Jan 25 2009 |
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* En un riguroso y severo análisis, Carlos Arriola Woog exhibe la pobreza intelectual, moral y política del partido al que perteneció, Acción Nacional, la cual se ha reflejado, dice, en las presidencias de Vicente Fox y Felipe Calderón: Uno fue cobarde y frívolo; al otro le asusta tomar decisiones. La ineptitud panista para ejercer el poder, afirma en entrevista, es un defecto de origen: “es una historia sin sabios ni políticos, sin héroes ni santos”
Líder juvenil del Partido Acción Nacional (PAN) cuando Luis H. alvarez fue candidato presidencial, colaborador de Efraín González Luna y amigo de Carlos Castillo Peraza, Carlos Arriola Woog juzga a los gobiernos panistas:
“Han mostrado pobreza intelectual, moral y política. Están todavía en la ‘mendicidad cívica’, como decía Manuel Gómez Morín, pidiendo apoyos por todos lados: a Elba Esther Gordillo, al clero, a los grandes empresarios, a Estados Unidos. Es deprimente.”
Entrevistado con motivo de la publicación de su libro El miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN, que la Editorial Océano pondrá en circulación esta semana y en el que examina las limitaciones de los panistas en el ejercicio del poder, Arriola Woog es implacable con Vicente Fox:
“Es una lástima que, después de 60 años de haberse fundado el PAN, haya llegado al poder un hombre que no era panista en el fondo, una persona frívola y cobarde. El mismo confesó que era incapaz de tomar decisiones y que por eso se apoyaba en su mujer. Es trágico para el PAN que haya llegado un presidente tan apocado. Siempre presumió de muy macho y varonil, pero a la hora de ejercer el poder se echó para atrás”.
Por eso el gobierno de Fox fue un desastre: “Con él y Josefina Vázquez Mota comenzó la utilización de la SEDESOL para ganar votos”, mientas que la corrupción no cedió y el responsable de combatirla, Francisco Barrio, claudicó: “Hombre sin imaginación ni talento político; aunque buen orador y populista de Derecha, fue como funcionario muy poquita cosa”.
En el primer sexenio panista, explica Arriola Woog, el modelo gerencial fue un fracaso y no se promovió la competitividad, a pesar de haberse encomendado la Secretaría de Economía a dos empresarios: Luis Ernesto Derbez y Fernando Canales. Además, el país padeció una política exterior errática por los pleitos del “vanidoso y frívolo” Jorge Castañeda. El resultado: “Estamos en calidad de provincia del imperio”.
Y reprocha: “Por supuesto, la esperanza –es decir, la capacidad del país para luchar, para ser uno mismo, para dar trabajo, para combatir la injusticia– se perdió con Fox”.
La claudicación ante la Iglesia Católica es otro ejemplo del retroceso, y prueba de ello, puntualiza, es el acto del lunes 19 encabezado por el secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, en el Teatro de la República, en Querétaro, el recinto donde se promulgó la Constitución de 1917 y se estrenó el Himno Nacional.
“No hay democracia sin Estado laico, pero desgraciadamente hay un retroceso. Ese acto es un desafío de la Iglesia Católica a la República y al Estado laico. Ellos dicen: ‘El lugar donde se proclamó la Constitución y donde se creó en Partido Nacional Revolucionario, ya fue tomado por la iglesia’.
“Fue una insolencia, porque podían haber hecho lo mismo en la Basílica de Guadalupe, en San Juan de los Lagos o en cualquier recinto eclesiástico. Pero ir al Teatro de la República es una provocación. Ese es uno de los saldos negativos de Fox.”
–Pero fue Felipe Calderón, el sucesor de Fox, quien dio todas las facilidades a la Iglesia Católica, y en la inauguración del Congreso Nacional de las Familias se ostentó como creyente.
–Sí, pero la víspera el vocero del arzobispado anunció la creación de un partido católico. Es un chantaje que le hicieron a Calderón para obligarlo a que su discurso se abriera. El PAN siempre supuso que era el partido católico y, cuando le dicen que van a crear un partido católico, en realidad le están diciendo: “O nos haces caso o nos vamos del PAN”. Es otro desafío eclesiástico.
