sábado, 21 de marzo de 2009

El Salvador: guerra sucia y brillante victoria

Mar
21
2009
El Salvador: guerra sucia y brillante victoria

Jorge Gómez Barata


La victoria popular que catapultó a la Presidencia de El Salvador a Mauricio Funes trasciende las fronteras del más pequeño de los países latinoamericanos para erigirse en hito: doscientos años después de que mediante una independencia nunca consumada, las oligarquías criollas dependientes del capital extranjero asumieran las republicas como botín, el Pueblo salvadoreño recorta al mínimo sus espacios.
Otra novedad es que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional se suma a los movimientos armados latinoamericanos que evolucionaron desde la condición de guerrilleros integrándose a la lucha política para, por los caminos tradicionales, retar a la oligarquía dependiente y proimperialista, derrotarla en su terreno y con sus armas y acceder al poder, probando de ese modo que, en el presente, la lucha armada es más un camino que un destino y puede ser asumida como parte del esfuerzo político global.
En El Salvador todo es más significativo porque la lucha y la victoria forman parte de un mismo proceso de resistencia popular a la más inmoral y sucia de las guerras intervencionistas libradas por el imperialismo norteamericano en el hemisferio, además de que, por ocurrir en un contexto excepcional, ofrece a la administración de Barack Obama la primera oportunidad de pasar de las palabras a los hechos y probar que Washington comienza a cambiar.
El hecho de que el nuevo Presidente norteamericano, el más popular desde Franklin D. Roosevelt, no haya dejado pasar la ocasión y personalmente felicitara al Primer Mandatario que desde una Izquierda joven, moderna y moderada accede al poder, a pesar de los esfuerzos por impedirlo del hombre que en este mismo trimestre ha dejado la Casa Blanca, evidencia una voluntad inédita.
Nunca antes, en ninguna época, el imperio se empleó tan a fondo, maniobró con más recursos y comprometió su credibilidad política, como bajo la égida de Reagan para cambiar el curso de la historia en Centroamérica, especialmente en El Salvador; tampoco nunca en el hemisferio Estados Unidos había encontrado una resistencia tan enconada, genuina y decisiva como la levantada por el Pueblo salvadoreño.
En ningún otro país, una vanguardia política, surgida de las entrañas del Pueblo, había mostrado la capacidad de convocatoria necesaria para sumar masivamente al Pueblo y a la juventud a la lucha armada revolucionaria y un talento innato para conducir una guerra de liberación nacional que, por su carácter letal y por la envergadura de sus operaciones, es comparable a la de Vietnam, sólo que en un espacio muchas veces menor.
Doce años de intensas luchas, cifras de víctimas estimadas en más de 70 mil muertos sobre una población que entonces no llegaba a los seis millones de habitantes, ofrecen una idea de la enconada resistencia ofrecida al alarde de fuerza de Estados Unidos, que comprometió en la confrontación a las fuerzas revolucionarias en la pequeña republica, tantos recursos como los invertidos en toda la contra insurgencia en América Latina.
Aquella hazaña realza la enorme capacidad de convocatoria del programa revolucionario que logró unir en un haz imposible de deshacer ni de quebrar a católicos, hombres y mujeres de Izquierda, elementos nacionalistas y antiimperialistas y a todos los actores sociales interesados en la lucha contra la pobreza y la exclusión y en cuyas banderas figuran con toda legitimidad Farabundo Martí y Arnulfo Romero.
No obstante su madurez, esas fuerzas necesitan estar alerta, además de frente a los enemigos de siempre, frente a sus propias prisas y ante la impaciencia de quienes llevados por una oleada de entusiasmo, quisieran avanzar demasiado a prisa y exijan en fases tempranas del proceso, resultados que necesitan tiempo, recursos y oportunidades.
El maximalismo y el fuego amigo son factores que pudieran hacerse presente y que es preciso conjurar sin desunir y sin desalentar a ningún factor y sin olvidar que el camino que condujo a la victoria, con tácticas flexibles, plurales y aperturistas, sirve también para consolidar lo alcanzado.
Por Esto!

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