La participación |
Sábado, 13 de Diciembre de 2008 00:00 |
Laura Bolaños Cadena En circunstancias digamos normales, unos países tienen niveles de delincuencia muy bajos, otros podría decirse que aceptables mientras los hay que presentan incidencias muy altas. Dentro de un mismo país hay etapas de descenso o ascenso del fenómeno. Esto no se debe a la casualidad. Para hablar de México, que es lo de nuestro interés inmediato, observamos que la delincuencia, en especial la delincuencia organizada, ya en ascenso desde el sexenio de Miguel de la Madrid, dio un salto espectacular con Fox y se dispara a grados nunca vistos bajo Felipe Calderón. ¿Son las políticas neoliberales, la pobreza, el desempleo? Sí, pero el asunto tiene raíces más profundas y complicadas que arrancan desde el establecimiento de los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana. Con todos los innegables beneficios que ésta trajo al país, hay males que no se evitaron y que se fueron incrementando a lo largo del tiempo y condujeron a la pérdida de la confianza y de la esperanza por parte de la población. En general el mexicano tenía orgullo de su país, y si bien las cosas no marchaban de manera óptima, mantenía la esperanza en que podían mejorar... hasta que uno tras otro, los desengaños comenzaron a minar el optimismo. Se habían perdido los ideales por los que se luchó en la Revolución. Cuando surgieron los brotes de inconformidad, el gobierno no encontró más respuesta que la fuerza. Se dio a aplastar cuanto podía amenazar la continuidad del régimen y sus vicios. En manos cada vez más ineptas, la economía empezó a declinar y fueron descuidados aspectos que habían sido razón de ser del sistema. Renglones fundamentales como la educación en lo social y las empresas estatales en lo económico, se iban deteriorando carcomidos por la corrupción. Se perdían los restos de la confianza y la esperanza. Si en lo social fueron determinantes para esa pérdida las represiones de los años sesenta, setenta y ochenta, en lo económico las crisis que afectaron el sistema a partir del sexenio echeverrista le dieron la puntilla. Faltaban ya nada más los enterradores que acelerarían el deterioro del país, pero preservando los privilegios de los ricos y poderosos. De la Madrid le dejó el negocio bien encaminado a Salinas quien inició la debacle que nos ha conducido hasta donde estamos. Cada uno de los herederos del poder ha puesto su contribución para acabar de uncir al país al carro de los poderosos del planeta, o sea a la globalización de sus intereses. Y los que quieren entrar al círculo de la riqueza y el poder o teniendo ya participación quieren incrementarla por cualquier medio, han encontrado en la delincuencia organizada el camino óptimo en la delincuencia organizada, sobre todo en México donde la regla para los grandes delincuentes es la impunidad. El gobierno actual está demostrando que no quiere, no puede o es incapaz para atajar esta avalancha. Felipe Calderón desató una guerra que no encuentra cómo detener. Y nosotros, las víctimas, nos encontramos al parecer inermes. Las protestas, la exigencia son inútiles mientras no se dan en forma organizada. El trabajo político de Andrés Manuel va en este sentido. Está tratando de que las medidas que se propongan se hagan de forma organizada, pero hace falta abarcar a partes de la sociedad que ya se encuentran de una u otra forma organizadas, como los sindicatos obreros. Es en el control de los trabajadores donde el sistema ha basado su fuerza; y hasta ahora ningún partido o movimiento político ha logrado ejercer una influencia decisiva en ese sector. Las derrotas de la clase obrera, que no logró ninguna victoria importante después del sexenio cardenista; que ha sufrido los errores e inconsecuencias de los partidos que trataron de conducirla, la dejó prácticamente inerme ante las centrales oficialistas y los líderes charros. De los sindicatos independientes que dieron magníficas batallas y fueron aplastados por Miguel de la Madrid, quedan pocos sobrevivientes; y no los hemos visto actuar ni en un asunto vital para el país como fue el debate sobre PEMEX ni en asuntos tan graves como el actual de la seguridad. Mientras los partidos se conforman con nutrir sus filas con sectores marginales de las ciudades, pero no se preocupan por acercarse a la clase trabajadora. Otro sector olvidado es la juventud. Con tristeza vimos que pese a los esfuerzos de algunos maestros universitarios, los jóvenes estuvieron prácticamente ausentes de la cuestión petrolera como si les fuera ajena. En las grandes concentraciones encabezadas por Andrés Manuel, la asistencia mayoritaria es de adultos y viejos. Muchas mujeres, sí, pero tampoco mujeres jóvenes en cantidad apreciable. Del desengaño, la apatía, la indiferencia, se nutre el poder de los privilegiados y es el terreno abonado para el reino de terror que está imponiendo la delincuencia. Sólo la fuerza civil organizada puede obligar al gobierno a actuar de manera eficiente para detener esta espiral de violencia y sobre todo, tomar verdaderas medidas para prevenir el delito. También en la prevención los ciudadanos tienen un gran papel que jugar. Sin la participación de la sociedad nada o muy poco se puede hacer.Por Esto! |
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