lunes, 2 de febrero de 2009

Destrucción sabia y tradicional de la cultura común milenaria

Mucho se han enojado los hijos del new age cuando distintas voces han expresado preocupación por los destrozos y barbaridades que cometen estos fanáticos religiosos contra el patrimonio cultural común. Casos puntuales son Stonehenge, monumento al que ya no se deja acceder a los zombies religiosos (salvo en 21 de marzo, siempre con resultados lamentables), el complejo habitacional/ritual de Teotihuacán (del que tantas pendejadas han escrito "historiadores" de cartón piedra como Bruno Cardeñosa), especialmente la Pirámide del Sol, la pirámide maya de Chichén Itzá y, en menor medida, otros muchos monumentos de las culturas que nos precedieron.

Los participantes en los rituales que se realizan en estos sitios comparten ciertos síntomas de graves desarreglos de la cognición. Primero, aseguran, con base en que así lo inventaron los profesionales del esoterismo del último siglo, que tales lugares emiten, perciben, transforman o conservan una cierta "energía". El problema ha sido que la tal "energía" no está definida, su existencia no se puede demostrar y además se comporta, según sus fieles, de modos que desafían todas las leyes del comoportamiento de la energía que conocemos. Vaya, que la energía eléctrica se mide con multímetro, la calorífica con termómetro y la "energía mística" se mide según la dureza de la cara del que la promueve. Creen que, de algún modo, las piedras y otros objetos inanimados "saben" cuándo es solsticio de verano y se comportan ese día de modo distinto que el resto del año. Esto tampoco lo han podido comprobar nunca, ni les ha interesado hacerlo, para el caso.


En segundo lugar, quienes hacen desfiguros, generalmente ataviados con monísimos disfraces de carnaval, aseguran ser los "herederos" de tradiciones culturales antiquísimas, que se remontan a los druidas celtas en Europa y a las culturas indígenas primigenias en América Latina. El problema, claro, es que de las tradiciones celtas en general, y en particular del druidismo, tenemos poquísima información, y buena parte de ella es poco fiable pues procede de La guerra de las Galias de Julio César, que en su papel de conquistador de las Galias no puede considerarse muy objetivo y honesto a la hora de hacer la crónica de sus conquistados, pues tiene la obligación política y militar de mostrarlos más malvados, más fuertes, más extraños, más misteriosos y más horripilantes de lo que en realidad eran, tanto para justificar la masacre (la de las Galias fue horrenda) como para llevar a Julio César a donde quería: a gobernar Roma. Esta labor de propaganda ya la tenía dominada la antigua Roma, y la ejerció eficazmente antes de Julio César contra Cartago en las guerras púnicas.

Lo mismo vale para las crónicas de los conquistadores españoles en América Latina, que además de ser parte interesada y gente poco objetiva en ocasiones tardaron más de lo razonable en poner en papel sus memorias. Por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo, el principal cronista de la conquista del imperio mexica o azteca, publicó su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España en 1575, cuando los hechos principales que narra se dan entre 1519 y 1521, es decir ¡más de medio siglo después! Cualquier historiador se toma tales fuentes con ciertas reservas, sobre todo cuando los documentos originarios de los indios fueron meticulosamente buscados, hallados y quemados por los señores de la bondad cristiana, o sea que no hay forma de confirmar muchas afirmaciones.

Tercero, y esto es lo mejor, los militantes de las diversas sectas que se sienten druidas célticos, caballeros jaguar, caballeros águila o priores maestres preservadores del secreto que ya olvidaron, afirman tener derechos de herencia privilegiados sobre estos monumentos. Mientras más y más individuos y sociedades se empeñan en generar la conciencia de que los logros de todos, incas, islandeses, egipcios, sioux o mongoles, son patrimonio de los seis mil y tantos millones de humanos que existimos, otros afirman que no, que ellos son "más iguales" y tienen más derechos porque, por ejemplo, dicen que son "druidas" aunque nadie sepa cómo eran los druidas.

Lo que se ve arriba es la foto de una de las colosales cabezas olmecas que nos legó la cultura de Las Ventas en lo que hoy son los estados mexicanos de Veracruz y Tabasco. La cultura olmeca se desarrolló entre el 1200 y el 800 antes de nuestra era, y de ella tenemos menos informes que de muchas otras de la zona mesoamericana. No se sabe cómo comenzó y terminó, ni quiénes son los descendientes de los hombres y mujeres que hicieron, entre otras, cosas, las cabezas colosales que hicieron alucinar a gente como Von Däniken, que de arqueología e historia del México prehispánico no sabe ni que existen, vaya.

La cabeza olmeca que usted ve fue bañada con aceite, agua y otras sustancias misteriosas pero seguramente místicas, tradicionales y sabias, cuando no milenarias, por parte de un grupo de irresponsables pavos que afirmaron, sin más que estaban realizando un "ritual prehispánico". En total, los únicos dos detenidos, Pablo Meneses Jasso (abogado que actúa como ministro de una iglesia, y no me sorprende) y Roberto Conde Díaz causaron daños a un total de 27 piezas del legado de la humanidad en el Parque Museo La Venta, un museo al aire libre diseñado por el poeta mexicano Carlos Pellicer para que los visitantes conocieran las obras olmecas en el entorno en el que fueron creadas. Probablemente eso marque el fin del proyecto del museo parque y se busque otra forma de evitar que los fanáticos que se adjudican la propiedad de lo que es de todos acaben con ella como lo hacen en otros sitios de valor arqueológico.

Por supuesto, ni Meneses Jasso ni Conde Díaz saben nada de los olmecas, porque no lo sabe nadie, son un misterio histórico. Como nadie sabe cuál era el verdadero nombre o advocación o significado religiosos de las pirámides que nosotros llamamos "Del Sol" y "De la Luna" en Teotihuacan, porque la cultura teotihuacana declinó y desapareció, y la ciudad fue abandonada, siglos antes de que los aztecas realizaran la peregrinación que los llevó a fundar la ciudad de México. Todo lo que se dice de Teotihuacan es la mitología que los mexicas generaron a partir de la monumentalidad del complejo.

Eso sí, puede usted estar seguro de que los fanáticos que descerebradamente están destruyendo y poniendo en peligro la herencia cultural de todos, lo hacen porque están "rescatando tradiciones" (o inventándoselas, les da igual) y "cargándose de energía", sea lo que sea eso, "en comunión con la naturaleza" y a las patadas con la humanidad menos boba.

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