Apr 21 2009 |
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Por Gustavo Robreño
Culta Europa o Tercer Mundo
La profunda crisis económica y financiera global que atraviesa el mundo, provocada originalmente a partir de los Estados Unidos de América y extendida vertiginosamente a causa de la globalización neoliberal y la enloquecida desregulación, precedentes y a la vez causantes de la gran crisis, se está manifestando con particular fuerza en el Viejo Continente.
Sorprendentemente para muchos, la culta Europa ha sido una de las regiones del mundo que con mayor fuerza recibe los más duros embates de la crisis actual, y es la Unión Europea, que junto a Estados Unidos y Japón se consideraban como los bastiones inconmovibles del capitalismo, una víctima notoria y espectacular de la debacle, donde los países de Europa del Este y del Báltico (casi todos ex socialistas o integrantes de la desintegrada URSS) marchan a la cabeza de los tropiezos las desgracias económicas, traducidas en catastróficas consecuencias sociales o inestabilidad política.
Poco va diferenciándose ya la situación de la otrora próspera, pujante y estabilizada Europa de sus ex colonias en el llamado Tercer Mundo, a las que acostumbraba a dar consejos y asesorías, como hipócrita forma de encubrir los propósitos de saqueo neocolonial que continúan muchas de las viejas metrópolis.
El desplome político que comenzó en la habitualmente apacible Islandia, pasó rápidamente a Letonia y siguió extendiéndose a Hungría, República Checa y Rumania, mientras crece el descontento social no sólo en Lituania y Bulgaria, sino también en los poderosos enclaves del capitalismo como Francia, Gran Bretaña y Alemania, hasta ahora la locomotora de la Unión.
Por lo general, los síntomas son los mismos e incluyen a Ucrania y Croacia: caídas abruptas de la paridad cambiaria, déficits fiscales, endeudamiento en moneda extranjera y economías en recesión. Hasta ahora no parecen suficientes los fondos urgentes remitidos por el FMI y la propia Unión Europea, mientras la situación se complica cada vez más a causa de las inversiones cuantiosas de Europa Occidental en los países del Este y los cientos de millones de euros allí colocados por los bancos.
Según la publicación británica The Economist, “la banca de Europa Occidental tiene hasta 1.5 billones de euros invertidos en la Europa Oriental y Central”.
Añade la citada revista que “el problema para la UE es que la caída de los bancos del Este arrasaría también a los del Oeste, muy expuestos en los mercados polaco, húngaro, checo, rumano o de los países bálticos. Sólo Austria, el más expuesto, tiene invertidos unos 220,000 millones de euros, el equivalente a tres cuartas partes de su PIB”.
Son muy pocos ya los países europeos que no han constatado, de una u otra manera, los síntomas de la inquietud social, con sus calles repletas de manifestantes lanzando consignas de marcado contenido anticapitalista y antineoliberal, mientras acecha el creciente desempleo como el peligro más inminente, llegando incluso a superar a zonas del llamado Tercer Mundo. En España pasa del 15 por ciento.
En medio de la crisis galopante y sin salida, la xenofobia y el racismo aparecen con renovada fuerza y se reiteran las agresiones y hechos de violencia cotidiana contra los trabajadores extranjeros.
La gran interrogante es si la vieja y culta Europa podrá seguir manteniendo, más o menos, los niveles de estabilidad económica y social alcanzados después de la II Guerra Mundial -incluidos los países que una vez formaron el campo socialista- o será también arrastrada por los desequilibrios y conflictos que ha originado la crisis económica mundial, sintiéndolos con más fuerza aún, como consecuencia del “efecto dominó” que le llega del Este, al que la Unión Europea se extendió ambiciosamente en tiempos de la feliz globalización neoliberal y del demencial imperio de los mercados financieros.
grobreno@enet.cu
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