demandante todo el cuidado paternal posible, y además explicarle al mismo las razones de esta corte, que está acostumbrada a salvaguardar el bien común especialmente ante sus ojos.
Déjeme aprovechar esta ocasión para expresarle sentimientos de la más alta estima,
Su Excelencia Reverendísima,
Cardenal Joseph Ratzinger
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