May 05 2009 |
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Indice Político
Francisco Rodríguez
La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión.
Joaquín Sabina
DESDE HACE CASI un mes, la Fundación Azteca –fondeada por la llamada televisora del Ajusco--, lleva a cabo un programa de alcance nacional denominado Limpiemos Nuestro México, en el que se invita a los individuos, tanto como a las comunidades, a recoger la basura que no sólo afea, incluso que convierte en insalubre a la mayor parte del territorio nacional. Su convocatoria ha sido un éxito. Y no sólo por la entusiasta participación de los televidentes, sobremanera por la gran cantidad de desechos que se ha conseguido confinar.
Porque hay basura en todas partes. En las cañadas y barrancas. En los lechos de los ríos, secos al parecer ya para siempre. Ni qué decir de la que se acumula en las calles, en los arroyos de las carreteras, en las playas, en los patios y traspatios de las zonas rurales e, incluso, de las áreas urbanas donde habitan las clases trabajadoras y aún quienes se encuentran en situación de miseria.Hasta hoy, basura y pobreza parecen ser sinónimos de la insalubridad que anualmente cobra millones de víctimas en países como el nuestro. Lo ve así, por ejemplo, Jeffrey Sachs, un investigador estadounidense que publicara en marzo de 2005, en la revista Time, un artículo sobre Cómo acabar con la pobreza, basado en su ensayo del mismo título. Las fotos que acompañan el ensayo retratan a chicos sin hogar, recogedores de basura en vertederos, heroinómanos. Son imágenes de personas “de usar y tirar”, personas cuyas vidas, recursos y medios de vida les han sido arrancados a través de procesos de exclusión brutales e injustos, que generan miseria para la mayoría y prosperidad para unos pocos.
La basura, por ende, es el derroche de una sociedad del desperdicio. Asimismo, la pobreza percibida como tal desde una perspectiva cultural no necesita ser material real: las economías de subsistencia que satisfacen las necesidades básicas mediante el auto-aprovisionamiento no son pobres en el sentido carencial del término. Sin embargo, la ideología del desarrollo las declara pobres por no participar de forma predominante en la economía de mercado, y por no consumir bienes producidos en el mercado mundial y distribuidos por él, incluso aunque puedan estar satisfaciendo las mismas necesidades mediante mecanismos de auto-aprovisionamiento.
Pero es la proliferación de basura la que nos coloca en el rango no de una sociedad pobre, sino de una pobre sociedad. Carecemos de la formación necesaria ya no para reciclar nuestros desechos, incluso para no tirarlos a la calle o acumularlos sin más provecho que el que sí obtienen roedores, mosquitos, y cuanto bicho transmite enfermedades.
El servicio de recolección de basura que prestan los gobiernos municipales es harto deficiente. Los tiraderos o vertederos son insalubres, al aire libre, cuando ya existen tecnologías que transforman a la basura en energía. ¡Vaya, ni siquiera hay botes de basura en las cuales depositar envolturas, chicles, colillas de cigarrillos en las calles!
La raíz de nuestros problemas sanitarios está en la insalubridad que campea en todo el país. Y, claro, en la máxima incapacidad de las autoridades administrativas para combatirla.
Limpiar a México es una exigencia. No sólo ahora, cual medida profiláctica ante la epidemia. Y no sólo de desperdicios materiales, cual exitosamente lleva a cabo la Fundación Azteca.
Hay que limpiar a México de la pandemia de corrupción que provoca el desvío de miles de millones de pesos no sólo a los bolsillos de unos cuantos –administradores públicos y sus cómplices de la iniciativa privada--, incluso el desvío de miles de millones de pesos que los partidos políticos usufructúan para sólo producir millones de toneladas de basura so pretexto de sus campañas políticas.
Es la insalubridad, que campea incluso en clínicas y hospitales del IMSS, del ISSSTE y de la propia SSA, la que entre otras cosas da respuesta a la pregunta que desde hace más de una semana circula por todo el mundo: ¿Por qué la influenza porcina mata sólo a mexicanos?
Hay que limpiar a México. También su suciedad y su generalizada situación insalubre –más las cloacas de la política-- alejan a las inversiones y al turismo.
Indice Flamígero: En Zimapán, Hidalgo, sigue la lucha de la mayoría de sus habitantes por evitar que ahí entre en funcionamiento un confinamiento de basura tóxica. Greenpeace ha calificado este tipo de intentos de empresas europeas y estadounidenses cual un acto de “envenenamiento de la pobreza”. Ejemplifican con Ghana, donde hay un gobierno corrupto. Pero en nuestro caso, el que acá encabeza Miguel Angel Osorio, no canta mal las rancheras.
Por Esto!
pacorodriguez@journalist.com
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