–¿Y Calderón cedió?
–Sí, cede al chantaje, y es gravísimo. Esto obedece a que el PAN no tiene obreros ni campesinos organizados; tiene cuadros, votantes, simpatizantes, pero no es un partido orgánico, como lo puede ser el PRD o el PRI. El PAN es un partido sin apoyos reales, salvo la iglesia.
Arriola recuerda que Calderón aseguró en su campaña que sus creencias no serían impedimento para encabezar un Estado laico, pero coteja ese compromiso con los hechos. “Muy bien dicho, pero ha cedido en una cuestión tan importante”.
Y lo compara con Fox: “Tiene más experiencia, pero también resabios muy marcados de la cultura panista, tanto por su familia como por su militancia. Y los resabios son, sobre todo, el miedo al poder, a gobernar y a tomar decisiones”.
La ley de las oligarquías
El “miedo a gobernar” es la tesis del libro Arriola Woog, militante de las juventudes panistas entre los 15 y 20 años de edad junto a Manuel Rodríguez Lapuente y Hugo Gutiérrez Vega, quienes debieron renunciar –asegura– por la negativa del PAN a generar una clase política de la que hasta ahora carece.
“El tema del poder dentro del PAN es el hilo conductor de este nuevo libro sobre el partido. Nuevo porque el desempeño del presidente Fox, de las autoridades estatales y municipales, así como sus legisladores cuando éstos dejaron de ser oposición, iluminó, desde otra perspectiva, la naturaleza del PAN y su relación con el poder”, expone.
Investigador de El Colegio de México, del que fue secretario general, Arriola Woog ya se había ocupado del partido que hoy gobierna a nivel federal desde 1994, cuando publicó Ensayos sobre el PAN, editado por Miguel Angel Porrúa. Ahora ha elaborado una rigurosa disección sobre su ineptitud en el ejercicio del poder.
Arriola afirma que las limitaciones del PAN para gobernar se encuentran en su propia historia y su concepción sobre el poder, su relación con el gobierno y el sistema político, así como las disputas internas:
“En las biografías de los fundadores, en las circunstancias que rodearon el nacimiento del partido y en los puntos de doctrina pueden encontrarse las raíces de actitudes y comportamientos que generaron una cultura antipolítica: desconfianza, cuando no temor, en el poder; rechazo a la negociación y al acuerdo, vistos como traición a la pureza doctrinal: oposición sistemática al liberalismo y a la Revolución mexicana, a la modernidad en suma, y la condena de las legítimas ambiciones políticas de sus militantes.”
Por ello, Arriola es rotundo: “La historia del PAN es una historia plana, ya que jamás se embarcaron en travesía alguna; prefirieron la navegación de cabotaje que les brindaba refugio seguro contra aguas procelosas. Tampoco contaron con figuras de gran calado que hayan trascendido su tiempo y circunstancia. Es una historia sin sabios ni políticos, sin héroes ni santos”.
Filoso, el autor dice que la sagacidad y la osadía no se encuentran en la naturaleza de sus líderes. Las excepciones son, como políticos, Gómez Morín, Adolfo Christlieb Ibarrola y Diego Fernández de Cevallos, y como “gente de pluma”, González Luna, José González Morfín y Castillo Peraza.
Autor también de Los empresarios y el Estado, 1970-1982, y Cómo gobierna el PAN, Arriola Woog expone que en su nuevo libro habla del “miedo racional” de los panistas a “asumir una tarea ante la cual no se sienten capacitados”, algo que les viene de origen:
“Los panistas pensaron, durante 60 años, que los problemas del país se resolverían con mayor honradez, democracia y eficacia, y que ellos eran los portadores de esos remedios. Fue una visión muy maniquea y descuidaron la parte política, por lo menos hasta el sexenio de Carlos Salinas. Entonces, una vez que llegan al poder experimentan un miedo espantoso, porque carecen del oficio político, y para gobernar se necesita política, política y más política.”
–Pero, en los hechos, ¿los panistas han sido coherentes con la honradez, la eficacia y la democracia?
–No, definitivamente. Pero no hay que sorprendernos ni escandalizarnos.
Arriola expone que, como lo han acreditado los estudiosos, la política no es maniquea: “Por eso han fracasado los panistas, porque nunca tomaron en cuenta la naturaleza humana que, como bien dice Maquiavelo, tiene su lado espiritual divino, y la parte bestial. Entonces, claro, los panistas son tan humanos como los priistas y los perredistas”.
Moral ramplona
Desde su origen el PAN tuvo un dilema: convertirse en un auténtico partido político o ser un movimiento antisistema, como lo fue durante años. Incluso, “por loable interés político, por vocación democrática o por ética de la responsabilidad, fue el gobierno (priísta) el que rescató al PAN de la ‘mendicidad cívica’ y lo sacó del gueto en el que se había encerrado” mediante sucesivas reformas.
El PAN tampoco ha logrado crear una clase política, porque hasta Gómez Morín y González Luna se opusieron, Sólo hasta del sexenio de Carlos Salinas comienzan a profesionalizarse, aunque todavía de manera limitada:
“En el PAN prácticamente no ha habido intelectuales, empezando por los fundadores: Gómez Morín era un tecnócrata, que es lo opuesto a un intelectual, y González Luna –en cuyo despacho de Guadalajara trabajé–, aunque era un hombre de letras, tenía una ortodoxia católica decimonónica y no era político.”
El primer intelectual panista es Adolfo Christlieb Ibarrola, dice, y no hubo otro hasta Carlos Castillo Peraza, quien le da consistencia a los argumentos de la negociación del PAN con Salinas y comienza a deponer el carácter antisistema de ese partido.
“Yo creo que Castillo Peraza es el primero que hace ideología, en el mejor sentido de la palabra; es decir, legitima el acercamiento a Salinas y la negociación con el gobierno. Junto con Alvarez y Fernández de Cevallos, hicieron una troika maravillosa, y gracias a eso el PAN dejó el período que Rafael Segovia llama paleopolítico y entra realmente a la política”.
Sobre las disputas abiertas y soterradas en el PAN, Arriola dice que los panistas se han encontrado con la llamada ley de hierro de las oligarquías: una minoría controla las instituciones, ya sea una iglesia, un partido o una asociación empresarial. “Volvemos otra vez a esa moral muy ramplona: Ellos pensaban que serían demócratas por definición, per secula seculorum, y no…”.
Lo que hoy se dirime en el PAN, dice, ocurre en cualquier partido político en México y en el mundo, y se recurre a recursos a menudo deleznables, porque la política ha sido la misma desde hace 2 mil 500 años, lo es ahora y será la misma en el futuro: “Maquiavelo tenía razón. Punto”.
En ese sentido, “no hay victoria cultura del PAN ni victoria cultural del PRI. Lo que el PAN está descubriendo, y le da miedo –por eso el título de mi libro–, es que la política, como dice Weber, a veces tiene que recurrir a medios dudosos para alcanzar sus fines”.
Después de militar en el PAN hace medio siglo y ser líder juvenil en Jalisco, en cuyo carácter participó en la campaña presidencial de Luis H. Álvarez, en 1958, Arriola Woog fue colaborador de Jesús Reyes Heroles en la Secretaría de Educación Pública. Volvió a la participación política como director general de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación en 1997, con Emilio Chuayffet. Luego sería director de la revista Examen del Partido Revolucionario Institucional. “Yo creo que tengo naturaleza de opositor”, bromea.
Arriola afirma que su militancia en el PRI no desnaturaliza el estudio sobre el PAN, aunque aclara: “La pureza académica no existe”.
Y sobre su implacable juicio sobre Fox, expone: “Sí soy severo con Fox, muy severo, y no por priista. Lo que siempre me molestó de Fox, desde su campaña, fue la frivolidad. La gente que no toma en serio su cargo me parece criminal, sobre todo cuando tiene responsabilidades públicas. Él y sus funcionarios fueron frívolos”.
Concluye: “Yo diría que Marta Sahagún era más seria que Fox y, desde luego, con mayor sentido político. Es una severidad que no uso con Luis H. Álvarez ni con Castillo Peraza ni con González Luna, pero sí con Fox por su frivolidad y cobardía. Calderón puede tener muchos defectos, pero no es un hombre frívolo”.
(Alvaro Delgado/APRO)
Por Esto!
Líder juvenil del Partido Acción Nacional (PAN) cuando Luis H. alvarez fue candidato presidencial, colaborador de Efraín González Luna y amigo de Carlos Castillo Peraza, Carlos Arriola Woog juzga a los gobiernos panistas:
“Han mostrado pobreza intelectual, moral y política. Están todavía en la ‘mendicidad cívica’, como decía Manuel Gómez Morín, pidiendo apoyos por todos lados: a Elba Esther Gordillo, al clero, a los grandes empresarios, a Estados Unidos. Es deprimente.”
Entrevistado con motivo de la publicación de su libro El miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN, que la Editorial Océano pondrá en circulación esta semana y en el que examina las limitaciones de los panistas en el ejercicio del poder, Arriola Woog es implacable con Vicente Fox:
“Es una lástima que, después de 60 años de haberse fundado el PAN, haya llegado al poder un hombre que no era panista en el fondo, una persona frívola y cobarde. El mismo confesó que era incapaz de tomar decisiones y que por eso se apoyaba en su mujer. Es trágico para el PAN que haya llegado un presidente tan apocado. Siempre presumió de muy macho y varonil, pero a la hora de ejercer el poder se echó para atrás”.
Por eso el gobierno de Fox fue un desastre: “Con él y Josefina Vázquez Mota comenzó la utilización de la SEDESOL para ganar votos”, mientas que la corrupción no cedió y el responsable de combatirla, Francisco Barrio, claudicó: “Hombre sin imaginación ni talento político; aunque buen orador y populista de Derecha, fue como funcionario muy poquita cosa”.
En el primer sexenio panista, explica Arriola Woog, el modelo gerencial fue un fracaso y no se promovió la competitividad, a pesar de haberse encomendado la Secretaría de Economía a dos empresarios: Luis Ernesto Derbez y Fernando Canales. Además, el país padeció una política exterior errática por los pleitos del “vanidoso y frívolo” Jorge Castañeda. El resultado: “Estamos en calidad de provincia del imperio”.
Y reprocha: “Por supuesto, la esperanza –es decir, la capacidad del país para luchar, para ser uno mismo, para dar trabajo, para combatir la injusticia– se perdió con Fox”.
La claudicación ante la Iglesia Católica es otro ejemplo del retroceso, y prueba de ello, puntualiza, es el acto del lunes 19 encabezado por el secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, en el Teatro de la República, en Querétaro, el recinto donde se promulgó la Constitución de 1917 y se estrenó el Himno Nacional.
“No hay democracia sin Estado laico, pero desgraciadamente hay un retroceso. Ese acto es un desafío de la Iglesia Católica a la República y al Estado laico. Ellos dicen: ‘El lugar donde se proclamó la Constitución y donde se creó en Partido Nacional Revolucionario, ya fue tomado por la iglesia’.
“Fue una insolencia, porque podían haber hecho lo mismo en la Basílica de Guadalupe, en San Juan de los Lagos o en cualquier recinto eclesiástico. Pero ir al Teatro de la República es una provocación. Ese es uno de los saldos negativos de Fox.”
–Pero fue Felipe Calderón, el sucesor de Fox, quien dio todas las facilidades a la Iglesia Católica, y en la inauguración del Congreso Nacional de las Familias se ostentó como creyente.
–Sí, pero la víspera el vocero del arzobispado anunció la creación de un partido católico. Es un chantaje que le hicieron a Calderón para obligarlo a que su discurso se abriera. El PAN siempre supuso que era el partido católico y, cuando le dicen que van a crear un partido católico, en realidad le están diciendo: “O nos haces caso o nos vamos del PAN”. Es otro desafío eclesiástico.
–¿Y Calderón cedió?
–Sí, cede al chantaje, y es gravísimo. Esto obedece a que el PAN no tiene obreros ni campesinos organizados; tiene cuadros, votantes, simpatizantes, pero no es un partido orgánico, como lo puede ser el PRD o el PRI. El PAN es un partido sin apoyos reales, salvo la iglesia.
Arriola recuerda que Calderón aseguró en su campaña que sus creencias no serían impedimento para encabezar un Estado laico, pero coteja ese compromiso con los hechos. “Muy bien dicho, pero ha cedido en una cuestión tan importante”.
Y lo compara con Fox: “Tiene más experiencia, pero también resabios muy marcados de la cultura panista, tanto por su familia como por su militancia. Y los resabios son, sobre todo, el miedo al poder, a gobernar y a tomar decisiones”.
La ley de las oligarquías
El “miedo a gobernar” es la tesis del libro Arriola Woog, militante de las juventudes panistas entre los 15 y 20 años de edad junto a Manuel Rodríguez Lapuente y Hugo Gutiérrez Vega, quienes debieron renunciar –asegura– por la negativa del PAN a generar una clase política de la que hasta ahora carece.
“El tema del poder dentro del PAN es el hilo conductor de este nuevo libro sobre el partido. Nuevo porque el desempeño del presidente Fox, de las autoridades estatales y municipales, así como sus legisladores cuando éstos dejaron de ser oposición, iluminó, desde otra perspectiva, la naturaleza del PAN y su relación con el poder”, expone.
Investigador de El Colegio de México, del que fue secretario general, Arriola Woog ya se había ocupado del partido que hoy gobierna a nivel federal desde 1994, cuando publicó Ensayos sobre el PAN, editado por Miguel Angel Porrúa. Ahora ha elaborado una rigurosa disección sobre su ineptitud en el ejercicio del poder.
Arriola afirma que las limitaciones del PAN para gobernar se encuentran en su propia historia y su concepción sobre el poder, su relación con el gobierno y el sistema político, así como las disputas internas:
“En las biografías de los fundadores, en las circunstancias que rodearon el nacimiento del partido y en los puntos de doctrina pueden encontrarse las raíces de actitudes y comportamientos que generaron una cultura antipolítica: desconfianza, cuando no temor, en el poder; rechazo a la negociación y al acuerdo, vistos como traición a la pureza doctrinal: oposición sistemática al liberalismo y a la Revolución mexicana, a la modernidad en suma, y la condena de las legítimas ambiciones políticas de sus militantes.”
Por ello, Arriola es rotundo: “La historia del PAN es una historia plana, ya que jamás se embarcaron en travesía alguna; prefirieron la navegación de cabotaje que les brindaba refugio seguro contra aguas procelosas. Tampoco contaron con figuras de gran calado que hayan trascendido su tiempo y circunstancia. Es una historia sin sabios ni políticos, sin héroes ni santos”.
Filoso, el autor dice que la sagacidad y la osadía no se encuentran en la naturaleza de sus líderes. Las excepciones son, como políticos, Gómez Morín, Adolfo Christlieb Ibarrola y Diego Fernández de Cevallos, y como “gente de pluma”, González Luna, José González Morfín y Castillo Peraza.
Autor también de Los empresarios y el Estado, 1970-1982, y Cómo gobierna el PAN, Arriola Woog expone que en su nuevo libro habla del “miedo racional” de los panistas a “asumir una tarea ante la cual no se sienten capacitados”, algo que les viene de origen:
“Los panistas pensaron, durante 60 años, que los problemas del país se resolverían con mayor honradez, democracia y eficacia, y que ellos eran los portadores de esos remedios. Fue una visión muy maniquea y descuidaron la parte política, por lo menos hasta el sexenio de Carlos Salinas. Entonces, una vez que llegan al poder experimentan un miedo espantoso, porque carecen del oficio político, y para gobernar se necesita política, política y más política.”
–Pero, en los hechos, ¿los panistas han sido coherentes con la honradez, la eficacia y la democracia?
–No, definitivamente. Pero no hay que sorprendernos ni escandalizarnos.
Arriola expone que, como lo han acreditado los estudiosos, la política no es maniquea: “Por eso han fracasado los panistas, porque nunca tomaron en cuenta la naturaleza humana que, como bien dice Maquiavelo, tiene su lado espiritual divino, y la parte bestial. Entonces, claro, los panistas son tan humanos como los priistas y los perredistas”.
Moral ramplona
Desde su origen el PAN tuvo un dilema: convertirse en un auténtico partido político o ser un movimiento antisistema, como lo fue durante años. Incluso, “por loable interés político, por vocación democrática o por ética de la responsabilidad, fue el gobierno (priísta) el que rescató al PAN de la ‘mendicidad cívica’ y lo sacó del gueto en el que se había encerrado” mediante sucesivas reformas.
El PAN tampoco ha logrado crear una clase política, porque hasta Gómez Morín y González Luna se opusieron, Sólo hasta del sexenio de Carlos Salinas comienzan a profesionalizarse, aunque todavía de manera limitada:
“En el PAN prácticamente no ha habido intelectuales, empezando por los fundadores: Gómez Morín era un tecnócrata, que es lo opuesto a un intelectual, y González Luna –en cuyo despacho de Guadalajara trabajé–, aunque era un hombre de letras, tenía una ortodoxia católica decimonónica y no era político.”
El primer intelectual panista es Adolfo Christlieb Ibarrola, dice, y no hubo otro hasta Carlos Castillo Peraza, quien le da consistencia a los argumentos de la negociación del PAN con Salinas y comienza a deponer el carácter antisistema de ese partido.
“Yo creo que Castillo Peraza es el primero que hace ideología, en el mejor sentido de la palabra; es decir, legitima el acercamiento a Salinas y la negociación con el gobierno. Junto con Alvarez y Fernández de Cevallos, hicieron una troika maravillosa, y gracias a eso el PAN dejó el período que Rafael Segovia llama paleopolítico y entra realmente a la política”.
Sobre las disputas abiertas y soterradas en el PAN, Arriola dice que los panistas se han encontrado con la llamada ley de hierro de las oligarquías: una minoría controla las instituciones, ya sea una iglesia, un partido o una asociación empresarial. “Volvemos otra vez a esa moral muy ramplona: Ellos pensaban que serían demócratas por definición, per secula seculorum, y no…”.
Lo que hoy se dirime en el PAN, dice, ocurre en cualquier partido político en México y en el mundo, y se recurre a recursos a menudo deleznables, porque la política ha sido la misma desde hace 2 mil 500 años, lo es ahora y será la misma en el futuro: “Maquiavelo tenía razón. Punto”.
En ese sentido, “no hay victoria cultura del PAN ni victoria cultural del PRI. Lo que el PAN está descubriendo, y le da miedo –por eso el título de mi libro–, es que la política, como dice Weber, a veces tiene que recurrir a medios dudosos para alcanzar sus fines”.
Después de militar en el PAN hace medio siglo y ser líder juvenil en Jalisco, en cuyo carácter participó en la campaña presidencial de Luis H. Álvarez, en 1958, Arriola Woog fue colaborador de Jesús Reyes Heroles en la Secretaría de Educación Pública. Volvió a la participación política como director general de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación en 1997, con Emilio Chuayffet. Luego sería director de la revista Examen del Partido Revolucionario Institucional. “Yo creo que tengo naturaleza de opositor”, bromea.
Arriola afirma que su militancia en el PRI no desnaturaliza el estudio sobre el PAN, aunque aclara: “La pureza académica no existe”.
Y sobre su implacable juicio sobre Fox, expone: “Sí soy severo con Fox, muy severo, y no por priista. Lo que siempre me molestó de Fox, desde su campaña, fue la frivolidad. La gente que no toma en serio su cargo me parece criminal, sobre todo cuando tiene responsabilidades públicas. Él y sus funcionarios fueron frívolos”.
Concluye: “Yo diría que Marta Sahagún era más seria que Fox y, desde luego, con mayor sentido político. Es una severidad que no uso con Luis H. Álvarez ni con Castillo Peraza ni con González Luna, pero sí con Fox por su frivolidad y cobardía. Calderón puede tener muchos defectos, pero no es un hombre frívolo”.
(Alvaro Delgado/APRO)
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