sábado, 14 de marzo de 2009

El crimen sí paga

El crimen sí paga

por Denise Maerker
Que Joaquín El Chapo Guzmán aparezca en la lista de los hombres más ricos del planeta envía un mensaje devastador para nuestra sociedad. Que además el cálculo de su fortuna sea producto de meras especulaciones francamente enoja. Si su inclusión en esa famosa lista fuera producto de una metodología clara y transparente cuyas conclusiones fueran inobjetables, ni hablar, tendríamos que hacernos cargo de lo que implica. Lo malo es que ahora tendremos igual que hacernos cargo del mensaje sin estar seguros del hecho. Y el mensaje es inequívoco: ser parte del crimen organizado es una forma de alcanzar el máximo éxito económico.

Hace apenas unas semanas el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, lamentaba el éxito de lo que denominó la subcultura del narcotráfico y citó una encuesta del Instituto de la Juventud de Culiacán, en la que, dijo, se muestra que la aspiración de muchos jóvenes de esa ciudad, quizá la mayoría, es tener joyas, ropa de marca, una camioneta nueva y armas. Medina Mora lamentaba que no prefirieran sobresalir por su conocimiento y esfuerzo a través de un empleo productivo.

Ojalá y así fuera, pero justamente ahí está el problema del que hay que hacerse cargo. Desde hace años (¿tres décadas?) nuestra sociedad no genera, ni de lejos, la cantidad de empleos productivos que pudieran absorber de forma digna a los jóvenes de nuestro país. Las alternativas reales de inclusión y ascenso social son muy pocas. Para muchos, cientos de miles quizá, las posibilidades se reducen a dos: migración y narco.

La migración es cada vez más difícil y condena —la más de las veces— al desarraigo, a la soledad y a la terrible fragilidad e inseguridad que implica vivir sin documentos. La migración es el sacrificio de unos por el bienestar de las generaciones por venir. Es una opción difícil, cada vez menos seductora. La otra es entrarle al narco. Y el narco fascina: la “troca”, el arma, el dinero, las chicas y el respeto. Sobre todo el respeto. Para esos jóvenes sin futuro ser parte de algo es ya una ganancia. Y si se trata de un grupo poderoso y violento que inspira temor y admiración qué mejor. Los costos son, por supuesto, altísimos. Una esperanza de vida muy corta, estar a merced de la paranoia de un mundo sin reglas, plagado de rumores y continuas traiciones. Pero está ahí, a la mano: una vida corta y llena de gloria, mujeres y narcocorridos. La lista de Forbes parece darles la razón, por eso el mensaje es devastador: el nuevo mexicano multimillonario no inventó nada, no es un genio de la computación o un joven emprendedor, es sencillamente un delincuente.
El Universal

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