viernes, 12 de diciembre de 2008

“No acudieron a despedirlo",ni una palabra de despedida, muy chiquita la izquierda: Zamarripa

Conjeturas
Viernes, 12 de Diciembre de 2008 00:00
Álvaro Cepeda Neri
El magisterio del luchador social Othón Salazar Ramírez

No obstante que físicamente falleció casi a las 20 horas del jueves 4 de este último mes del año en curso, la información sobre su deceso se difundió hasta el viernes y dos que tres periódicos la publicaron. Había muerto un luchador auténtico, maestro cuyo magisterio fue enseñar a luchar por las causas sociales al grado de entregarse a ellas ofrendando su libertad individual para conquistar las libertades magisteriales y cumplir con las asignaturas democráticas en las aulas.
Normalista de toda su vida, comunista de convicción y sembrador republicano, ejerció su trabajo ante sus alumnos, hasta que decidió combatir el autoritarismo del sistema político-presidencial, y fue su víctima con encarcelamientos, persecuciones, amenazas cumplidas y padecer la ira vengativa del entonces presidente del montón, López Mateos, quien ordenó darlo de baja de su plaza de maestro.
El periodista (y reportero de toda su vida) Roberto Zamarripa, en su columna Tolvanera, escribió encendidos conceptos por el fallecimiento de ese gran mexicano nacido en las tierras de La Montaña guerrerense. Pobre de bienes materiales, pero inmensamente rico de cualidades humanas, Othón Salazar deja una herencia biográfica que mantendrá su memoria entre quienes no olvidarán su entrega incondicional a las batallas sindicales.
Batallas de conformidad con los medios de la palabra, la tarea perseverante del insistir una y otra vez con la tenacidad del dirigente que sabe el poder de mostrarse razonable, para consigo mismo y los demás. Usó medios constitucionales para afianzar huelgas, manifestaciones pacíficas y mantener las peticiones contra viento y marea.
Aún así Othón Salazar fue encarcelado. Jamás se apartó de su conducta de dar la cara por los movimientos que encabezó y en los que militó, siempre dispuesto a dar cuanto tenía: su férrea voluntad de luchador social por los ideales del comunismo más puro y más solidario con todo lo humano. Profundamente indígena apeló a todas las instancias para lograr la inserción de esos mexicanos en la agenda política, económica y cultural nacional.
Murió en su comunidad. “No acudieron a despedirlo –escribió Zamarripa–, los líderes de los partidos que hoy se benefician de las siembras del Maestro Othón. Ni una palabra de Jesús Ortega, el líder del PRD, ni un reconocimiento de quienes hoy administran los presupuestos parlamentarios perredistas. Es muy chiquita esa izquierda para tamaña biografía. Pero lo despidieron los suyos. Los amozgos, los mixtecos, los tlapanecos. Los pobladores de su natal Alcozauca y de La Montaña que reconocieron siempre en Othón congruencia, lealtad a principios, limpieza en su trayectoria y honestidad a carta cabal” (Reforma: 8/XII/08).
Permanecerá el Maestro, por encima de quienes ahora saborean las conquistas de las libertades con las que escalan cargos sindicales y burocráticos, ignorando lo obvio: sin un Othón Salazar (1924-2008) y con él otros luchadores sociales, no tendríamos las actuales libertades ni un ejemplo como el suyo para seguir ampliándolas.

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