Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 10 de julio (Proceso).- En un análisis de las recientes elecciones, el historiador Lorenzo Meyer abre con implacable bisturí la realidad política mexicana: la élite no está dispuesta a permitir que las “clases bajas” tomen decisiones para cambiar el estado de cosas en el país, lo que ha bloqueado la verdadera transición democrática. No importan los partidos, cualesquiera que sean sus siglas, en alianzas o solitos. La alternancia entre ellos es irrelevante. Todos van sobre lo mismo: la bolsa de poder y dinero que eventualmente significa el triunfo electoral. En ese sentido, los movimientos de Independencia y Revolución pueden considerarse un fracaso.
Para el historiador Lorenzo Meyer, las elecciones de 2010 constituyeron “un ritual sin contenido”, no existieron los ciudadanos ni las propuestas distintas, y “la atmósfera fue de una lucha entre los poquitos que se disputaban la bolsa de recursos electorales”.
Irónico, asesta: “Si esta es nuestra normalidad democrática, pobre normalidad, porque es una normalidad gris, sin entusiasmo”.
Este fenómeno es producto de nuestra historia, de la naturaleza de las élites políticas en México y de la confusión entre alternancia y transición a la democracia, resume el catedrático de El Colegio de México. Enseguida explica:
“Es la naturaleza de la sociedad colonial. México fue el resultado de una colonización de explotación y no de una colonización de poblamiento, como fue el caso de Estados Unidos. Para explotar una colonia como la Nueva España, los poquitos debían ser capaces de tener el mando y todos los demás debían obedecer.
“Ni la Independencia ni la Revolución cambiaron eso. Lo que vivimos ahora son los ecos de la fundación original del país. ¿Por qué fue más conflictiva la elección de 2006 y no la de 2000? Porque en la elección de 2000 la élite del poder decidió que la alternancia no era ninguna amenaza para el statu quo (...) pero en 2006 se abre la posibilidad de que la elección sea más de contenidos que de formas. Se ofreció la identificación entre el candidato presidencial y las clases más bajas.”
Meyer advierte que ni el proyecto de López Obrador ni el de la coalición que lo postuló para la Presidencia de la República eran radicales ni planteaban una revolución, pero “la élite del poder no quiso. Y ya se vio desde la Independencia, cuando Hidalgo quiso introducir a los pobres en los procesos políticos, esto es algo peligroso. Y la Revolución Mexicana introdujo a las clases peligrosas. No hay que hacer eso. Pero se supone que estábamos en el siglo XXI, que habíamos cruzado el Rubicón democrático”.
Con estos antecedentes, el investigador señala que los comicios de 2010 fueron “como retornar a 2000, pero ya se perdió la virginidad, ya se sabe a lo que conduce una alternancia vacía, ya no entusiasma a nadie”.
Proceso
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