por Edgar Ocampo
En los próximos años, la humanidad tendrá que asumir los enormes desafíos que supone el agotamiento de los recursos naturales del planeta, como consecuencia del constante incremento de la demanda generada por el efusivo crecimiento demográfico. Según las instituciones dedicadas a proyectar la dinámica de la población, la especie humana, tiene una tasa de crecimiento tal, que cada 12 años se suman al mundo 1,000 millones de habitantes, que inmediatamente después de nacer, requieren de agua, luz, salud y que, sumados a los que ya vivimos aquí, esperando con ansiedad poder disfrutar de cierto grado de confort, ocasionan una colosal demanda de recursos.
El ser humano en la tierra, se había comportado en equilibrio con en el entorno hasta mediados del siglo XVIII, y su población nunca fue mayor de unos 300 millones de habitantes. Los procesos naturales de la tierra habían mantenido a raya el crecimiento de nuestra especie. Fue justo, cuando descubrimos la potencia que permite la energía alojada en las enormes reservas del planeta, cuando obtuvimos la pericia de modificar nuestro entorno y de sintetizar cualquier proceso natural. La enorme capacidad de producir alimentos, la habilidad de poderlos conservar y cocinar rápidamente y el mejoramiento de la calidad sanitaria, son los principales soportes de la efusiva prosperidad de la raza humana en la tierra. Pero esa poderosa herramienta depende extraordinariamente de un flujo constante y oportuno de energía para poder sostenerse.
La población se disparo al cielo en muy poco tiempo, pasamos de ser solo unos millones, a los 6,500 millones que la población mundial alcanzó apenas el lunes 19 de Diciembre de 2005, según un estudio divulgado en Paris por el Instituto Nacional de Estudios Demográficos.
Sin importar mucho las fronteras, cada vez vamos más lejos, en nuestro descuidado afán de poblar este planeta que ya nos empieza a quedar chico. La humanidad de manera soberbia, ha reclamado para si, toda la capacidad biológica, natural y energética de la tierra, desplazando cualquier especie viva existente y desfoliando innumerables ecosistemas, sin meditar un solo instante, si no estamos cometiendo errores, con el pretexto de disfrutar de un abundante presente, empeñando un precario futuro, en el que es probable padecer calamidades ambientales, escasez de recursos y alimentos.
La demanda mundial de energía, de agua, de minerales, de suelo y de madera es cada día mayor y no parece que las cosas vayan a cambiar. Países en abrupto crecimiento económico, como China y la India, han puesto en jaque recientemente a los mercados de materias primas y de la energía, empezando a competir directamente por los recursos menguantes, con las potencias desarrolladas. China crece hoy a un ritmo del 9% anual, la India al 6% y en casi todo el mundo se esta creciendo económicamente, lo que implica un constante incremento de la demanda de insumos.
Pero, tanto en los grandes centros de toma de decisión del mundo, como en los círculos políticos, o en los ámbitos financieros, no se ha cuestionado jamás la “capacidad real” que tiene el planeta “tierra” para albergar, con un mínimo de equilibrio, a una determinada cantidad de población sin sobrepasar su capacidad de carga. ¿Será que podamos llegar a ser 15,000 millones de habitantes en la tierra?, o ¿podremos ser aún más?
El sistema económico global somete a las reservas de recursos del planeta a una fuerte tensión, porque supone permanentemente la premisa imprescindible de crecer y de tener resultados mayores cada año, es decir, estamos basados en la cultura económica del “crecimiento infinito” que no entiende de límites. Hoy, las ciudades crecen continuamente y demandan cada día mas agua, mas electricidad, mas combustibles, mas materias primas, mas concreto, mas acero y mas trabajo. Es en este proceso, que la dinámica económica tanto local como globalizada tiene soporte, pero a costa de que. Se desangran las regiones periféricas para suministras transfusiones a los hambrientos centros de población. En el proceso de alimentar frenéticamente a nuestras urbes provocamos el agotamiento progresivo de la parte vital que nos da sustento en el planeta.
Jamás habían sido explotados con tanta obsesión, los mantos acuíferos, las reservas de hidrocarburos, el suelo, los bosques y los mares, con un brutal efecto de destrucción del equilibrio ambiental y el agotamiento exhaustivo de las reservas del planeta, sin sentir el más mínimo remordimiento. Ahora hemos inventado un flamante manto ideológico-institucional llamado “desarrollo sustentable”, el cual practican, con vehemencia fanática, casi todos los gobiernos del mundo, para no ver sus atrocidades ambientales y su pecaminoso proceder económico,
Para lograr cohabitar, en este enrarecido entorno llamado la biosfera, ha sido la energía la que nos ha brindado la herramienta mágica para mitigar los efectos nocivos del desequilibrio que progresivamente le vamos ocasionando al planeta. Si los suelos se degradan, podemos restaurarlos con grandes equipos y fertilizantes. Si el agua se agota, la podemos buscar más lejos y traerla con redes de bombeo. Si los vertimientos de aguas residuales se vuelven intolerables, podemos tratarlos y mejorarlos. Pero todas estas compensaciones ecológicas dependen de la energía que nos permite realizar estos procesos. La energía que hoy usamos depende en un 35% del petróleo, un 22% del gas y en un 24% del carbón. Dependemos fundamentalmente de recursos no renovables, de alto contenido de residuos nocivos para el ambiente y que se están agotando aceleradamente.
Las proyecciones del consumo mundial de energía, al parecer no van a cambiar mucho en los próximos 20 años, la Agencia Internacional de la Energía pronostica una dependencia aún mayor a la energía proveniente de los hidrocarburos, en el futuro cercano, a pesar de los grandes avances que se están dando en fuentes alternas. Por lo que si nos falla antes de tiempo el principal suministro de energía que es el petróleo, es probable que nos enfrentemos a una realidad totalmente diferente a la que hoy gozamos. Según algunos geólogos expertos en el estudio mundial de las reservas de hidrocarburos, la declinación de la producción mundial de petróleo, tendrá lugar dentro de unos 3 o 4 años, por lo que pronostican una severa escasez en el corto plazo. Nada nos hace suponer que las energías alternativas estarán listas en ese tiempo, para empezar a sustituir la colosal demanda de energía que cubre el petróleo. ¿Hacia donde vamos como humanidad?, ¿es que no lo hemos meditado?, o ¿nuestro camino se vera abruptamente interrumpido cuando no podamos contar con la habilidad que nos permite la energía y las cosas se pongan difíciles?
publicado en El Fin del Aceite del Imperio
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