La justicia es cruel para las esclavas sexuales de Iraq
Por Mohammed JamjoomBAGDAD, Iraq (CNN) — En una de las dos prisiones para jóvenes de Bagdad, las chicas de Iraq viven en el limbo, tristeza y desesperación, impregnan todos los aspectos de sus vidas interrumpidas.
Algunas pagan penas por prostitución. Otras tienen cargos que las ligan con el terrorismo. Y también hay víctimas, detrás de los barrotes.
Zeina, de 15 años, llegó a la prisión hace dos años cuando fue vendida para convertirla en esclava sexual. “Mi padre llegó y me llevó a visitar a mi abuelo en Siria” dice Zeina, “y me fui con él”.
El viaje de esta familia llegó a ser historia de portada y Zeina se encontró de cara a una espantosa realidad. Ella dice que fue forzada a ir de Siria a los Emiratos Árabes Unidos y fue vendida como esclava sexual.
Pero Zeina se negó a rendirse a esta espantosa realidad. Y cuando tuvo la oportunidad, se escapó. “Estoy orgullosa de mí”, explica Zeina. “Fui a la policía y decidí no continuar en esa situación”. Las autoridades de Dubai me ayudaron a regresar a Irak, pero más crueldad le esperaba en Bagdad. La única forma que tenía Zeina de volver era viajar con un pasaporte falso – un crimen muy serio en Irak.
Después de escapar de esta dura prueba, Zeina se encontró siendo procesada, en lugar de consolada. Como castigo, fue condenada a dos años en la cárcel. Un oficial de la prisión confirmó su historia.
Los derechos humanos de las mujeres iraquíes son violados. “Ella rechazó aceptar que su cuerpo había sido vendido. Y ¿así es como la recompensan?” dijo Dalal Rubaje de la Organización de la Libertad de las Mujeres en Iraq, “¿Encerrándola en la cárcel por dos años? ¿En dónde está la justicia?”.
La trata es un problema creciente en Iraq. Algunas mujeres vulnerables, desesperadas por apoyar a sus familias, son engañadas aceptando propuestas de matrimonio. Muchas jóvenes, cuyos padres afrontan circunstancias económicas terribles, son vendidas rotundamente.
“De algún modo, su destino es peor que la muerte”, explica Samer Muscati de Human Rights Watch. “Una vez que han sido vendidas, viven con un estigma, aún cuando sean las víctimas de esta horrible situación. Han sido explotadas y enviadas a otro país sin recurso alguno”.
De acuerdo con Muscati, hasta las chicas se las arreglan para escapar de la crueldad de la circunstancia en la que viven, será muy difícil escapar al juicio de sus familias.
“Cuando regresan a Iraq, será muy difícil que su familia las acepte pues son una vergüenza para ellos, y son sometidas a crímenes de honor. Hemos conocido casos de jóvenes que prefieren quedarse en prisión o en custodia que ser liberadas y enfrentar la justicia tribal”, dice Muscati.
Arrastran su historia
Rubaje habla sin rodeos sobre el poco futuro que les espera a las jóvenes una vez que regresen a casa.
“Estoy segura que la familia de la chica no la cuidará”, dijo Rubaje. “Estoy seguro de que los vecinos, familiares y la sociedad la juzgarán, ellos sabrán que la chica fue prisionera y que la familia estará avergonzada de ella.
“Estoy seguro de que no le permitirán viajar. No terminará su educación, si hubiera estado estudiando. O le forzarán a casarse con un primo para que puedan ejercer el control sobre ella. Cualquier primo. Ellos terminarán con su vida.
“El sentido de la injusticia penetró en la historia de cada prisionera. Algunas internas descubrieron que iban a ser traficadas y trataron de evitarlo”, aseveró
Cuando Fatin descubrió que su padre quería venderla, inmediatamente pidió ayuda legal. “Me escapé de Najf y fui a Bagdad en donde encontré a mi madre y le pregunté si ella sabía lo que mi padre estaba planeando”, dice la chica de 22 años.
“Así que me llevó a la corte en Bagdad, conseguimos un abogado y tomó mi caso en contra de mi padre”. Pasaron algunos meses y nunca hubo una resolución".
Mientras que esperaba justicia, Fatin dice que su padre la violó. Después del ataque, lo mató, y actualmente cumple el quinto año de una sentencia de 15.
Muscati, quien estudió la trata en Iraq, no entiende por qué los funcionarios iraquíes no hacen algo para parar esto.
“¿Por qué el gobierno no persigue a los traficantes?”, se pregunta Muscati. “No ha habido un caso en contra de traficantes del que me haya dado cuenta. ¿Por qué el gobierno no implementa una ley que dificulte el tráfico?”.
A sus 22 años, Fatin, como otras compañeras, ya no tiene edad para permanecer en instalaciones para jóvenes. Pronto la trasladarán a servir en una prisión de adultos, en un ambiente mucho más hostil.
Fatin no tiene miedo de que la trasladen, lo que le da miedo es que su liberación que se encuentra a diez años de distancia.