Mar 21 2009 |
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Pedro Díaz Arcia
Sin que se tratara de un viernes 13, la guerra en Irak entró con pie de luto en su séptimo año.
En una cínica declaración el ex presidente estadounidense, George W. Bush, dijo recientemente que no criticará a Barack Obama porque el nuevo mandatario “merece” el silencio de su antecesor, y adelantó que escribirá un libro sobre las doce decisiones más difíciles que tomó en el desempeño de su cargo.
El país árabe entró en la trágica efeméride sin festejos oficiales, víctima de una de esas decisiones fatales del genocida Bush: la brutal ocupación de la milenaria nación, iniciada en la madrugada del 20 de marzo del año 2003 con un infernal bombardeo sobre el Sur de Bagdad.
Durante estos años las tropas de ocupación masacraron a cientos de miles de civiles iraquíes y detuvieron a unos 100,000 “sospechosos”, muchos de los cuales fueron arrancados de sus casas en medio de la noche, maltratados, vejados y no pocos sometidos a torturas medievales.
Es cierto que si bien ha amainado la violencia en Irak, la guerra no ha concluido.
Según declaraciones del diputado suní Osama al-Nujaifi: “El proceso político está repleto de tensiones y contradicciones y la situación en Irak se deteriorará si no hay avances políticos”.
Los ciudadanos norteamericanos sufren también las secuelas de ocho años de intolerancia, desgobierno y la violación de sus derechos constitucionales, sumidos en una crisis económica que quebró el sistema financiero, incrementó el desempleo en proporciones astronómicas y hoy los obliga al abandono de sus tratamientos médicos.
A veces resulta más fácil decidirse entre un sí y un no, aunque pueda cambiar los destinos de una nación, que escoger entre el pan o las medicinas.
De acuerdo con los resultados de una encuesta de la organización Consumer Reports muchas personas, en Estados Unidos, dejan de tomar sus medicamentos o disminuyen las dosis para ahorrar dinero, en medio de la crisis económica que las atormenta.
El estudio mostró que un 28% de los consultados, ante el alto costo de las medicinas, optan por no adquirirlas o incluso partir las pastillas por la mitad, algo que no pueden hacer con un pantalón o una blusa.
En la población hispana, como es usual, la situación es aún más grave, según la organización el 50% del segmento poblacional abandona sus tratamientos.
Por otra parte, curiosamente, el pasado viernes 13 la contracción en los gastos de aproximadamente 20 millones de estadounidenses ocasionó pérdidas que se ubican entre 800 y 900 millones de dólares este año.
Según datos aportados por un estudio de Donald Dossey fundador del Centro para el Control del Estrés y las Fobias de Carolina del Norte, “la gente no toma vuelos ni se comporta en los negocios como lo haría normalmente”.
La fecha, tradicionalmente vinculada con la mala suerte en las culturas anglosajonas, cuenta entre sus cultores a Franklin Delano Roosevelt, quien se negaba a viajar un día 13 de cualquier mes, y jamás recibió a 13 invitados en una cena.
Lo que no muestra la encuesta es la cantidad de personas para quienes cada día es un viernes 13, de cumplirse la maléfica tradición a la que muchos atribuyen un origen noruego.
En muchos países, generalmente de Africa, Asia y América Latina, no existe la alternativa: ni pan ni medicamentos.
Los expertos calculan que debido a la crisis económica y al cambio climático el número de desnutridos en el mundo podría superar este año los 1,000 millones en el mundo.
La alarmante cifra fue dada a conocer por organizaciones agrícolas del Grupo de los Ocho (G-8) reunidas en Roma en una reciente cumbre sobre la temática.
Retornando a los juicios iniciales emitidos por el ex ejecutivo en la reunión titulada “Conversación con George W. Bush”, participaron 2,000 invitados cada uno de los cuales pagó 3,100 dólares por mesa para escuchar las incoherencias de un alcohólico.
Numerosos manifestantes se congregaron en las afueras del local canadiense, donde tuvo lugar el primer discurso pronunciado por el ex mandatario desde que abandonara la Presidencia, lanzando zapatos a efigies del texano mientras portaban pancartas acusándolo de asesino.
En el colmo de la incredulidad Bush afirmó a sus comensales al referirse a Obama, “No voy a gastar mi tiempo criticándolo. Hay bastantes críticos en la arena”. “El merece mi silencio”.
Sin embargo, el actual presidente, al mofarse de los republicanos que consideran sus planes demasiado costosos, pese a ser los causantes del gran déficit cuando controlaban el Congreso y la Casa Blanca, se preguntó: “¿Dónde han estado? ¿Qué han hecho?”.
