viernes, 1 de mayo de 2009

La gripe porcina: tanto va el cántaro a la fuente…

May
01
2009
La gripe porcina: tanto va el cántaro a la fuente…

Jorge Gómez Barata

Aunque la idea de que la pobreza hace la diferencia, parece ofrecer una respuesta a porqué el virus porcino mata en México y no en los Estados Unidos y Europa; no es tan sencillo, incluso puede inducir a un error metodológico. La pobreza no es causa sino consecuencia.
La pobreza que afecta a países, incluso continentes enteros, es de índole estructural, está indisolublemente ligada al subdesarrollo e invariablemente acompañada por la incultura, la insalubridad y la exclusión. En todo los casos perdura allí donde el poder político ha sido ejercido por oligarquías privilegiadas y dependientes del capital extranjero, indiferentes al destino y al sufrimiento de sus pueblos.
Sostenida por siglos, la pobreza humilla a quien la padece y vuelve indiferente al que la contempla; induce al fatalismo y promueve la resignación. Un Papa que tal vez no quiso evadir la condena a los ricos, aunque se sintió impotente frente a ellos, llamó a “dignificar la pobreza”, en lugar de instar a suprimirla.
A diferencia de los virus, la pobreza no es resultante de mutaciones naturales que caprichosamente o por ignotas razones se mezclan e inconscientemente causan daño. La pobreza es un producto de la maldad y de la estupidez humana, que ha creado las estructuras de dominación y sometimiento que la generan. El desigual desarrollo del mundo es un dato de la realidad que necesita de una explicación.
Aunque está probado que ningún pueblo es más inteligente, laborioso, fuerte o sano que otros, ninguna raza es mejor ni más sabia y ninguna cultura es superior a las demás; en la realidad unos pueblos son ricos y otros pobres sin que los primeros fueran bendecidos o elegidos por el Creador y los segundos castigados.
La explicación que más me complace es la de una precedencia histórica real y objetivamente verificada, según la cual unos pueblos, favorecidos por condiciones naturales y circunstancias fortuitas, avanzaron más rápidamente que otros, llegando primero a etapas del desarrollo de los conocimientos y las habilidades productivas que le proporcionaron mayores opciones y más velocidad en el crecimiento económico y la prosperidad general.
Los pueblos primitivos que habitaron en la región de Europa, el más pequeño y uno de los más densamente poblados de los continentes, dotado de estaciones definidas y de un clima templado, suelos fértiles, poco compactos y aptos para el laboreo incluso con arados de madera, con abundancia de bosques, carbón, agua, sin accidentes geográficos infranqueables y un mar interior con las bondades del Mediterráneo, avanzaron más rápidamente que los pobladores de otros continentes.
Aquellas circunstancias permitieron a los pueblos europeos una temprana acumulación de recursos, conocimientos y habilidades que propiciaron avances en su convivencia y, como parte de la ilustración en todas las ramas, crearon condiciones para el florecimiento del pensamiento político y la racionalidad económica, el desarrollo institucional y el despegue hacia la modernidad.
La diferencia estuvo en que cuando Europa creció, entró en contacto con otros pueblos y sus marinos navegaron más allá del horizonte, descubrió que su precedencia tecnológica y su mayor desarrollo económico la dotaban de un poder con el cual podían someter a otros pueblos. La conquista y la colonización de América, Asia y África aportaron recursos, capitales y mano de obra para la magna empresa civilizatoria que condujo a Europa a lo más alto del podio.
De ese modo la precedencia fue convertida en exclusividad y la cultura alcanzada sirvió de base para la creación de estructuras de dominación todavía vigentes. En las excepcionales condiciones de América del Norte, en una irrepetible coyuntura histórica, guiados por talentosos líderes, los europeos y sus descendientes en el Norte del Nuevo Mundo, crearon a los Estados Unidos y aplicaron aquellas enseñanzas, sin discriminar las buenas y las malas.
El resto de la historia es conocido. Las coronas y los negociantes europeos saquearon implacablemente a los pueblos de tres continentes y no sólo los empobrecieron al extraer sus recursos y diezmar su población, sino que introdujeron deformaciones estructurales que dieron lugar al actual subdesarrollo. Para ningún pueblo la opción es volver a comenzar y el nihilismo que niega todo mérito a la cultura metropolitana es impracticable, pero el cambio es imprescindible.
La pandemia que amenaza al mundo debiera ser la lección de humildad que necesitan los ricos, los poderosos y los pecadores, hoy también atemorizados por criaturas tan pequeñas que sólo pueden ser vistas con ayuda de microscopios con los cuales se descubre que al carecer de colmillos no muerden y al no tener conciencia tampoco conocen la maldad ni la vanidad.
Como antes fueron el paludismo, la malaria y el dengue, el ébola y la fiebre del Nilo; la gripe porcina o como se llame, se ensaña sobre México y perdona a sus ricos vecinos que nada dicen de cómo pudo originarse tan ecléctica y exótica mutación que incorpora a una cepa existente en los cerdos, elementos genéticos humanos y de otros animales, originando una especie de Frankenstein genético.
Hay razones para presumir que la actual epidemia será controlada y que México regresará a sus prioridades ahora temporalmente aplazadas. No obstante quienes manejan laboratorios tan ocultos como tenebrosos y realizan irresponsables manipulaciones, no debieran jugar con fuego. Tal vez un día creen criaturas invisibles frente a las cuales no haya respuesta. Tanto va el cántaro a la fuente…
Por Esto!

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