Feb 23 2009 |
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María Teresa Jardí
Cada día, algún grito de alarma se suma al del día anterior. A eso que se llama partido Verde que, todos saben, es el juguete de Jorgito, el hijito de su dueño Jorge González Torres, por el solo hecho de pedir la pena de muerte, con el atraso que esto evidencia de cara al mundo, tendría que cancelársele de inmediato su registro. Ningún pueblo que aspire a vivir en algo menos dramático que la dictadura, probadamente inaceptable siempre, debe permitir que nadie, bajo ninguna circunstancia, se ubique por encima de la ley, ni tampoco puede permitir hasta el infinito el cambio de leyes para endurecerlas y, menos aún, cuando ni siquiera sabe si con las más benévolas, cabalmente aplicadas, sería suficiente para combatir la delincuencia.
Sin ir más lejos, lo mismo venía ayer publicado en una nota de nuestro diario dicho por AMLO y también, lo están diciendo otros que pasaron por eso, como los colombianos, y a los que no funcionó el proceso.
El problema de la violencia no es un problema policiaco. Es un problema político que tiene que ver con malas decisiones tomadas desde la cabeza, de por quien además usurpa el poder Ejecutivo, malas decisiones avaladas a cambio de corrupción e impunidad por todos los partidos y como con partidos, es que se establecen los gobiernos en las "democracias" y es ahí donde está el problema de México.
Se pudrieron los partidos o al menos, claramente, están podridas sus dirigencias. Se corrompieron y lo mismo no legislan porque así se los ordena Televisa, que legislan siguiendo las ordenes de ese monopolio, convertido antes, por los partidos políticos, en el dueño absoluto del Poder en México.
Alarma leer que el Ejército quiere combatir al crimen organizado "sin restricciones legales". Defensora he sido de la necesidad de su uso temporal y con reglas para combatir, mínimamente, la delincuencia. Uso temporal apegado a derecho y bajo su absoluta responsabilidad, debido al nivel de corrupción al que se dejó llegar a las instituciones procuradoras de justicia en nuestro país. Lo que tampoco se ha hecho porque se prefirió mezclar, con el origen de la necesidad de sacar, es decir, con la corrupta policía, que no tenemos, algo así como poner manzanas buenas encima de las podridas, a sabiendas de que se pudrirán también las buenas. Lo que de suyo debiera despertar, por sí solo, mil luces de alerta. Porque no es tampoco que al Ejército se le haya dado facultades para combatir el lavado de dinero ni la corrupción sin límite que a los políticos alcanza y sin lo cual, combatir a los narcos no deja de ser una farsa.
Así como no tenemos policía, tampoco tenemos instituciones procuradoras de justicia y también nos han dejado sin un Poder Judicial que aplique la justicia y empeñados están en acabar con la credibilidad que le resta al Ejército Nacional. Porque del paralelo, que nadie habla, bien a bien tampoco se sabe en qué anda, además de mantener a un usurpador, por la fuerza de sus armas, como titular de un Ejecutivo que no ganó en las urnas.
No tenemos instituciones y no se combate la delincuencia que ha sentado sus reales en la silla misma, usurpada hoy de Ejecutivo Federal.
Bien a bien nadie sabe si los encapuchados, y los no encapuchados porque, vamos, hasta la más abominable de las televisoras, muestra acabada del daño que se le hace a un país al permitir a sujetos, individuos, corporaciones, instituciones... por encima de la ley, ha mostrado tomas de personas no encapuchadas al lado de las encapuchadas, que bien podrían ser simplemente jóvenes hartos de tanta injusticia y no delincuentes "pagados por el narco"; personas comunes y corrientes, en una manifestación pública, para exigir lo que el gobierno ha renunciado a hacer: Justicia, jóvenes comunes y corrientes con capuchas para no ser tan fácilmente reconocidos para evitar represalias. E incluso si fueran empleados de "los narcos", lo que tendrían que estar analizando los partidos: es el costo del acarreo que tantos "votos" comprados les deja.
Las luces rojas de alerta se encienden, como un grito de alarma, ante el hecho de que el Ejército Nacional preste sus armas --- eso sí descargadas, faltaba más--- para que jueguen con ellas niños en un evento que el Ejército sabe que va a ser televisado y documentado por los medios escritos. A convencer para lo que viene suena la cosa, encapuchados incluidos, que también pueden ser pagados para generar lo que la usurpación, que ha perdido el control del Estado, negocie, porque así le convenga, incluso para garantizarse su no paso por la cárcel en el futuro que se aproxima.
Por Esto!
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