¿Usted, qué va a hacer al respecto?
Por Sandra Ormazábal, Autora de “El Silencio de mi Hijo”
La vacuna AH1N1 posee etilmercurio, escualeno y polisorbato 80.
Ya sabemos, lejos de lo que se declara en Chile, que el etilmercurio es un agresivo neurotóxico, que se caracteriza por tener una alta liposolubilidad, condición que le permite traspasar rápidamente la barrera hematoencefálica y placentaria. Por otra parte el escualeno es un derivado obtenido del cartílago de tiburón, prohibido para su utilización en vacunas por la US FDA desde el año 2000. Esta vacuna, por lo tanto, no puede emplearse en los Estados Unidos. Es paradójico y muy sospechoso que, mientras muchos países europeos han devuelto millones de dosis de esta vacuna a los laboratorios productores, precisamente sea esta vacuna la que la OPS (depende de la OMS) ha decidido de vender a países latinoamericanos.
A pesar de que pueden haber reacciones adversas inmediatas o a corto plazo esperables (esta vacuna nunca ha pasado por todas las fases de la experimentación, sino que simplemente se ha “aprobado” debido a la urgencia de la supuesta pandemia mundial de gripe porcina), los perjuicios más severos e importantes contra la salud podrían aparecer meses o años después (artritis, fibromialgia, alergias cerebrales). El timerosal y también el escualeno, han sido asociados a desórdenes neurológicos degenerativos, diversas enfermedades autoinmunes y disrupción del sistema endocrino. Lo más preocupante, por lo tanto, no son sus efectos inmediatos, sino aquellos que podrían aparecer a futuro y que, evidentemente, nadie asociará con la vacuna y no podrá solicitarse las reparaciones que deberían tener lugar.
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