Al ya incontenible desempleo y sus terribles consecuencias: bajísimo consumo de bienes de primerísima necesidad, alza salvaje de los precios y los salarios a la baja que han puesto al país al borde del desastre por el nulo crecimiento económico (y hasta un probable decrecimiento con inflación), se agrega el factor del terrorismo sangriento a causa del envalentonamiento, casi golpista, de las delincuencias que compiten contra el poder del Estado y su fuerza policiaco-militar.
Estamos inmersos en una situación alarmante. Sobre todo por las mafias del narcotráfico y toda su organización de matones, involucradas con personal clave del aparato de seguridad rebasado ya por el desafío criminal. La nación, con 104 millones de mexicanos, se sabe amenazada, víctima de amenazas cumplidas: secuestros y homicidios a la par, en un clima de violencia tan grave como no se sufría en 70 años.
Cunde la desesperación y el miedo aumenta a tal grado individual que se está convirtiendo en un contagio colectivo y esto pone a los mexicanos al borde de un malestar social provocado por la inseguridad que ha llegado más allá del limite que puede soportar una sociedad.
Y para colmo de esos terribles males llegan otros que afectan la convivencia económica, a consecuencia de la crisis mundial de carácter financiero, de corrupción en las élites empresariales y que la humanidad padece, como nunca, malísimos gobernantes que generan ineficacia en la coordinación y dirección de las políticas públicas, mientras las privadas, en el río revuelto, pescan multimillonarias utilidades y se aprestan a cerrar fábricas, despedir a trabajadores y abandonan sus obligaciones ante gobiernos complacientes.
Son miles, cientos de miles, las tragedias que azotan a los mexicanos con todo ese panorama convertido en hechos, y cobra importancia social que sus vanguardias y los grupos representativos de esas desgracias son los que se han decidido a radicalizar sus protestas.
Es el caso del homicidio infame de Silvia Vargas Escalera. Los que fueron sus condiscípulos se han apersonado ante el grupo legislativo del Senado denominado Comisión de Grupos Vulnerables, y exigieron que se tomen medidas legales, para que los órganos de ejecución y judiciales tengan los medios para coadyuvar al combate del crimen. Su presidente, el panista Guillermo Tamborrel, ante esas reclamaciones, solamente se concretó a decir que, ciertamente, los senadores “no tenemos madre” (Impacto, El diario: 17/XII/08).
Más de 100 millones de mexicanos corearon el “no tienen madre”, pero no pasa de ser una mentada. Necesita la Nación eficacia de los gobiernos municipales, de todas las entidades, del Distrito Federal y de los órganos del gobierno presidencial. No es más que una clásica salida la de mentarse la madre, que para nada sirve a la sociedad. No es la solución el mea culpa del senador al aceptar que no tienen madre.
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