lunes, 15 de diciembre de 2008

Seguridad pirata

Seguridad pirata
Lunes, 15 de Diciembre de 2008 00:00

Claudia Rodríguez
Acta pública

Empezamos con levantar bardas entre nuestras casas y hacia las calles y hoy día, algunos hasta tienen que pagar -que no contratar— seguridad pirata. Todavía nuestros abuelos o padres nos reseñan cómo era la convivencia entre vecinos en su infancia y, de sus relatos de vida infantil, podemos deducir qué era el crimen en aquellos años, cuando las informaciones sobre robos y crímenes espectaculares podían ocupar las primeras planas y estar en los primeros cinco minutos de informativos radiales, pero no era lo cotidiano, más bien era lo extraordinario.
La sociedad mexicana de aquellos años de 1930 y 1940 es muy distinta, en lo que a criminalidad se refiere, a la de estos últimos diez años. Antaño el delincuente era referido como vago, malviviente o hasta loco, pero en épocas actuales se les refiere como integrante de un grupo dedicado al crimen organizado, secuestrador, narcotraficante y hasta Zeta.

La seguridad pública en nuestro país, en poco más de ocho décadas, ha pasado de ser un asunto de seguridad ciudadana a uno de seguridad nacional. En las épocas infantiles de nuestros abuelos y padres, la delincuencia era asunto de criminólogos y hasta médicos, pues en principio, se asociaba a cuestiones de salud, vinculadas a las situaciones de pobreza. Más tarde, la industrialización de América Latina dio lugar a una nueva forma de crimen en las zonas urbanas, debido a que las familias empezaron a fragmentarse por las exigencias del nuevo modelo de producción y, por ende, en nuestro México, el crimen empezó a asociarse con una exigencia publicitaria de que quien es alguien es quien algo tiene, orillando a muchos a obtener dinero y bienes, incluso de forma ilícita, en que la violencia empezó a ser pieza usual del crimen.
Es así que, de convivir con los frentes abiertos en inmuebles y negocios, se hizo forzoso levantar muros, colocar puertas, rejas o bardas, instalar no una, sino múltiples cerraduras, comprar un perro, poner cámaras de seguridad y pensamos que lo último, sería llegar a la contratación de seguridad privada.
No obstante toda la tarea que los mexicanos en lo individual hemos realizado para protegernos de los malhechores, parece que de poco nos ha servido, pues los criminales en la búsqueda de nuevas formas de obtener sus pingües ganancias, han logrado consolidar novedosas formas de perpetrar sus crímenes. Hoy, muchos delincuentes —sin uniforme— dan la cara y se presentan ante empresarios y jefes de familia para vender seguridad. Sí, seguridad pirata.
Es aterrorizante e intimidante esta “seguridad” que se vende a fuerzas, pues quien es rehén no vive pensando qué pasaría si alguien le robara sus bienes materiales y dinero, o le secuestrara o matara a un familiar; su pensamiento, minuto a minuto, es cómo conseguir la cantidad de dinero que se le pide como extorsión para que no se cumplan ninguno de las sentencias criminales en su contra.
Hoy, empresarios y pequeños comerciantes viven con el temor de que el próximo que toque a su negocio no sea un potencial comprador, sino un vendedor de seguridad apócrifa.

Acta Divina... El 12 de diciembre en el municipio de Cuautitlán Izcalli, Estado de México, se repartió un volante con el siguiente texto: “La Comandancia de la 37/a Zona Militar invita a toda la ciudadanía a denunciar con determinación a personas o grupos de delincuentes que utilizan armas de fuego, trafican con drogas, roban, asesinan y secuestran, creando temor e inseguridad”.

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