miércoles, 12 de noviembre de 2008

OBAMOTERAPIA

Obamoterapia
Miércoles, 12 de Noviembre de 2008 00:00
En Estados Unidos llaman “cambios” a los ajustes estructurales o funcionales que periódicamente se realizan para reciclar partes necrosadas o rectificar prácticas erradas. Tales correcciones, no siempre para mejor, ocurren cuando los sensores avisan que algo funciona mal o ha perdido vigencia. Esa capacidad, ejercida desde arriba, permite al sistema actualizarse sin necesidad de alteraciones institucionales o rupturas traumáticas. La única excepción tuvo que ver con la abolición de la esclavitud, dio lugar a la división del país, a la Guerra Civil y al asesinato de Abraham Lincoln. No se trata de eventos cosméticos, aunque tampoco son excesivamente radicales.

Por Jorge Gómez Barata

Tal vez Barack Obama, que no es un empleado negro de la élite blanca al estilo de Powell o Rice que nunca fueron electos para ninguna función, haga la diferencia. De alguna manera, su llegada a la jefatura del gobierno se conecta con una larga, intensa y peculiar lucha popular, la de los negros por sus derechos, la única realmente vigente en más doscientos años.
En nuevo presidente no ha llegado al poder porque unánimemente lo haya querido la élite, sino a pesar de una parte de ella. El primer inquilino negro de la Casa Blanca triunfó, en gran medida, por el voto de los jóvenes, los hispanos, los negros y la clase media que en ese país incluye a parte de la clase obrera, los granjeros y los empleados y, para escalar esa posición, tuvo que derrotar a poderosas fuerzas ultra reaccionarias y conservadoras. El hecho de que haya sido respaldado y financiado por otro sector de la misma élite, aunque matiza el proceso no suprime su contenido.
En Estados Unidos donde todos, (menos los indios) llegaron de afuera, los negros son los únicos que no vinieron como emigrantes sino que los trajeron de los confines de Africa donde fueron cazados como fieras para ser explotados como bestias, protagonizando un vía crucis iniciado en 1619 y que, pese a enormes avances, todavía no ha concluido. Ningún estamento de la sociedad norteamericana ha luchado tanto ni tan eficazmente.
Nadie debe esperar que la próxima administración cambie el sistema, modifique a fondo el estilo de vida de la sociedad norteamericana o abandone las prácticas imperialistas. Se puede sin embargo presumir que Estados Unidos trate de reconstruir el liderazgo de que disfrutó en la postguerra, recicle políticas extemporáneas como es la inveterada tendencia a la guerra, la agresión y la violencia, asuma una actitud más considerada y consecuente frente a los fenómenos ecológicos, especialmente el cambio climático y promueva políticas desarrollistas para el Tercer Mundo estilo Alianza para el Progreso a fin de convertir a miles de millones de pobres en consumidores más o menos solventes.
Tal vez Obama tenga la lucidez suficiente para trazar un correcto desempeño energético, comprenda que la actual crisis económica no es sólo un problema de dinero, sino de estructuras irracionales, obsoletas e injustas y logre diseñar una política de seguridad más inteligente y eficaz que la de Bush y sume a ese esfuerzo con métodos apropiados a muchos países y no a un círculo de cómplices como el triunvirato de Las Azores.
Barack Obama no es un luchador al estilo de Rosa Park o Martín Luther King, no tiene nada en común con los negros radicales, aunque tampoco es un político viciado por décadas de ejercicio ni un cabildero habituado a hacer antesala en los despachos de los poderosos en busca de prebendas. No se plegó a las apelaciones patrioteras de Bush y, hasta donde se sabe, no milita en ninguna de las capillas que pululan en Washington. De hecho le debe tanto al pueblo que le dio los votos como a la élite que le dio el dinero.
No es de esperar porque no forma del estilo político norteamericano que la nueva administración, en nombre del sistema, realice una autocrítica, pida disculpas a alguna de sus víctimas o protagonice giros espectaculares, aunque existen indicios de que la moderación puede formar parte de su gestión.
De todas formas, habrá que observar cómo trabaja Obama y su equipo con la línea caliente y cuando sea necesario pasar de las palabras a los hechos. Ojalá no debute con alguna crisis que ponga a prueba su capacidad y su serenidad.
Si bien los cambios de orientación son propios del sistema, lamentablemente lo son también la violencia que al menos en dos ocasiones, cuando Lincoln y Kennedy los paralizaron.

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