jueves, 1 de enero de 2009

Sierra Maestra, gigantesco monumento natural a la Revolución

Jan
01
2009
Sierra Maestra, gigantesco monumento natural a la Revolución

Fue desde allí, entre ríos, bosques, cumbres y valles, donde Fidel Castro dirigió la lucha de 25 meses contra el dictador Fulgencio Batista, que llevó al triunfo de el 1 de enero de 1959

SIERRA MAESTRA, Cuba, 31 de diciembre (AFP).- Refugio impenetrable del ejército de barbudos de Fidel Castro, la Sierra Maestra, collar montañoso del Sureste de Cuba, se yergue imperturbable como gigantesco monumento natural a la Revolución que el jueves llega a sus cincuenta años.
Fue desde allí, entre ríos, bosques, cumbres y valles, donde el legendario guerrillero dirigió una lucha de 25 meses contra el dictador Fulgencio Batista, que llevó al triunfo de la Revolución el 1º de enero de 1959.
Subió a la Sierra al mando de una docena de hombres -entre ellos su hermano Raúl y el argentino Ernesto Che Guevara- sobrevivientes del ataque lanzado por el ejército de Batista contra los 81 expedicionarios que llegaron a Cuba desde México en el yate Granma el 2 de diciembre de 1956 para combatir al régimen.

Era un puñado de hombres y siete fusiles pero aún así Fidel, fiel a su estrategia de convertir el revés en victoria, lanzó una consigna premonitoria: “Ahora sí ganamos la guerra”, exclamó. Seis meses después su ejército rebelde era un centenar, la mayoría campesinos, y llegaron a 3,000, en guerra contra 80,000 militares.
Ascendiendo por lomas escarpadas en la espesura de un bosque exuberante se llega a La Plata, escenario de la primera victoria en la Sierra y donde Fidel fijó el 17 de enero de 1957 la comandancia rebelde en un amasijo de casitas de madera y palma.
Declarada entonces territorio libre, la Sierra fue estratégica por su intrincada geografía (que abarca 250 km de largo por 60 de ancho) y su cercanía a Santiago de Cuba, bastión urbano de la guerrilla.
Luis Angel Segura, conservador del museo que es hoy La Plata, la describe como “la cumbre de los hechos bélicos de la Revolución, que para Fidel fue el abrigo del campesinado que le tuvo fe”.
“Yo les daba comida, a veces sin sal; lo que apareciera, porque estábamos en guerra. Un día los soldados me cogieron preso. Hacían mucha maldad. Mataban y quemaban las casas”, relata Crescencio García, en un caserío de la Sierra.
Alzando la voz por encima del canto de un gallo trasnochador, este guajiro de 72 años, 12 hijos y un banda de nietos, afirma que “cuando eso eran pocos los rebeldes y se dudaba que ganaran por fajarse con un Estado sin tener los 'apreparos' (pertrechos)”.
“Pero la gente empezó a cooperar hasta que triunfaron”, añade Eduardo Reyes, barbero de 63 años, que recuerda cómo “los aviones andaban en la zona hechos una fiera”.
Aunque no había nacido, su vecina Marisol Pérez cuenta que sus padres ayudaron porque pasaban “mucha necesidad”. “Hoy uno es pobre, pero mis hijas pudieron estudiar”, dice la mujer de 45 años, limpiando frijoles en el portal de su humilde morada.
Morral al hombro, turistas suben a la meca guerrillera tomándose fotos sudorosos y con el fango hasta el tobillo, prueba de la dura travesía. “Vine tras las huellas de Fidel y el Che”, dice el alemán Heiner Haufmann, de 52 años, con tatuaje de Guevara en su brazo izquierdo.
De camiseta con el rostro del Che, Dixán Cruz, de 32 años, llega en un grupo de jóvenes cubanos. “Hoy nosotros debemos pasar al frente y para eso hay que revivir la historia”, comenta, al referirse a la enfermedad de Fidel y a la delegación del poder en Raúl.
Camino a La Plata hay signos de esos nuevos tiempos. “Viva Fidel, viva Raúl. Esta Revolución está en transición, pero hacia más socialismo, más comunismo”, dice en la pared de una escuelita.
Nunca descubierta por los soldados, la comandancia albergó un rústico hospital, la cocina, el polvorín, Radio Rebelde y la casita de Fidel, aún con su cama doble de caoba, librero, escritorio y un refrigerador de queroseno con el impacto de metralla hecho por la aviación de Batista cuando era llevado al lugar.
Cincuenta años después las huellas están frescas. Incrustados en un frondoso árbol de 'marañón de la Sierra' hay proyectiles que disparaba Fidel cuando probaba un fusil.
En Cuba se dice que quien domina la Sierra Maestra domina la Isla, y ésta fue siempre de Fidel. Allí vivió -confesó una vez- su “época más feliz”.
Por Esto!

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