martes, 3 de marzo de 2009

La “revolución de los valores”

Mar
03
2009
La “revolución de los valores”

Pedro Díaz Arcia

No se aquietan las aguas en el naufragio de la economía mundial. Los arquitectos capitalistas de la “nueva estructura financiera” andan perdidos como los constructores de la Torre de Babel.
En Estados Unidos el presidente Barack Obama se lanzó al campo con su plan de estímulo, bajo el ataque republicano; la ASEAN se reunió en el Sudeste Asiático; la Unión Europea, con severos síntomas de desunión, se citó el domingo en una cumbre extraordinaria para tratar de suavizar las tensiones generadas por acusaciones de proteccionismo en su seno; y los ministros de finanzas de América Latina, España y Portugal se concertaron el lunes en Lisboa para preparar la cumbre del Grupo de los 20.
Mientras en Cuba, con una recurrente mirada sobre los conflictos generados por el neoliberalismo, comenzó ayer en La Habana el XI Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, con la participación de más de mil economistas y profesionales de otras ciencias sociales, procedentes de 52 países, que debatirán sobre cruciales temas de la economía mundial.
En un retorno al principio, el gobierno estadounidense presentó el lunes un considerable incremento en su paquete de rescate para tratar de sacar de dificultades, nuevamente, a la gigantesca aseguradora American International Group (AIG) con una ayuda adicional emergente de 30,000 millones de dólares, que no es “agua de borrajas” para bajar la fiebre.
La entidad financiera que con anterioridad recibió préstamos federales por unos 150,000 millones de dólares, perdió en el cuarto trimestre 61,700 millones de dólares.
El nuevo descalabro de la AIG se trajo a la baja las acciones de Estados Unidos en el inicio de semana.
Al referirse al tema, el multimillonario Warren Buffett, célebre, entre otros aspectos, porque donó el 80% de su fortuna (37,400 millones de dólares a instituciones de caridad) y que ha dictado a sus ejecutivos la doctrina basada en que la primera regla es que los accionistas no pierdan y la segunda en no olvidar la primera, dijo que “la economía será un desastre en el 2009”, lo que elevó el pesimismo entre los inversionistas.
Las reuniones internacionales se repiten con irregular premura en cualquier parte del planeta, mientras se revuelve el avispero de la filosofía que ha llevado a estadistas, dignos representantes del capitalismo internacional, a dictar cátedra sobre una “revolución de los valores” que confiera prioridad a la familia y a la idea de una crucial participación del Estado en el rescate de bancos, compañías de seguros y otras grandes empresas con problemas.
En un simposio, celebrado en París el mes pasado, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, calificó el capitalismo basado en la especulación financiera como un “sistema inmoral”, por pervertir “la lógica del capitalismo” y sostuvo la necesidad de que el sistema se sustente en nuevos valores morales, mientras otorga un papel más determinante a los gobiernos.
Sarkozy debía leerse el “Estado y la Revolución”, de Vladimir Ilich Lenin, escrito a orillas del lago Razliv en las cercanías del Golfo de Finlandia, en vísperas de la revolución rusa de octubre de 1917.
Por supuesto, no para que aplique las tesis de su contenido, porque estoy seguro de que el mandatario galo, en última instancia, se afiliaría primero al absolutismo de Luis XIV.
El ex primer ministro británico Anthony Blair, socio de “andanzas” de George W. Bush, no se quedó atrás, e hizo un llamamiento en pro de un nuevo orden financiero basado en “valores diferentes del máximo beneficio a corto plazo”.
Blair habló en código, como no lo hizo cuando planeó, en detalle, junto a Bush y a José María Aznar el genocidio de Irak.
¿De qué “revolución de valores” nos están hablando los artífices de la desigualdad, la explotación y la discriminación?
¿Quiénes harán la revolución: el primer ministro británico, Gordon Brown o Vlácav Klaus, presidente de la República Checa?
Entre paréntesis Klaus, reconocido mundialmente por su habitual grosería, su furibundo anticomunismo y la empedernida posición antiecologista, se negó a que la bandera de la UE flameara en el Palacio de Praga, durante la presidencia rotativa del país, porque dijo que le recordaba a la de la Unión Soviética.
En la reunión de la UE brotaron una vez más las profundas contradicciones entre los países del Oeste y del “liberado” Este que reclama un estatus de paridad que le niegan de hecho, no sé si también de Derecho.
Lo cierto es que un tercio de los 27 países miembros, que se ubican en Europa central y oriental, se reunió previamente en Bruselas para coordinar sus posiciones y mostrar su malestar con los integrantes más antiguos del bloque, ensanchando las brechas de la desunión en el seno de la Unión.
Es hora de acudir al viejo refrán de que: “Europa es cuando todo el mundo se pone de acuerdo y Alemania paga”.
La sentencia se utiliza ahora en la crítica a la Canciller germana, Angela Merkel, a quien se acusa de anteponer los intereses nacionales a los de la Unión; banquillo que comparte, entre otros, con Sarkozy y Brown.
¿Será Merkel quien en nombre del “espacio vital” para la industrializada y renovada Alemania levante las banderas de la novedosa revolución?
Como dijo un conocido militar europeo del siglo pasado es mejor hacer la revolución, “antes de que nos la hagan” y si es así, decidir hasta dónde la llevamos.
Pero, no resulta tan fácil.
Por lo regular olvidan contar con el pueblo, ese olvidado y oculto poder que viene de todas partes y hacia todas partes va, con la omnipresencia que sólo Dios le puede disputar.
Por Esto!

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