Mejor Obama se lo pregunta a las víctimas iraquíes y afganas, o a los presos en las cárceles secretas de la CIA, entre otras: porque la historia es la que no callará ante el genocidio, como no lo ha hecho con el holocausto.
Por Esto!
El país árabe entró en la trágica efeméride sin festejos oficiales, víctima de una de esas decisiones fatales del genocida Bush: la brutal ocupación de la milenaria nación, iniciada en la madrugada del 20 de marzo del año 2003 con un infernal bombardeo sobre el Sur de Bagdad.
Durante estos años las tropas de ocupación masacraron a cientos de miles de civiles iraquíes y detuvieron a unos 100,000 “sospechosos”, muchos de los cuales fueron arrancados de sus casas en medio de la noche, maltratados, vejados y no pocos sometidos a torturas medievales.
Es cierto que si bien ha amainado la violencia en Irak, la guerra no ha concluido.
Según declaraciones del diputado suní Osama al-Nujaifi: “El proceso político está repleto de tensiones y contradicciones y la situación en Irak se deteriorará si no hay avances políticos”.
Los ciudadanos norteamericanos sufren también las secuelas de ocho años de intolerancia, desgobierno y la violación de sus derechos constitucionales, sumidos en una crisis económica que quebró el sistema financiero, incrementó el desempleo en proporciones astronómicas y hoy los obliga al abandono de sus tratamientos médicos.
A veces resulta más fácil decidirse entre un sí y un no, aunque pueda cambiar los destinos de una nación, que escoger entre el pan o las medicinas.
De acuerdo con los resultados de una encuesta de la organización Consumer Reports muchas personas, en Estados Unidos, dejan de tomar sus medicamentos o disminuyen las dosis para ahorrar dinero, en medio de la crisis económica que las atormenta.
El estudio mostró que un 28% de los consultados, ante el alto costo de las medicinas, optan por no adquirirlas o incluso partir las pastillas por la mitad, algo que no pueden hacer con un pantalón o una blusa.
En la población hispana, como es usual, la situación es aún más grave, según la organización el 50% del segmento poblacional abandona sus tratamientos.
Por otra parte, curiosamente, el pasado viernes 13 la contracción en los gastos de aproximadamente 20 millones de estadounidenses ocasionó pérdidas que se ubican entre 800 y 900 millones de dólares este año.
Según datos aportados por un estudio de Donald Dossey fundador del Centro para el Control del Estrés y las Fobias de Carolina del Norte, “la gente no toma vuelos ni se comporta en los negocios como lo haría normalmente”.
La fecha, tradicionalmente vinculada con la mala suerte en las culturas anglosajonas, cuenta entre sus cultores a Franklin Delano Roosevelt, quien se negaba a viajar un día 13 de cualquier mes, y jamás recibió a 13 invitados en una cena.
Lo que no muestra la encuesta es la cantidad de personas para quienes cada día es un viernes 13, de cumplirse la maléfica tradición a la que muchos atribuyen un origen noruego.
En muchos países, generalmente de Africa, Asia y América Latina, no existe la alternativa: ni pan ni medicamentos.
Los expertos calculan que debido a la crisis económica y al cambio climático el número de desnutridos en el mundo podría superar este año los 1,000 millones en el mundo.
La alarmante cifra fue dada a conocer por organizaciones agrícolas del Grupo de los Ocho (G-8) reunidas en Roma en una reciente cumbre sobre la temática.
Retornando a los juicios iniciales emitidos por el ex ejecutivo en la reunión titulada “Conversación con George W. Bush”, participaron 2,000 invitados cada uno de los cuales pagó 3,100 dólares por mesa para escuchar las incoherencias de un alcohólico.
Numerosos manifestantes se congregaron en las afueras del local canadiense, donde tuvo lugar el primer discurso pronunciado por el ex mandatario desde que abandonara la Presidencia, lanzando zapatos a efigies del texano mientras portaban pancartas acusándolo de asesino.
En el colmo de la incredulidad Bush afirmó a sus comensales al referirse a Obama, “No voy a gastar mi tiempo criticándolo. Hay bastantes críticos en la arena”. “El merece mi silencio”.
Sin embargo, el actual presidente, al mofarse de los republicanos que consideran sus planes demasiado costosos, pese a ser los causantes del gran déficit cuando controlaban el Congreso y la Casa Blanca, se preguntó: “¿Dónde han estado? ¿Qué han hecho?”.
Mejor Obama se lo pregunta a las víctimas iraquíes y afganas, o a los presos en las cárceles secretas de la CIA, entre otras: porque la historia es la que no callará ante el genocidio, como no lo ha hecho con el holocausto.
Por Esto!
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