El mundo está en crisis, los poderosos están en crisis, la peor crisis de la historia. De origen estadounidense, nos golpea de inmediato. En todos lados se aplican medidas desesperadas para evitar la catástrofe. En México se celebra un placentero desayuno en el Palacio Nacional, asisten los poderes, gobernadores, partidos, invitados. Celebran dos años de gobierno. El presidente Calderón lee un largo texto, informe de “realizaciones”, programas en marcha —los mismos—, lucha contra el crimen organizado, la infiltración y su limpieza. Por ahí aparecen dos menciones a “la crisis mundial que tendrá un impacto en la economía”, pero “sabemos qué hacer y estamos actuando”. Así, nada más. El público satisfecho, el PAN asiente, el PRI cupular en un arranque crítico inusitado califica el informe de claroscuro, el PRD de desastre y ya. Mientras, México es arrastrado en el torbellino de la crisis, sin un programa de emergencia, sólo medidas aisladas, sabemos qué hacer, dicen, sin que nadie sepa lo que saben. Por Manuel Bartlett Díaz Estados Unidos, promotor del neoliberalismo, rompe su ortodoxia, el gobierno interviene sin límites, inyecta recursos al sistema financiero, estatiza, rompe inhibiciones fiscales y monetarias, emite moneda, se endeuda, busca liquidez donde esté, anula el enfoque neoliberal. Sarkozy en Francia propone una revolución financiera europea sin perder su defensa nacionalista. Ante el avance implacable de la crisis los expertos urgen acciones heterodoxas, radicales. Las amenazas sobre México son evidentes: caen los precios de las materias primas, las exportaciones, las remesas; la deuda privada alcanza 70% del total y se les cierra el apoyo externo. La banca nacional extranjera parasitaria del consumo restringe el poco crédito y exporta utilidades. La inflación y el desempleo atacan la economía popular. El 45% de lo que México consume en alimentos es importado, se disparan los precios. Crece el déficit comercial internacional. No puede Calderón regodearse en sus “avances” en desenfadado desayuno y carecer de un programa anticrisis, explícito, concertado para enfrentar el cataclismo que avanza. Recientemente, en coro de presidentes centroamericanos, Calderón declaró muerto al neoliberalismo y lo sigue aplicando. En EU lo desmantelan para actuar sin restricciones, en México el equipo económico espera instrucciones. Creen acaso que vendrán a salvarnos, cuando lo que buscan es salvarse ellos. No se percatan de que los instrumentos neoliberales son nuestra debilidad. Sus maestros los eliminan allá, por qué aquí no. El Banco de México es impotente en su corset neoliberal: la banca extranjera debe ser controlada para evitar exacciones y remisiones inconvenientes a sus matrices; urgen restricciones a la transferencia indiscriminada de recursos y utilidades al exterior. Es impostergable proteger las pensiones de los trabajadores que se reducen a diario entre comisiones y pérdidas, en manos de la banca extranjera. Apliquemos cláusulas de resguardo en los tratados de libre comercio con países cuyo déficit drena miles de millones. Tenemos que impulsar la producción interna y proteger la economía del pueblo. Se requieren cambios institucionales, no en la línea de esa “transformación” monótonamente descrita en el desayuno oficial imaginada para una realidad que ha superado ostensiblemente al gobierno del retroceso y el desempleo.Por Esto!
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