jueves, 7 de mayo de 2009

Mendicantes

La dificultad es una excusa que la historia nunca acepta: John F. Kennedy


UN MILLONCITO DE dólares por aquí… Otro milloncito de euros por allá… Antivirales, cubrebocas, guantes de látex que nos envían ¿for free? allende las fronteras… Laboratorios que ante los apuros nos obsequian ¿generosas? las potencias mundiales… Víveres que nos regresan desde naciones más desarrolladas, como ya lo es Haití… Y hasta mexicanos repatriados de naciones a las que, patrioteros, calificamos como hostiles a nuestro dolor.

Lo peor de todo: las imágenes que algunas de estas acciones proyectan: El señor y la señora Calderón, que salen furtivos de Los Pinos durante las madrugadas, al pie de las escalerillas de los aviones en los que llegan mercancías o personas.

Retrato fiel de indigencia, pienso yo, al pensar en los miles de personas que también en la oscuridad de las noches acuden, por ejemplo, a los restaurantes de postín a recoger los sobrantes de las cocinas para nutrir su supervivencia. “Escamocha” que le llamaban y vendían en la calle del Órgano, en las proximidades de la Lagunilla de la capital nacional. Mendigos. Paupérrimos. Sin vergüenza o (más) apocamiento.

Algo nos sucedió desde que inició el milenio. No nos estancamos. De plano nos fuimos varios siglos atrás. Dependemos ahora de lo que desde afuera quieran darnos. Desde información hasta tecnología, pues la Administración calderonista no sólo tiene que ser avisada desde Canadá, Estados Unidos o Suiza de lo que sucede en su propio territorio, también, por supuesto, debe depender de lo que desde el exterior quieran mandarnos para cubrir las enormes carencias y deficiencias que aquí privan.

No hay trabajo serio. Sólo excusas. Lo ejemplifica a la perfección el dizque secretario de Turismo de la fallida administración federal, Rodolfo Elizondo, quien ya desde antes de la emergencia sanitaria justificaba su fracaso inculpando a los Estados Unidos de la muy sensible baja de visitantes extranjeros a nuestro país.

Y es justo una semana antes del Día D, el jueves 16 de abril –la “emergencia” se decretó el 23- Elizondo apuntó hacia “la mala promoción que Estados Unidos ha hecho sobre México en temas de seguridad y la crisis económica” cual causante de “un desplome del 7.5% en las divisas turísticas durante el primer bimestre de 2009, con relación al mismo periodo del año pasado”.

¡Ah qué gringos tan canijos!, ¿no cree usted? Mire que agarrar a México de “su puerquito” y que aquí no hay ni siquiera un oink, oink, sino puras lágrimas de cocodrilo, para no variar.

Aparte de business con seguros para Pemex, terrenos de Fonatur y todo lo que los “coyotes” arrimen a las puertas del edificio de Presidente Mazaryk, ¿qué ha hecho la Sectur para contrarrestar ya no el desplome post “crisis sanitaria” –¿50%?, ¿más?-, sino el descrito por el propio Elizondo antes de que iniciara lo peor? Nada. Absolutamente nada.

Por eso es que, ante la debacle turística, los medios no acuden a Elizondo, sino al secretario de Hacienda, Agustín Carstens, para que les explique cómo es que la fallida Administración federal intentará rescatar al sector que, en teoría, aporta (ba) la mayor cantidad de divisas a la economía mexicana.

No hay trabajo en esa área. Demasiado sería pedir que hubiese un mínimo de imaginación.
Zocalo-Saltillo

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