TIJUANA, BC.— Sandy se deshizo de joyas y carro para afrontar las deudas. Bastaron unas semanas de crisis, acaso dos meses, para que las ganancias por trabajar de teibolera en un bar de la localidad pasaran de 2 mil y hasta 3 mil pesos diarios a sólo 100 pesos por jornada.
Ya sea por la inseguridad que prevalece en esta frontera o por la crisis económica en Estados Unidos, causas a las que atribuyen los empresarios la situación que enfrentan, la actividad de la Zona Norte —abarca seis manzanas del centro de Tijuana— es cada vez menor.
En los últimos 60 días, casi 300 personas han muerto asesinadas, la tercera parte de los homicidios registrados en el año.
Además, los comerciantes acusan que los secuestros, cuyas noticias han trascendido fronteras; los abusos policiacos contra turistas, que aunque han bajado se suman a los robos y asaltos, y la tardanza en los cruces a Estados Unidos, acabaron por desalentar a los visitantes que venían a “disfrutar” de lo que alguna vez fue el atractivo principal de esta ciudad.
Las calles, antes dinámicas por la constante llegada de clientes locales y extranjeros, ahora lucen casi desiertas. Algunos trabajadores del área se mezclan con policías, quienes, aun con sus recorridos, no impiden la venta de drogas en algún callejón.
Al fondo, la música no para de tocar, mientras algunos mariachis piden un dólar por dejarse fotografiar, en tanto esperan a ser contratados.
Sandy cumplió 20 años el día que salió de Guadalajara, en 2002. Iba a Estados Unidos, pero dos mujeres que conoció cuando buscaba ayuda para cruzar la frontera, la convencieron de que trabajara aquí. Le hablaron de las ganancias y del riesgo de ser detenida al intentar llegar sin documentos al vecino país, y entonces decidió quedarse.
“Al principio se me hacía raro bailar casi desnuda ante un tubo, frente a desconocidos”. Dice que las miradas lascivas le intimidaban, pero cuando en unas horas comenzó a recibir en propinas lo que pensaba ganar en días o semanas de trabajo, hizo a un lado sus reticencias.
Dejarse de prejuicios y llevar una improvisada coreografía ante tubos, aros y espejos, con una canción de moda de fondo, le permitió ayudar a su familia a comprar un terreno en Guadalajara, además de pagar sus necesidades en Tijuana.
Aunque a su madre le comentó que trabaja en una oficina, ha bailado en diferentes bares, ante jóvenes, viejos, mexicanos, extranjeros, y en ocasiones para algunas mujeres: “Nunca por sexo, porque de ese paso ya no hay vuelta atrás”.
Sin embargo, los “buenos tiempos” se acabaron. “Si al principio me fue muy, muy bien, ahora me va muy, muy mal”, dice y agrega que piensa en cambiar de trabajo.Julieta Martinez.
El Universal
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