EL GASTO DE OBAMA Y EL DE MÉXICO
por Rogelio Ramírez de la O
(publicado en El Universal el 18 de febrero de 2009)
El miedo a la nacionalización de los bancos, que ya se materializó en la realidad, llevó al secretario del Tesoro de la administración del presidente Obama, Timothy Geithner, a un planteamiento poco claro sobre cómo va a estabilizar el sistema financiero, y sirvió de mal precedente para el anuncio del paquete de estímulos fiscales por 787 mil millones de dólares que aprobó el Congreso.
Fue evidente a lo largo de la presentación que hizo Geithner sobre el rescate de bancos que su preocupación era no causar zozobra en Wall Street, la comunidad con la que trató rutinariamente y a la que debía haber regulado con más rigor desde 2003, cuando asumió la presidencia del Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
Su estrategia tiene muchas preguntas sin contestar. Según esto, los bancos van a trabajar con los reguladores para establecer los faltantes de capital de cada banco.
Someterán a los balances pruebas de deterioro de la cartera vencida, para determinar la necesidad de más capital. Se entiende, pero no lo aclaró, que si el banco falla esta prueba el gobierno pondrá el capital que falta, y presumiblemente los accionistas verán su participación accionaria diluida y el gobierno será dueño de la mayoría del capital.
Pero nadie puede decir cómo se van a valuar los precios de los créditos vencidos que supuestamente se quieren vender. Es más, el alto desempleo seguramente va a causar que una cartera que hoy pasa la prueba de ser recuperable en unos cuantos meses no la pase.
La otra parte de la estrategia estadounidense es el gran paquete de estímulo fiscal que incluye ayuda (por ejemplo, a los desempleados), reducción de impuestos (sobre todo a los que menos ganan) y gasto público (por ejemplo, para la modernización de la red eléctrica y la infraestructura).
La estrategia de Obama ha sido buscar que los dos partidos, el Demócrata y el Republicano, estén unidos en circunstancias tan difíciles, pero los republicanos no apoyaron el paquete. Por la suavidad con la que el presidente los ha tratado, no culpándolos directamente de la crisis, parecería que espera que la crisis se profundice y entonces se verá obligado a tomar decisiones muy graves. De ahí la necesidad de establecer el precedente de haber sido suave con los republicanos.
Todo lo anterior es mala noticia para México. Hasta hoy aquí sólo hemos visto el comienzo de lo que será recordado como la peor pulmonía económica en décadas. La excusa del gobierno de que esta crisis fue causada en el exterior no va a resistir el escrutinio público cuando se conozca el uso sin precedente que ha hecho de los recursos que tuvo.
Sus ingresos aumentaron entre otros motivos por el alto precio del petróleo en 593 mil millones de pesos tan sólo en los dos años hasta 2008. Pero de cada aumento que tuvo, 60 centavos los dedicó al gasto corriente, el cual no crea riqueza permanente. Este vicio de gastar mal en realidad viene desde Fox. Así, el ingreso desde 2000 aumentó a 2008 en mil 669 miles de millones (140%). El gasto corriente aumentó en 956 mil millones (134%). La inversión física directa fue 77 mil millones en 2000, 96 mil millones en 2006 y 59 mil millones en 2008.
Hoy el país más poderoso del mundo trata de sacar adelante su economía, utilizando el gasto en infraestructura y el apoyo a la población, y aun así será muy difícil superar los problemas. Aquí el gobierno ya utilizó en el gasto corriente lo mejor de su aumento de recursos. Por el contrario, los petroleros y los ingresos tributarios van a caer y no tendrá con que enfrentar la crisis.
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Razones para no votar
por José Antonio Crespo
(publicado en Excélsior el 16 de febrero de 2009)
Las condiciones políticas que hoy prevalecen no parecen incentivar suficientemente el sufragio. Algunas posibles razones de ello son las siguientes:
A) Se calcula que existe una franja de entre 20 y 30% del padrón electoral (hoy formado por 77 millones de electores) que nunca acude a las urnas, independientemente de las condiciones políticas vigentes, de quiénes sean los candidatos o de lo que está en juego en cada elección. A esos ciudadanos no les interesa la política, no creen en ella ni en sus actores, no tienen mucha información ni la buscan. Lo que ocurra o deje de pasar en la vida pública les tiene sin cuidado.
B) Otros ciudadanos, que en general sí tienen incentivos e interés por sufragar, y que lo hacen de manera regular, podrían no votar en esta ocasión por considerar que los partidos no se diferencian suficientemente. Se han decepcionado de todos, por diversas razones. A ninguno lo ven como realmente superior o más prometedor o ni siquiera menos malo que los demás. En tales condiciones, no se le ve sentido votar por alguien. El costo del sistema electoral y de partidos a nivel nacional —más de mil millones de pesos cada mes durante este año—, lejos de estimular la participación —como sostienen los partidos—, podría constituir otro motivo más de indignación, y el consecuente alejamiento de las urnas.
