Apr 07 2009 |
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* La ciudad medieval, conocida por sus monumentos artísticos, parece bombardeada, con pedazos de edificios y cúmulos de tierra / Huyen los turistas / Temor por las réplicas
ROMA, Italia, 6 de abril (AFP/DPA).- Mientras los socorristas rescatan sobrevivientes y retiran cuerpos sin vida de los escombros de L’Aquila, ciudad del Centro de Italia sacudida el lunes por un fuerte sismo que dejó al menos 150 muertos y 70,000 damnificados, María Franscesco llora frente a lo que era su casa y afirma: “viví 20 segundos en el infierno”.
“Viví 20 segundos en el infierno. Mi casa de derrumbó, quedó destruida, no se puede recuperar nada”, asegura a la AFP mientras mira lo que queda de su casa en L’Aquila, 110 km al noreste de Roma.
La céntrica calle de la ciudad medieval, conocida por sus monumentos artísticos, parece “bombardeada”, con pedazos de edificios y cúmulos de tierra.
A pocos metros, los socorristas extrajeron los cuerpos de cuatro estudiantes de la Casa del Estudiante, donde residen jóvenes de toda la península así como extranjeros, que acuden a la renombrada universidad de L’Aquila.
“Desde hace tres meses que sentimos temblores, cada vez más fuertes. Ayer fue el apocalipsis”, sostiene María.
Aún desconcertada, la ciudad comienza a contar los muertos a la vez que miles de habitantes y grupos de turistas con las maletas en la mano intentan huir a cualquier precio de la zona atemorizados por las réplicas del sismo que siguen sacudiendo la región.
Numerosas personas se refugiaron en los automóviles estacionados frente a sus casas y serán trasladados a tiendas de campañas que comenzaron a ser instaladas o al estadio de la ciudad.
“A las once de la noche sentimos el primer temblor, otro dos horas después, entonces resolvimos salir a la calle, pero después de un buen tiempo volvimos a entrar y ahí se desplomó el edificio. ¡Salí a la calle en calzones”, contó Marco.
Según las autoridades, el terremoto de magnitud 5.8 dejó al menos 150 muertos y 70,000 personas quedaron damnificadas, sin su propio techo, sobre todo ancianos.
Los equipos de rescate, provenientes de toda Italia, continuaban excavando entre los escombros y pedían “silencio” para poder detectar cualquier rumor entre el cemento y los ladrillos.
Las carreteras de acceso a L’Aquila fueron cerradas por lo que miles de personas caminaban como hormigas con mantas bajo el brazo y botellas de agua, completamente cubiertas por el polvo blanco.
“Las autoridades podían pronosticarlo”, acusa María. “Me siento como en una película, no me parece real”, agrega aún atónita.
Palacios de varios pisos se desmoronan como castillos de naipes. Torres de iglesia se derrumban. En la calle asfaltada se dibujan profundas grietas. El horroroso terremoto se produjo por la noche, en la región central de los Abruzos, en Italia. Decenas de personas mueren entre los escombros. Cientos de miles fueron sacudidos del sueño a las 3:32 de la madrugada y decenas de miles perdieron sus viviendas.
Mientras amanece, muchos todavía deambulan con sus ropajes de dormir, en el mejor de los casos, arropados con una manta, entre las montañas de escombros de L’Aquila. Por temor a los remezones buscan un lugar abierto. Los bomberos, delante de las casas derruidas, en una carrera contra el tiempo no saben por dónde comenzar las excavaciones. En su desesperación algunos comienzan a cavar con sus propias manos, ya que carecen de toda herramienta para alcanzar a quienes están cubiertos por los escombros. Y el número de muertos crece y crece.
“No dormí en mi casa y por eso me salvé”, relata Valerio, un estudiante. Atónito, está parado delante de la casa en la que vivía con otros cinco compañeros. Una excavadora quita los escombros de lo que queda de la vivienda, en su búsqueda de sobrevivientes. A unas pocas casas de allí cooperantes sacan en camilla a personas que habían permanecido bajo los escombros.
También en los hospitales reina el caos. Coches particulares y ambulancias se aglomeran frente a los ingresos de urgencias. Y también se interrumpe la provisión de agua potable. Por el momento sólo hay un quirófano disponible en el hospital de L’Aquila. Los heridos de gravedad son trasladados con helicópteros a otros sitios donde puedan ser atendidos.
Luego del terremoto de consecuencias más graves para Italia en los últimos treinta años, la magnitud de los daños de la catástrofe se hacen más perceptibles de hora en hora. Cada vez más muertos, más viviendas destruidas y cada vez más personas desesperadas, sin techo.
Los cadáveres recién sacados de las casas derrumbadas se ven por doquier. A pesar del día de primavera la atmósfera es fantasmal. Remezones conmueven a la ciudad ubicada a unos 100 kilómetros al noreste de Roma, y de las viviendas derruidas continúan cayendo escombros. La imagen de horror recuerda a los tiempos de guerra. “¿Alguien me oye?”, se percibe una voz desesperada desde una montaña de cascotes.
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