La ciudad de México es el lugar que tomó un grupo vinculado al caso Kamel Nacif-Mario Marín para operar dos albergues llamados Casitas del Sur para niños abandonados, huérfanos o en litigio familiar.
Aquí —narra a EL UNIVERSAL Marcos Francisco López, de la ONG Oficina de la Defensoría de los Derechos de la Infancia, AC, que lleva el caso de Ilse Michel, la niña desaparecida del albergue— se daba una instrucción religiosa donde la televisión y la música no cristiana estaban prohibidas, eran pecado.
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