miércoles, 4 de febrero de 2009

Desafiante telecracia

Feb
04
2009
Desafiante telecracia

Ricardo Andrade Jardí


Desafiante frente a la debilidad de un (des)gobierno impuesto por el duopolio televisivo comercial, “intocables” que se sienten, el domingo 1 de febrero, en un intento más por reventar los ya de por sí dudosos procesos electorales, y poniendo las cosas en claro, interrumpieron la programación, basura (fútbol nacional y Súper tazón), de ese día, con la programación que están obligadas a transmitir del IFE y los partidos políticos, pues Azcárraga y Pliego olvidan que no son dueños de la señal electroestática por la cual transmiten su basura, aunque en la práctica lo sean, folclor nacional, ya se encargaron de poner a la cabeza del Ejecutivo federal a su usurpadora “súper marioneta”, al tiempo que mantienen bajo su enajenante control a casi toda la clase política de México, lo que no es ninguna hazaña, pues nuestros políticos no destacan por su inteligencia precisamente, La televisión, que debería ser un bien público, pues la señal es pública y del estado, es decir de todos nosotros, debería y debe estar obligada a transmitir, sin menosprecio de su audiencia, la información política que emana de las mismas instituciones que el medio comercial fomenta, IFE, partidos políticos TRIFE, etc., pero el perder el negocio de poder cobrar y hacer campaña política de spots ha enojado mucho a los “dueños del poder”, siempre acostumbrados a hacer dinero a la costillas de todos nosotros, a manipular a la opinión pública para favorecer hegemonías políticas y cancelar debates serios y de fondo, que provoquen en la ciudadanía, ya acostumbrada a 70 años de priísmo oficial y 9 más de priísmo conservador, de narco-transa-cultural que parece ser la eterna norma de la política nacional.
Sin duda, en un Estado de Derecho, la mema interrupción de la programación del domingo, como parte del show mediático de fuerza política con la que se intenta hacer responsable al “árbitro electoral”, el mismo que en 2006 nos vendieran como “el instrumento más democrático y ciudadano” de “su democracia”, como solía repetir “la conductora” Adela Micha, una y otra vez, cuando salían por otros medios a la luz pública una gran cantidad de acontecimientos que ponían en duda “al árbitro”, a “la equidad”, al proceso electoral, a la transparencia del mismo y muy particularmente a la neutralidad, autopregonada, de la entonces destapada ya como telecracia mexicana, debería ser profundamente sancionada, incluso debería ser una obligación del Estado (¡cuál Estado compañero!) revocar la concesión del bien público como una sanción ejemplar en un momento electoral, pero la voluntad popular no es algo que esté en disputa, sino quién gana el apoyo de los auténticos “duelos del poder”; poco hay que esperar del (des)gobierno federal (posiblemente coludido en el acontecimiento del domingo y al servicio de la telecracia), Estado, inexistente en realidad, menos aún del IFE (“ciudadano”) y de nuestros legisladores, los que en este preciso momento intentarán justificar por todos los medios y al costo social que sea, la inexistente, “buena voluntad” de las concesionarias, para ver si con eso ganan la aprobación de la oligarquía telecrática que les permita a los diferentes partidos políticos, frente a un proceso electoral, en el que ya sólo creen ellos, tener un poco de imagen positiva frente a un teleauditorio al que se le trata peor que “mierda” y aún así deja prendida la caja idiota entre la programación basura que les ofrece, o les impone, el canal de las estrellas y la televisora del Ajusco.
No bien acaba de empezar el proceso electoral y la telecracia nos muestra su fuerza, pero sobretodo nos hace ver, que en México lo que menos importa es la voluntad popular, las elecciones intermedias serán hechas a su antojo y que nadie lo dude, lo que las concesionarias privadas no quieren ver, o ¡tal vez sí!, es lo próximo que estamos al estallido incontrolable. Del que Televisa y TV Azteca serán directamente responsables, y el tiempo se los recordará, por más intentos que hagan de borrar la memoria histórica.
¡Es hora de destaparnos la memoria! ¡Es tiempo de apagar urgentemente a la telecracia, no les demos más poder! ¡Nuestro silencio es su confort!
Por Esto!

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