C) En el caso concreto de México, un ciudadano podría negarse a votar por el PAN, tras haber constatado su ineptitud, su mojigatería y, sobre todo, su claudicación democrática. Pero podría no querer tampoco sufragar por el PRD, dada su estridencia hacia fuera y divisionismo hacia adentro. Podría concluir que ninguno de esos dos partidos —antiguos impulsores de la democracia— ha combatido desde el poder la corrupción y la impunidad. No han llamado a cuentas a los corruptos en sus respectivas jurisdicciones, pero además muchos de los funcionarios surgidos de sus filas han incurrido en ilícitos. El corporativismo que tanto el PRD como el PAN criticaron al PRI en su momento, ha sido revivido por ambos, con aparatos propios o con alianzas inconfesables.
D) Pero, igualmente, un ciudadano podría ser reacio a sufragar por el PRI al no haber visto una genuina renovación en su ideario, su estructura o comportamiento político. Y quizá no vean con entusiasmo un retorno del tricolor, como si su pasado se hubiera volatilizado. Votar por el PRI podría ser visto como una virtual claudicación social a la democracia. Por lo cual, muchos decepcionados con el PAN y el PRD probablemente tampoco vean al PRI como una buena opción para entregarle su voto.
E) Podría igualmente considerar un elector que los partidos emergentes sólo representan negocios particulares, concentrados en hacer fortuna para sus miembros. La naturaleza mercenaria del Partido Verde, el corporativismo del Panal, la trayectoria errática y oportunista del PT y de Convergencia, o el porrismo del PSD pueden no constituir muy buenas razones para sufragar por ellos.
F) Es posible también que algunos ciudadanos, tras la elección de 2006, hayan sido decepcionados por las autoridades electorales que, habiendo acumulado suficiente confianza y credibilidad, fallaron en el momento clave de aquel proceso. Podría ser que esos ciudadanos hayan visto perder al IFE y al TEPFJ la imparcialidad que esencialmente mostraron antes de 2006, al negarse a transparentar la elección, mostrando sesgos en sus juicios y resoluciones, los cuales terminaron por favorecer al PAN. Muchos ciudadanos podrían no ver mucho sentido en asistir a las urnas en tanto no constaten un cambio de fondo de los organismos encargados de imprimir certeza e imparcialidad a los comicios, mientras vean en su conformación la mano interesada de los partidos.
G) Menos aún ahora que el IFE desistió de sancionar (con votación dividida, de cinco a cuatro) a las televisoras, por las deliberadas interrupciones a la programación, responsabilizando de eso al propio Instituto. Algunos consejeros consideraron que no se cometieron faltas a la ley, o bien que sí las hubo pero que desaparecieron al prometer las televisoras no volverlas a cometer. Tesis que invita a infringir las leyes sin recibir sanción por ello, si se promete solemnemente, con la mano sobre La Biblia , no volver a hacerlo. Antes, el IFE se quejaba de no tener tarjetas rojas; ahora que las tiene, prefiere hacerlas perdedizas para no tener que usarlas. ¿Y así quiere recuperar la credibilidad perdida? En la sesión correspondiente (13/feb/09) el PT, el PRD y el PSD se pronunciaron por aplicar las sanciones que marca la ley; el Partido Verde salió a defender a capa y espada a las televisoras (refrendando su carácter mercenario), y los demás partidos (el PAN y el PRI incluidos) prefirieron guardar prudente silencio. No es que los partidos le tengan miedo a los consorcios mediáticos… es mera precaución. El fallo favorece desde luego a las televisoras, no tanto por el dinero ahorrado (once millones entre ambas), sino porque debilita al IFE y a la ley electoral. Su lance para sabotear la reforma en esta materia fue todo un éxito. El Instituto sale debilitado (y, peor aún: autodebilitado). Si encima fuera cierta la versión de que Gobernación presionó con evidente éxito a los consejeros, la cosa sería más dramática. El gobierno se habría doblegado, de nuevo, a las televisoras, y el IFE, al gobierno. Alentador panorama, que no invita precisamente a acudir a las urnas.
En suma, por alguna de las razones aquí expuestas, o por una combinación de ellas, muchos ciudadanos podrían decidir que no vale mucho la pena concurrir a las urnas, lo cual implicaría legitimar un sistema partidario que no muestra voluntad de cambio democrático, que no desea compartir su poder con los ciudadanos a quienes dice representar.