El “sueño lejano”, de comer cada día |
Viernes, 12 de Diciembre de 2008 00:00 |
Pedro Díaz Arcia En un mundo sicodélico, la televisión británica filmó las dramáticas imágenes de un suicidio asistido; un corrupto gobernador pretendió lucrar con la venta de un escaño en el Senado estadounidense; una empresa de subastas vendió un diamante en más de veinte millones de dólares; mientras una cena de lujo reunió a la secretaria norteamericana de Estado saliente y a su sucesora; todo, al margen de la “serpiente encantada” del hambre que hoy devora sin clemencia a la humanidad. Para dar inicio al versátil menú noticioso, un escándalo de gruesas dimensiones estremece a las filas del Partido Demócrata. La frase con la que el juez, Nan Nolan, recibió al gobernador demócrata de Illinois, Rod Blagojevich, me recordó, aunque sólo por asociación, la famosa obra de los años 50 de la escritora francesa, Francois Sagan: “Buenos días, tristeza”. En una “bucólica” licitación, mientras era grabado por el FBI, Blagojevich, quien por ley escoge a la persona que sustituirá a Barack Obama en la Cámara Alta, intentaba un estipendio anual ascendente a unos 300,000 dólares a cambio de la plaza vacante. Instruido de cargos federales, en lo que un fiscal calificó de “una juerga de delitos de corrupción política”, el alto funcionario, puesto en libertad bajo fianza, podría recibir una sanción de hasta 30 años de cárcel. A pesar de las constantes presiones de sus colegas de partido, incluido Obama, el gobernador atrincherado en su cómodo despacho de Chicago se negaba hasta ayer en la mañana a abandonar el puesto. Si lograra la absolución por los cargos que se le imputan, algo que dudo, el hábil “político” podría competir con las mejores empresas subastadoras del mundo. Precisamente, el miércoles, un diamante que perteneció al rey Felipe IV de España se vendió en 24,3 millones de dólares en Christie´s International en Londres, haciendo caso omiso a la recesión económica. Felipe IV de España, quien en su época se volvió de hombros ante la decadencia de la Monarquía Ibérica, abrió no obstante las puertas al florecimiento cultural de la nación hispana, en lo que se ha denominado como el “siglo de Oro” -que no el siglo del diamante-. La joya, conocida ulteriormente como el diamante de Wittelsbach, fue un regalo del Monarca a su hija, la infanta Margarita Teresa, con motivo de su matrimonio con el emperador Leopoldo I de Austria. Pero, entre estafas, pomposas cenas y subastas, el mundo se sume en el hambre más espantosa. Este año, la cifra de personas que pasan hambre es de 963 millones, número que podría incrementarse debido a los estragos de la crisis económica y financiera, según el informe anual de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), divulgado el martes. En América Latina y el Caribe un total de 51 millones pasaron hambre en el 2007, casi la misma cifra que diez años atrás. Habría que hacer el recuento macabro de cuántos no están en la lista porque se fueron al “más allá”…por hambre. Pero, las quejas no cambian la realidad. El director general del organismo internacional, Jacques Diouf, se lamentó de que: “Esta triste realidad no es aceptable en el comienzo del siglo XXI”. Diouf reiteró su llamado para una mayor voluntad política y medios para encarar uno de los más trágicos flagelos que azotan a los pobres. El mundo, sin embargo, sigue igual, con el agravante de que puede acelerar el paso para ir de mal en peor. Lo que hace evidente que los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas de reducir a la mitad la cantidad de personas malnutridas para el 2015 se “irá a bolina”, como tantos otros proyectos multilaterales. El índice de precios de los alimentos mostró, en octubre, que están aún 28% más altos que hace dos años. El hambre, en el mundo subdesarrollado, crece si los precios de los alimentos aumentan o si disminuyen. Quien no tiene dinero para adquirir “el pan nuestro de cada día” poco le importa que su precio suba o baje. Le interesa el empleo, la vivienda, la propiedad sobre la tierra que labora, la credibilidad en sus gobernantes, la garantía de sus inalienables derechos ciudadanos. Los expertos consideran que para millones de personas en los países subdesarrollados comer la cantidad mínima “es un sueño lejano”. No necesitamos clases filosóficas sobre las causas estructurales de la polarización de los unos y los otros en la Tierra, las conocemos de sobra. Un botón de muestra es que el 94% de los que padecen hambre vive en países en desarrollo. Lo cierto es que el “sueño lejano”, no es más que una pesadilla. Por Esto! |
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