May 04 2009 |
|
Jorge Gómez Barata
Ningún país, en ninguna época, ha soportado una campaña de descrédito tan prolongada, profunda y sistemática como México, y ninguna obra humana ha sido tan desprestigiada como los esfuerzos de su pueblo por salir adelante. Tal vez para reafirmar su superioridad, a Estados Unidos le ha resultado cómodo compararse con México, al que ha tratado de humillar por siglos. En esta obra de descrédito, desde los tiempos del cine mudo, Hollywood ha desempeñado un importante rol.
El cine, la literatura barata y la política de despojo y dominación se han encargado de difundir una imagen de México como un lugar salvaje, un entorno sucio, árido, polvoriento, pobre hasta lo miserable, escasamente urbanizado, habitado por criaturas primitivas, violentas y rencorosas, que conviven en los límites de la ley, sin disfrutar de los dones de la educación ni conocer los hábitos de higiene. En tiempos más recientes el narcotráfico y el pandillerismo han sumado argumentos a la infamia.
Dado los estereotipos racistas y discriminadores, fabricados por la propaganda y considerablemente exagerados por las visiones negativas acerca de los emigrantes ilegales, México puede ser una sede magnifica para fabricar una pandemia universal y mediante un nuevo tipo de fobia, hacer que el mundo desarrollado, incluso quienes no lo son, reaccionen frente a la pobreza no con compasión hacia quienes la padecen o con ira ante los responsables históricos de la tragedia, sino criminalizando a las víctimas.
De modo abierto, en lugar de la solidaridad y la comprensión que México y su pueblo merecen, sin disimulo comienza a aparecer un rechazo a los mexicanos y una arrogante actitud racista que nada tienen que ver con los temas de salud.
Sin justificación alguna y en contra de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud, hay países donde en lugar de buscar enfermos buscan a mexicanos o personas llegadas de ese país, en cualquier fecha e incluso realizan censos de mexicanos; en algunos lugares se chequean los aviones procedentes de México y los pasajeros de otras nacionalidades son descartados sin ser molestados, mientras a los mexicanos se les investiga, como si se tratara de portadores de un virus étnico.
Continúan reportándose casos como el de la familia mexicana que sin estar enferma fue sacada de un hotel en China e internada, pasajeros mexicanos sanos puestos en cuarentena, tripulaciones de aeronaves a las que no se permite desembarcar, prohibición de importaciones de carne de cerdo y otras mercancías procedentes de México. De forma injustificada se cancelan presentaciones de atletas o de artistas mexicanos.
Algo peor que la enfermedad lo padecen los emigrantes mexicanos que se encuentran en situación irregular en los Estados Unidos, a quienes a pesar de residir en ese país desde meses y años antes de la epidemia y de no haber estado en México en mucho tiempo, se les maltrata como portadores del virus; no por estar infectados, sino por ser mexicanos. Se reportan incluso casos de nacionales mexicanos con estancia legal en los Estados Unidos que también son victimas de actitudes discriminatorias.
México y su pueblo, que pasan por un momento crítico, enfrentan serenos la adversidad y cuyas autoridades son consecuentes y comprensibles con las previsiones sanitarias adoptadas por diversos países para protegerse del contagio; hace bien en protestar frente a acciones desmesuradas y abusos violatorios de la legalidad y de los derechos de sus ciudadanos, víctimas de medidas exageradas, racistas, sensacionalistas y carentes de justificación sanitaria y de bases científicas.
México no necesita ni ha pedido tolerancia y puede que excepto en materia científica no requiera ayuda internacional para enfrentar la eventualidad, pero tampoco puede admitir sin rebelarse que se exageren y se magnifiquen los hechos, se desacredite al país y al estilo de vida de su pueblo, se dañe su imagen y se ofenda a sus ciudadanos.
En desagravio a la propaganda negativa que ha pretendido caricaturizar a México, el cine, la literatura, la escultura, la pintura, la música y todas las manifestaciones culturales autóctonas, han aportado y recreado una genuina imagen de México y su pueblo en la cual sus hombres y mujeres, sus campesinos, jóvenes, intelectuales y artistas, pobres, sufridos o agraciados, lucen esplendorosos insertados en magníficos paisajes naturales y urbanos.
No obstante, la propaganda adversa y los estereotipos racistas y xenófobos cultivados en su vecindad, a base de esfuerzos tesoneros, coraje, voluntad y talento, México ha forjado una imagen que lo ha llevado a figurar entre las plazas más visitadas del planeta, situación a la que debe regresar tan pronto la emergencia sea rebasada.
