Mar 23 2009 |
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Isabel Arvide
Sin Gafete
Doble lectura de la captura de El Canicón
Sin Gafete
Doble lectura de la captura de El Canicón
Había cometido un grave error. En forma y fondo. Simplemente se confundió al medir fuerza, a creer que la impunidad era una garantía de por vida, tal vez debería decir incluso “de por muerte”.
Lo cierto es que uno de los sicarios más sanguinarios, más buscados, más temidos, fue detenido sin disparar un solo tiro.
Y que Sigifredo Nájera Talamantes, El Canicón, erró la perspectiva de la realidad nacional desde la inexperiencia de su edad. Sobre todo midió mal, muy mal a sus enemigos.
Esta es la primera lectura.
Hoy el Ejército demostró capacidad de inteligencia, de investigación, de persecución, de control entre otras muchas cosas. No era para menos, el desafío era inaceptable, inmoral desde cualquier perspectiva. Este tipejo, hoy a punto de ingresar a una celda de donde no saldrá en muchos años, había asesinado a mansalva a militares que ni siquiera estaban en la línea de fuego.
En su captura intervinieron muchos factores, definitivo. Uno de ellos la ausencia de corrupción hacía el interior de las Fuerzas Armadas. Es decir, no hubo la mínima delación.
De ahí la sorpresa, el operativo singular y perfecto, en que además detuvieron a la “contadora” de Los Zetas con muchos millones de pesos en sus manos.
Esto es lo bueno, lo excelente a festejar.
La segunda lectura es menos optimista. Porque a El Canicón lo atraparon en una casa de lujo, en un fraccionamiento residencial de Saltillo, Coahuila.
¿Qué tuvo que pasar para que llegase a vivir ahí?
¿De cuántas maneras una sociedad acostumbrada a vivir en paz, en la mayor de las libertades, plena en sus derechos, no se percató de la presencia de este grupo de criminales en sus entrañas?
Esto es lo que preocupa. Y ocupa a las autoridades estatales.
Porque la presencia de criminales que ocupan la capital de Coahuila como “refugio” no ha sido un secreto, pero tampoco se había constituido en un riesgo para su tranquilidad. Y hoy todo puede cambiar.
De donde habrá que insistir en una cultura de Cero Tolerancia. Sencillamente ni El Canicón ni ningún otro criminal puede convertirse en vecino de gente buena. Para ello se necesita, además de un grado interesante en la corrupción de las policías, comenzando por las federales, una tolerancia social que no puede aceptarse. Y una respuesta de silencio.
El miedo no puede ni debe vencernos. Callar es ponerse de rodillas frente a criminales. Ningún gobierno puede combatir a la delincuencia organizada sin el apoyo, sin la participación de la sociedad. Y en Saltillo todavía es tiempo.
www.isabelarvide.com
Por Esto!
Lo cierto es que uno de los sicarios más sanguinarios, más buscados, más temidos, fue detenido sin disparar un solo tiro.
Y que Sigifredo Nájera Talamantes, El Canicón, erró la perspectiva de la realidad nacional desde la inexperiencia de su edad. Sobre todo midió mal, muy mal a sus enemigos.
Esta es la primera lectura.
Hoy el Ejército demostró capacidad de inteligencia, de investigación, de persecución, de control entre otras muchas cosas. No era para menos, el desafío era inaceptable, inmoral desde cualquier perspectiva. Este tipejo, hoy a punto de ingresar a una celda de donde no saldrá en muchos años, había asesinado a mansalva a militares que ni siquiera estaban en la línea de fuego.
En su captura intervinieron muchos factores, definitivo. Uno de ellos la ausencia de corrupción hacía el interior de las Fuerzas Armadas. Es decir, no hubo la mínima delación.
De ahí la sorpresa, el operativo singular y perfecto, en que además detuvieron a la “contadora” de Los Zetas con muchos millones de pesos en sus manos.
Esto es lo bueno, lo excelente a festejar.
La segunda lectura es menos optimista. Porque a El Canicón lo atraparon en una casa de lujo, en un fraccionamiento residencial de Saltillo, Coahuila.
¿Qué tuvo que pasar para que llegase a vivir ahí?
¿De cuántas maneras una sociedad acostumbrada a vivir en paz, en la mayor de las libertades, plena en sus derechos, no se percató de la presencia de este grupo de criminales en sus entrañas?
Esto es lo que preocupa. Y ocupa a las autoridades estatales.
Porque la presencia de criminales que ocupan la capital de Coahuila como “refugio” no ha sido un secreto, pero tampoco se había constituido en un riesgo para su tranquilidad. Y hoy todo puede cambiar.
De donde habrá que insistir en una cultura de Cero Tolerancia. Sencillamente ni El Canicón ni ningún otro criminal puede convertirse en vecino de gente buena. Para ello se necesita, además de un grado interesante en la corrupción de las policías, comenzando por las federales, una tolerancia social que no puede aceptarse. Y una respuesta de silencio.
El miedo no puede ni debe vencernos. Callar es ponerse de rodillas frente a criminales. Ningún gobierno puede combatir a la delincuencia organizada sin el apoyo, sin la participación de la sociedad. Y en Saltillo todavía es tiempo.
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Por Esto!
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