Apr 27 2009 |
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Por María Teresa Jardí
Escuchada, por boca de mis abuelos paternos, me viene a la mente la historia de otra epidemia que ellos llamaban “la pasa” y la que explicaban con síntomas parecidos a los que se nos dice que trae consigo la influenza.
Las tortosinas, autoridades del lugar, apanicadas ponían una cruz en la casa de los contagiados con la enfermedad causando que la insolidaridad se hiciera presente, incluso entre los miembros de la familia, y que los médicos no quisieran acercarse a las casas con cruz señalizadas.
Las familias aprendieron hábitos de limpieza y a tratar correctamente con la enfermedad y con los enfermos y las muertes disminuyeron. El control de la epidemia se logró, merced, muy probablemente, a la decisión que los hizo enfrentar, con valentía, la cobardía de las autoridades.
Se trataba sólo de lavarse las manos y de tener siempre: los hombres en la solapa y también el bolsillo de la chaqueta y las mujeres en el bolso, como hacían con el abanico, un pañuelo. Costumbre que nos fue transmitida. Y mis padres y mis tíos, así como no habrían salido a la calle sin zapatos, no lo habrían hecho sin el pañuelo como parte del vestuario diario. Cosa que he procurado transmitir a mis nietos, a los que, cuando pequeños, siempre les llevé un pañuelo para ellos al lado del mío en el bolso o incluso en el bolsillo. E incluso convencidos estaban nuestros antepasados, y hasta puede ser que la razón les haya asistido, al pensar que nuestra existencia se debía, en gran medida, a que las cuatro familias de origen paterno de la rama también mexicana: la Contel y la Fontcuberta, la Jardí y la Porres, habían sobrevivido, “cuando la pasa” sin una baja, merced a la decisión de no caer en el pánico que cobró tantas o más vidas que la enfermedad misma.
Desde los 1600 cuando llegó la peste a Tortosa, los tortosinos sufrieron varias epidemias, pero aprendieron que la peor manera de enfrentar cualquier contingencia que plantee la vida es dejar que el miedo venza a la inteligencia.
Y, así, ya casados mis abuelos, cuando apareció “la marfanta” (fantasma que aparecía por las noches asustando a los que por la calle, no acordadamente, salían) las mujeres se armaron de valor y saliendo ellas juntas, que eran las condenadas a quedarse en casa, pescaron al hombre disfrazado con una sábana que ese día propiciaba (se turnaban los infieles maridos) la entrada sin testigos en el burdel que apenas nacía. Enfrentar los problemas es la infalible forma de resolverlos.
Y la influencia nos brinda a los mexicanos la oportunidad de empezar a enfrentar los problemas de otra manera. Tomando nuestras propias decisiones y no dejando las decisiones que nos afectan en manos de las incompetentes y frívolas autoridades que al pueblo no sirven.
Escucho, quizá a ustedes les pasará como a mí que ante tanta información se van diluyendo las fuentes, creo que en uno de los videos que circulan por la Red, con una entrevista que le hacen a un médico en CNN, que en México varios de los decesos por la influenza son de jóvenes, “fuertes”, lo que preocupa más a la OMS.
Nada tiene de extraño. Si tomamos en cuenta que los peor alimentados y contaminados por la comida chatarra son los jóvenes en nuestro país. Los padres que se vanagloriaban de que ellos sí permitían que sus hijos siguieran comiendo hamburguesas en el McDonalds y bebiendo litros de Coca-Cola ¿qué esperaban? Era evidente desde que nos convirtieron en un país chatarra, para poder llegar a convertir en bananera a la república, que iban a pasar la factura las hamburguesas y aditivos refrescos, las papas “sabritas” que; “no se puede comer sólo una” y los productos “Bimbo” que tienen permiso para mentir sobre lo que ofertan porque, en México, “no los obliga la norma” a poner lo que dicen que contiene el producto.
La influenza es la factura de la Impunidad como garante de la corrupción política
Por Esto!
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