La guerra, otra vez
30 de diciembre de 2008
JERUSALÉN.— “Ya inició la guerra”, me dice nuestro conductor al trasladarnos de la ciudad vieja de Jerusalén a la zona este (musulmana) de la misma. Es sábado por la noche y durante la mañana Israel lanzó una devastadora ofensiva sobre la Franja de Gaza en represalia por los ataques con cohetes y morteros que militantes de Hamas dispararon sobre el sur de Israel. La parte musulmana de Jerusalén está desierta. Se respira la tensión. Es notable el incremento en la seguridad israelí. Policías en motocicletas y grupos de siete a 10 militares están distribuidos por diferentes puntos. Quizá por ello, y a diferencia de sus contrapartes en la región, los palestinos de Jerusalén eligen la protesta silenciosa. No hay marchas o enfrentamientos con la policía como ocurre en Cisjordania, en Ammán o en Damasco. En protesta por los ataques, los palestinos han cerrado sus negocios. Alrededor de las dos de la tarde del sábado, una vez que se empieza a conocer la información de Gaza, las tiendas de los musulmanes en la ciudad vieja empiezan a cerrar una tras otra. Lo mismo pasa en la parte palestina de Jerusalén. En una región donde los destinos se definen por la pertenencia a un grupo religioso o étnico, una agresión a un palestino o a un judío se lee como un ataque a la comunidad. Lo que importa es el grupo, no el individuo. Esta solidaridad es la que facilita la organización de las protestas, que no se hicieron esperar en el mundo árabe una vez que se conoció la ofensiva sobre Gaza. Aunque legítima, la respuesta israelí a las provocaciones de Hamas es desmedida. Hay ya casi 300 muertos, incluyendo a un buen número de civiles. Esto le viene como anillo al dedo a Hamas, grupo terrorista que gobierna la Franja de Gaza y que busca la destrucción del Estado israelí. Por un lado, el uso excesivo de la fuerza por Israel polariza al mundo árabe y coloca en una difícil posición a los gobiernos que mantienen una posición moderada como Egipto o la Autoridad Palestina. Por el otro, aumenta el rechazo a Israel dificultando una eventual mejoría del statu quo en la región. Esto es lo que quiere Hamas: no quiere gobiernos árabes moderados en el tema de Israel y quiere a una población palestina todavía más exaltada y resentida. En un contexto como éste, los radicales son quienes tienen todo por ganar y poco que perder. Israel ha caído en el juego de Hamas. jorge@buendiaylaredo.com Analista político |
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