Feb 15 2009 |
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Ricardo Andrade Jardí
Mucho hay que temer cuando un grupo de funcionarios estatales y federales buscan tener “una mesa de diálogo” a la que cierran el acceso libre de la prensa y demás grupos sociales interesados en el tema. Todo hay que temer cuando la pretendida “autoridad” no quiere observadores de sus ofertas demagógicas y más aún cuando se trata de un lugar como Chichén Itzá que tanto promovieron, los diferente niveles de gobierno, por convertirlo en maravilla del mundo, como si antes no lo hubiera sido ya y del que la iniciativa privada ha sacado un cuantioso negocio, del que por supuesto las comunidades mayas de Yucatán son las que menos se han beneficiado, pese a ser, sin duda, patrimonio de la humanidad, aunque los absurdos “legales” del México contemporáneo pretendan vender la idea estúpida de que los terrenos de Chichén Itzá son propiedad privada de una trasnochada familia de caciques.
Es ahora a la sociedad civil, a las organizaciones sociales y a los mismos artesanos mayas de Chichén Itzá, a los que nos toca estar pendientes de que se cumplan los “compromisos” de la reunión “secreta”, que pretendieron hacer las autoridades locales y federales, con los artesanos-artistas de la zona, que reclaman un legítimo derecho a existir. Y asimismo es apremiante que la sociedad empiece a debatir la urgente expropiación de los terrenos de esa zona arqueológica y a exigir la transparencia de los recursos que de ahí se derivan y su destino final; a debatir también su destino como parador turístico de calidad, o cantidad, que parece ser ya la única retórica del Estado, frente a muchas otras alternativas de turismo y protección que tendría que tener el Estado sobre la zona arqueológica y no únicamente sobre su explotación irracional, con todo lo que eso implica social y ambientalmente hablando. Parece ser que nuestras autoridades no terminan de entender o no pretenden entender que la dinámica de relación territorial sociedad-medio ambiente urge de un cambio cualitativo, de una nueva ética y que en esa lógica entran también nuevas opciones de oferta y convocatorias de turismos más racionales y justas para la comunidad maya de la zona, opuestas a la lógica rapaz de las cantidades.
La defensa de Chichén Itzá, de su explotación racional, y de los artesanos artistas mayas de la zona, son una tarea social impostergables, que deben sumarse a la defensa de Teotihuacan, como importantes centros de nuestro devenir cultural, como bastiones que deben recordarnos la grandeza de los pueblos originarios y en la medida de lo posible ayudarnos a defender nuestra memoria histórica tan agredida por gobiernos neoliberales que todo lo pretenden destruir, comercializar y vender; la defensa de esas zonas es también la defensa del maíz (originario) y de la soberanía alimentaria, frente a una crisis financiera mundial que amenaza con devastarlo todo en sus intentos de salvar, o mejor dicho en postergar la agonía de lo que es, por el bien de la humanidad, insalvable.
La sociedad yucateca y la organización social nacional debe estar pendiente y vigilante de los “acuerdos” de la “autoridad” con los artesanos-artistas mayas de Chichén Itzá, para no descubrir el día de mañana de que un McDonalds, por ejemplo, ofrece hamburguesas chatarra en lo alto del castillo del KuKulcán, o que un presunto narcotraficante ex banquero administra la declarada maravilla del mundo… frente a nuestra pasividad social.
Por Esto!
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