Las favelas del primer mundo

Mar 12 2009

Las favelas del primer mundo

Juan José Morales
Escrutinio

Está ya muy sobada aquella expresión de que cuando a Estados Unidos le da catarro, México padece pulmonía. Pero ahora resulta que el catarro norteamericano —la crisis financiera y económica que agobia al vecino país— se está volviendo neumonía, y la pregunta obligada es cómo nos afectará eso.
En efecto, la situación es tan crítica que en las ciudades norteamericanas comienzan a verse asentamientos de personas sin hogar que viven precariamente en casas de campaña. Y no se crea que tal cosa ocurre sólo en Alabama, Mississippi, Kentucky y los demás estados más pobres y subdesarrollados. El fenómeno se da también —nada más ni nada menos— que en California, el más rico y pujante, el estado de las grandes industrias, la agricultura más moderna y el lujo y la opulencia de Hollywood, un estado cuyo producto interno bruto iguala por sí solo al de países como Italia y España.
En Sacramento, capital de California —dice el periodista Paul Thompson en el diario británico Daily Mail, que publica también las fotos que reproducimos en este artículo—, miles de personas han tenido que resignarse a vivir en carpas, sin electricidad, agua potable, drenaje ni servicios sanitarios de ninguna clase, y a veces caminar tres o cuatro kilómetros para comprar víveres y conseguir agua para beber. Es gente que además de haber perdido su empleo, se ha quedado sin hogar porque sus viviendas fueron embargadas por los bancos al no poder seguir pagando la hipoteca. Como los albergues para indigentes ya están llenos, no les quedó más remedio que instalarse en casas de campaña en terrenos baldíos, donde —hasta ahora— las autoridades toleran su presencia. En uno de esos sitios, dice la información, vive ya casi millar y cuarto de personas, y cada semana llega medio centenar más.
Y es que la crisis no deja de agravarse. Diariamente, tan sólo en California, 500 personas son echadas de sus casas, al despuntar marzo ya la décima parte de los trabajadores de ese estado habían perdido el trabajo y se estima que en el curso de este mes otros 80 mil se sumarán a las filas de los desempleados. Sin hogar y sin empleo, gente de clase media se ha visto forzada a vivir en condiciones similares e incluso peores a las de las famosas favelas de Río de Janeiro y otras barriadas marginales del Tercer Mundo. Cocinan con leña, orinan y defecan donde pueden, y para comer dependen del subsidio por desempleo —quienes lo tienen— o simplemente de los alimentos y otros artículos de primera necesidad que periódicamente distribuyen organizaciones de caridad.
Quizá lo más paradójico de todo esto es que mientras cada día hay más norteamericanos obligados a vivir en la calle porque perdieron su hogar a manos de los bancos, hoy las casas son más baratas que nunca, porque con tantas embargadas y en venta, los precios se han desplomado.
En fin, si en Estados Unidos el catarro se ha convertido en pulmonía y ya ocurren cosas como las descritas, no puedo menos que estremecerme al pensar en lo que puede suceder en México.

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