No existen los virus étnicos y las pandemias no tienen patria. El A H1N1 no es mexicano de nacimiento.
Por Esto!
El cine, la literatura barata y la política de despojo y dominación se han encargado de difundir una imagen de México como un lugar salvaje, un entorno sucio, árido, polvoriento, pobre hasta lo miserable, escasamente urbanizado, habitado por criaturas primitivas, violentas y rencorosas, que conviven en los límites de la ley, sin disfrutar de los dones de la educación ni conocer los hábitos de higiene. En tiempos más recientes el narcotráfico y el pandillerismo han sumado argumentos a la infamia.
Dado los estereotipos racistas y discriminadores, fabricados por la propaganda y considerablemente exagerados por las visiones negativas acerca de los emigrantes ilegales, México puede ser una sede magnifica para fabricar una pandemia universal y mediante un nuevo tipo de fobia, hacer que el mundo desarrollado, incluso quienes no lo son, reaccionen frente a la pobreza no con compasión hacia quienes la padecen o con ira ante los responsables históricos de la tragedia, sino criminalizando a las víctimas.
De modo abierto, en lugar de la solidaridad y la comprensión que México y su pueblo merecen, sin disimulo comienza a aparecer un rechazo a los mexicanos y una arrogante actitud racista que nada tienen que ver con los temas de salud.
Sin justificación alguna y en contra de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud, hay países donde en lugar de buscar enfermos buscan a mexicanos o personas llegadas de ese país, en cualquier fecha e incluso realizan censos de mexicanos; en algunos lugares se chequean los aviones procedentes de México y los pasajeros de otras nacionalidades son descartados sin ser molestados, mientras a los mexicanos se les investiga, como si se tratara de portadores de un virus étnico.
Continúan reportándose casos como el de la familia mexicana que sin estar enferma fue sacada de un hotel en China e internada, pasajeros mexicanos sanos puestos en cuarentena, tripulaciones de aeronaves a las que no se permite desembarcar, prohibición de importaciones de carne de cerdo y otras mercancías procedentes de México. De forma injustificada se cancelan presentaciones de atletas o de artistas mexicanos.
Algo peor que la enfermedad lo padecen los emigrantes mexicanos que se encuentran en situación irregular en los Estados Unidos, a quienes a pesar de residir en ese país desde meses y años antes de la epidemia y de no haber estado en México en mucho tiempo, se les maltrata como portadores del virus; no por estar infectados, sino por ser mexicanos. Se reportan incluso casos de nacionales mexicanos con estancia legal en los Estados Unidos que también son victimas de actitudes discriminatorias.
México y su pueblo, que pasan por un momento crítico, enfrentan serenos la adversidad y cuyas autoridades son consecuentes y comprensibles con las previsiones sanitarias adoptadas por diversos países para protegerse del contagio; hace bien en protestar frente a acciones desmesuradas y abusos violatorios de la legalidad y de los derechos de sus ciudadanos, víctimas de medidas exageradas, racistas, sensacionalistas y carentes de justificación sanitaria y de bases científicas.
México no necesita ni ha pedido tolerancia y puede que excepto en materia científica no requiera ayuda internacional para enfrentar la eventualidad, pero tampoco puede admitir sin rebelarse que se exageren y se magnifiquen los hechos, se desacredite al país y al estilo de vida de su pueblo, se dañe su imagen y se ofenda a sus ciudadanos.
En desagravio a la propaganda negativa que ha pretendido caricaturizar a México, el cine, la literatura, la escultura, la pintura, la música y todas las manifestaciones culturales autóctonas, han aportado y recreado una genuina imagen de México y su pueblo en la cual sus hombres y mujeres, sus campesinos, jóvenes, intelectuales y artistas, pobres, sufridos o agraciados, lucen esplendorosos insertados en magníficos paisajes naturales y urbanos.
No obstante, la propaganda adversa y los estereotipos racistas y xenófobos cultivados en su vecindad, a base de esfuerzos tesoneros, coraje, voluntad y talento, México ha forjado una imagen que lo ha llevado a figurar entre las plazas más visitadas del planeta, situación a la que debe regresar tan pronto la emergencia sea rebasada.
No existen los virus étnicos y las pandemias no tienen patria. El A H1N1 no es mexicano de nacimiento.
Por Esto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario