sábado, 9 de mayo de 2009

La pandemia: como anillo al dedo

May
09
2009
La pandemia: como anillo al dedo

Pedro Díaz Arcia

Me gusta repetir que la mejor manera de ocultar un elefante -a no ser que sea blanco- es colocarlo en una manada.
En 1981 la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) introdujo en Cuba la primera gran epidemia en el hemisferio occidental del dengue y su forma más grave, el dengue hemorrágico (DH).
En 1984, en un juicio que se celebró en New York, acusado por numerosos crímenes, Eduardo Arocena, responsable de la organización terrorista anticubana, Omega-7 y sicario de la CIA, se jactó ante un jurado de haber introducido en la Isla el virus que afectó a 344,203 personas -de las cuales 158 fallecieron- de ellos 101 niños.
Sólo la inmediata y masiva movilización del pueblo y sus autoridades, apoyados en un programa de control masivo que incluyó un sistema de vigilancia y una red de laboratorios de diagnóstico y tratamientos bien establecidos, pudo detener y eliminar la mortal epidemia. Lo cual no significa que el país se haya dormido en los laureles.
Ante el avance de la actual pandemia, con origen en la hermana nación azteca, no faltan las voces en el mundo que se preguntan si el nuevo virus y hasta la campaña mediática que lo acompaña no ocultan “otros pecados capitales”.
¿Estarán las manos de los consorcios internacionales de la banca; oscuros servicios de inteligencia; las trasnacionales farmacéuticas; así como espurios intereses políticos -que comen todos en el mismo plato- tras el enigmático entramado?
Para quienes pretenden ocultar lo inocultable, la pandemia les viene como anillo al dedo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una seria alerta al advertir que la pandemia, que no es virtual, podría afectar a un tercio de la población del mundo; porque una vez abierta la Caja de Pandora - sin conocer al posible autor de la violación- no queda otra alternativa que la prevención y la inmediata búsqueda de soluciones, para quienes puedan…
En la constante sucesión de reportes de tantos casos infectados por acá o de tantos por allá, la recesión, en su terquedad, no cede a las medidas emergentes para detenerla, mientras crece la desconfianza en la solución a corto plazo de la crisis económica.
Los precios de las acciones cerraron el jueves a la baja en Wall Street, ante la preocupación de los inversionistas sobre la capacidad del gobierno en una urgente captación de fondos para enfrentar la recesión; no obstante los informes de relativa “recuperación” que rebotan de cuando en cuando en las bolsas bursátiles como pelotas en la cancha.
Al decir de un estratega en la materia: “Este mercado ha comenzado a digerir muchas sorpresas positivas”. O lo que es lo mismo: que no cree ni en su sombra.
Recientemente una especie de psiquiatría bancaria, bajo la dirección de la Reserva Federal (FED), ha determinado mediante pruebas de “estrés” que si bien el estado financiero y la economía en general están aliviando, como las represas cuando las desborda el agua, no están plenamente recuperados.
El estudio demostró que 10 de los 19 bancos más grandes del país necesitan una nueva inyección de 75,000 millones de dólares para soportar las pérdidas en caso de que la situación empeore.
De producirse el siniestro escenario las mermas bancarias podrían elevarse a la astronómica cifra de 600,000 millones de dólares en el período 2009-2010.
Aunque las autoridades financieras, que esperan un repunte de la confianza en las riesgosas entidades bancarias, indicaron que no permitirán que ninguno de los bancos colapse.
El jueves se dio a conocer que la General Motors (GM) perdió, durante el primer trimestre del año, 2,700 millones más que en igual período de 2008, con un desplome de sus ingresos ascendentes al 52,8%.
El emporio automovilístico dispone hasta el próximo primero de junio para reestructurar su deuda, las cargas financieras y sus operaciones o tendrá que declararse en quiebra siguiendo los pasos de la Chrysler.
Ante estas tétricas perspectivas un economista, de seguro atacado por un virus de optimismo, afirmó que “Mirando el panorama amplio, se puede decir que las cosas no están tan mal para la industria financiera en su conjunto”.
Claro, hay que dar por descontado: que siempre las cosas podrían ser peores.
Por Esto!

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