miércoles, 26 de noviembre de 2008

Que siempre si lo tiraron...

Rumores Samuel Schmidt
Me contaron que platicó una mujer que como pareja es muy amiga de Felipe Calderón, ella estuvo en una carne asada a donde asistió el presidente. En esta reunión de amigos, el presidente, sintiéndose totalmente libre, dijo entre otras cosas que el accidente de Mouriño no fue tal, que sí tiraron el avión –aunque no dijo quién-; que ya estaba pactado que el próximo presidente sea Peña Nieto, porque él sí le había dado su lugar al ejército.
Si el rumor es cierto, parecería que al contrario de lo que sucedía con el PRI cuando el ejército estaba subordinado a los civiles, ahora parece ser exactamente todo lo contrario. Los militares facilitaron que Calderón asumiera la presidencia y ahora le cobran el favor con creces, han fijado políticas que deberían estar orientadas para consolidar las instituciones democráticas para establecer una presencia del ejército en todo el país. Pero además ratifica el concepto que las elecciones sirven para maldita la cosa porque el resultado ha sido pactado de antemano y lo que es más grave, ya no entre los actores políticos sino que ahora llevan el aval del ejército.
El rumor le adjudica un poder inmenso a los militares, los que han impuesto una estrategia de lucha sin sentido, que no logra la derrota del enemigo, sino que está bañando al país en sangre; y además ya se escucha el clamor en todo el país por las frecuentes violaciones a los derechos humanos por parte de los militares. Trátese de una anciana violada y asesinada en Zongolica, o un periodista chihuahuense que tuvo que huir del país para no terminar sus días prematuramente en manos castrenses porque se habían molestado por sus denuncias. Claro está que al periodista le allanaron la casa con la correspondiente destrucción de puertas y enseres domésticos, sino que se tomaron la cortesía de amenazarlo de muerte. Hay quien llega a asegurar que algunas de la narcoejecuciones podrían tener su origen en los hombres de verde.
Todas estas versiones o acusaciones son de una gravedad inmensa y de acercarse a la verdad mostrarían que se ha llegado a un deterioro profundo en el manejo pacífico y armónico del país y que el presidente solamente sirve para dar discursos y asistir a inauguraciones, porque de gobernar no hay nada.
Si la parte del accidente aéreo en efecto es asumida como un atentado, demuestra que la gente está convencida de dos cosas: el gobierno carece de toda credibilidad y el acto de gobernar se envuelve en la mentira cotidiana y sistemática; hay quien es capaz de penetrar hasta el corazón mismo del poder para tocarle las fibras más íntimas y nadie se encuentra a salvo. En el caso extremo alguien me dijo: “¿y qué tal si el atentado viene de adentro del poder?” Peor tantito.
Normalmente estás versiones fantasiosas son poco fidedignas, aunque provengan de una fuente “creíble”, porque la relató un amigo de un conocido de un compadre que va a carnes asadas con el presidente y donde rodeado de amigos el presidente comete la imprudencia de revelar secretos de Estado.
El predominio del rumor normalmente refleja la escasa credibilidad del gobierno. Frente a los llamados del gobierno la sociedad prefiere inclinarse por otras voces, aunque sean desautorizadas, son las de aquellos que cumplen. En una ocasión, en Ciudad Juárez circuló un correo electrónico supuestamente de los narcos alertando a la gente para que no saliera a la calle y la gente se quedó en casa. Frente a esto el gobierno pidió que la gente no crea esas versiones, pero hasta ahora los narcos sí cumplen, mientras que el gobierno sigue derrapándose en declaraciones sin sentido y menos credibilidad. Hoy en el país la sociedad está expuesta e indefensa y el gobierno no sabe cómo disfrazar su confusión.
La sociedad se inclina por creer y aferrarse a versiones fantasiosas, en lugar de creer las versiones que el gobierno lanza, a veces, con una saturación de medios de comunicación que envidiaría cualquier empresa. El gobierno no ha terminado de entender que a la sociedad ya no le sorprende o impresionan las fotografías que supuestamente demuestran acción, porque en la práctica el gobierno está borrado, las instituciones políticas desacreditadas y la sociedad está asolada por una ola de violencia que no parece tener fin.

Parafraseando a un periodista, en México todo mundo sabe lo que pasa, pero nadie lo entiende, y el gobierno menos.

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