El Universal
Sábado 15 de noviembre de 2008
aida.ulloa@eluniversal.com.mx
“Disculpe, ¿en cuánto tiempo llegamos?”, preguntó una voz femenina.
“Once minutos”, respondió Martín de Jesús Oliva, capitán de la nave.
Tanto en la cabina de pilotos como en la de los pasajeros sólo se escuchaban bromas y risas.
Álvaro Sánchez Jiménez, copiloto, secundó en esos momentos: “Esta época es de viajes tranquilísimos”.
Así fue hasta el último medio minuto. La turbulencia los atrapó y la alegría se transformó en pánico.
El copiloto ya nunca pudo enderezar el Learjet. Antes de estrellarse, el piloto sólo tuvo tiempo de encomendarse: “Diosito”.
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