María Teresa Jardí
Informados hemos sido los mexicanos y también lo ha sido la comunidad internacional, de que entre el 31 de diciembre y el primero de año el saldo, en México, lo especifico por aquellos de que quede claro que no se trata de la ofensiva criminal de los israelitas contra Gaza, fue de 31 personas impunemente ejecutadas.
Vamos a ver. Si estamos de acuerdo --ni los a modo del sistema que más asco despiertan pueden no estarlo--, en que la droga mantenida como mercancía prohibida trae consigo ríos de dinero, de billetes verdes como dicen los gringos, de euros, se dirá hoy en Europa, de oro como se dice en otros lugares y aunque sea de pesos mexicanos devaluados; de que la droga mantenida como mercancía clandestina produce a los países cantidades tan inmensas de divisas que impresentables, como los que coleccionamos en México, no se tocan el corazón para convertir a sus naciones en narcoestados, no obstante la violencia que, ya se sabe, trae apareado consigo el hecho y no obstante los delitos aún más graves: pederastia, trata de blancas, secuestro, robo de autos, lavado de dinero, etc., que acompañan el fenómeno de la droga mantenida como mercancía clandestina. Delitos que disminuirían, al menos, de manera considerable, con sólo convertir la droga en mercancía sujeta a aranceles previniendo su adicción y destinando recursos a la salud, con lo que además se brindaría la posibilidad a los pueblos de recobrar valores y de reconstruir sus, muchos o pocos, principios hoy, en México, ambas cosas, valores y principios, cancelados. Si estamos de acuerdo con que el dedicarse al narcotráfico tiene que ver con la obtención de dinero a manos llenas; dinero que, incluso, permite tener zoológicos propios a los narcotraficantes y me estoy refiriendo a los del último escalón de la cadena, los del primero lavan el dinero en las bolsas del mundo, cuando no van tras el petróleo de otros países o en los ratos que no financian a la CIA y al alimón a grupos terroristas. Y si lo mismo se puede decir, sin mentir, de los sicarios, al servicio de los narcos, que se dedican al quehacer de sembrar, procesar, transportar, vender la droga, etc., estaremos de acuerdo, también, con que la decisión de convertirse en una máquina asesina se toma por la cantidad de dinero así obtenida, aunque unos asesinen por venganza y otros, lisa y llanamente, por la lana.
Si estamos de acuerdo en que el fenómeno, que ya lleva entre seis mil y ocho mil ejecutados en sólo dos años de usurpación, se debe a obtención de dinero a raudales incluso para satisfacer cualquier perversión.
Nos daremos cuenta que no tiene lógica que los narcos no se tomen vacaciones en fechas tan señaladas como el 24, 25 y 31 de diciembre y como el 1 de enero, e incluso nos daremos cuenta que no la tienen, que no "descansen" los sábados y los domingos.
A final de cuentas el dinero sirve, convertido el consumismo en rey del libre mercado impuesto como sistema político, para obtener todos los objetos, bienes y satisfactores comprables para disfrutarlos en particular los días de asueto.
Puede ser que algunos de los crímenes se puedan achacar a los ajustes de cuentas entre mafiosos. Pero es evidente que en México, la derecha usurpadora está haciendo una limpia de pobres y de pensantes, de indígenas y de periodistas, de mujeres y de niños o una simple limpia al azar buscando el que nadie se comprometa en la búsqueda de un México incluyente.
Y así como no paramos de enviar cartas para que la oligarquía sionista pare el genocidio que comerte en Gaza contra los palestinos. Como propósito de Año Nuevo, tendríamos los mexicanos que aplicarnos a parar la masacre que la oligarquía mexicana usurpadora del poder y también de derecha, está cometiendo impunemente aquí de manera escandalosa.
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