martes, 22 de junio de 2010

La ley del silencio en Reynosa sólo la rompe... Twitter

Aterrorizados por las bandas narcotraficantes, en algunas partes de México son pocos los que se atreven a hablar públicamente del tema.

Por Karl Penhaul

REYNOSA, México (CNN) — María Jesús Mancha acababa de enterrar a su hijo cuando la conocí en el umbral de la puerta de su casa.

Su vivienda, en un barrio de clase media de la ciudad de Reynosa, está a unos 20 minutos en coche del cementerio. En la mitad de ese tiempo se puede cruzar la frontera a Texas.

Así de cerca de Estados Unidos están las líneas de la guerra contra el narcotráfico en México.

Mancha dice que el problema de Reynosa no es que la ciudad esté en medio del fuego cruzado, sino más bien que las fuerzas de seguridad han hecho un pacto con el diablo y ahora trabajan para los carteles.

Su hijo Miguel Ángel Vázquez, de 27 años, era ingeniero informático y trabajaba para una planta ensambladora de propiedad estadounidense. Estaba casado y tenía dos hijos pequeños.

"Responsabilizo a las autoridades, al mal gobierno que tenemos y a la policía, la policía disfrazada porque aquí tenemos policías disfrazados. Tenga en cuenta que estas personas se disfrazan de policías", dijo refiriéndose a los sicarios de los carteles.

El diario local, El Sol, informa, citando fuentes policiales, que su único hijo cayó en un fuego cruzado entre policías y narcos cuando volvía a casa en su coche en torno a la medianoche.

Pero Mancha contradice la versión oficial. Y otros ciudadanos comunes creen lo mismo, pero no se atreven a decirlo en público por miedo.

Acusan a la policía local de recibir órdenes del cártel del Golfo en su brutal lucha contra los Zetas.

En una ciudad como Reynosa, en la que los carteles imponen su ley a punta de pistola, Mancha sabe que hablar puede significar una sentencia de muerte.

Le pregunté varias veces si prefería que no citara su nombre, pero se mostró desafiante y me pidió que no editara sus palabras.

"Si quieren matarme por decir esto, aquí estoy. Me mataron cuando mataron a mi hijo. Ya estoy muerta", dijo Mancha.

Mientras hablaba con Mancha en su sala de estar, una camioneta con los vidrios oscuros, similar a las que usan los carteles, patrullaba lentamente la calle de arriba abajo.

No había forma de saber quién iba dentro, y ése es el gran problema en Reynosa; la gente sospecha que los carteles tienen ojos y oídos por todas partes.

Después de unos minutos de entrevista, una de las hijas de Mancha le sugirió cortarla. "Lo que está hecho, hecho está. Déjalo ya", susurró.

Otra de las pocas personas que condenó públicamente la corrupción de las autoridades es José Sacramento, un senador del Partido de Acción Nacional (PAN), aspirante al cargo de gobernador del estado en las elecciones de julio.

"Lo que vemos en todo el estado de Tamaulipas no es más que el resultado de la complicidad entre la policía estatal y municipal y el crimen organizado", declaró Sacramento.

En una conversación fuera de cámara, los jefes de la policía municipal rechazaron las acusaciones de que los agentes estén en las nóminas del cártel del Golfo.

Pero el gobierno del presidente Calderón ha reconocido que la policía y unidades militares, no sólo la policía estatal y municipal, están infiltradas por los carteles.

La lucha entre el cártel del Golfo y el que fue su grupo de sicarios, los Zetas, estalló en Reynosa a principios de año. La guerra está propagando a lo largo de la frontera entre Matamoros y Nuevo Laredo.

En juego no sólo están las rutas para el tráfico de cocaína y marihuana, sino también las del tráfico de personas, la extorsión y los secuestros.

Conforme el cártel del Golfo intenta controlar Reynosa, el destino de esta ciudad de medio millón de habitantes parece estar ahora en manos de un hombre de 37 años conocido por el alias de "Metro Tres".

Según la población local y la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), "Metro Tres", cuyo verdadero nombre es Samuel Flores Borrego, es un ex policía que se pasó al otro bando y ahora es el presunto jefe de operaciones del cártel del Golfo en la ciudad. Por su captura, Estados Unidos ofrece una recompensa de 5 millones de dólares

En la lucha por la supremacía, el cártel del Golfo se ha fortalecido merced a una alianza con sus antiguos rivales: los cárteles de Sinaloa y La Familia. Dada la cambiante naturaleza del problema del narcotráfico en México, es difícil predecir cuánto durará este pacto. Si se rompe, seguramente traerá una nueva espiral de homicidios.

Es difícil comparar los niveles de violencia o la amenaza de violencia en Reynosa con otras partes de México.

Los funcionarios del gobierno de la ciudad dicen no "tener ni idea" de cuánta gente ha muerto hasta la fecha.

A diferencia de otras ciudades mexicanas, las autoridades aquí creen que los cárteles del narcotráfico recogen y se deshacen de sus propios muertos.

La Cruz Roja local dice que la gran mayoría de las víctimas son miembros de los cárteles, no civiles inocentes.

A pesar de ello, como ciudadano, es difícil no volverse paranoico en Reynosa.

En los cinco días que pasamos en Reynosa, algunas camionetas y vehículos todoterreno de lujo siguieron nuestros movimientos. De vez en cuando, alguno de estos autos levantó la ventanilla y pudimos ver a cuatro hombres dentro y al conductor con Walkie-talkie.

Cuando caminábamos por las calles, nos seguían tres jóvenes con gorras de béisbol con lentejuelas, típicas de los jóvenes reclutas de los cárteles, conocidos aquí como "halcones".

Como periodistas extranjeros, nosotros teníamos la opción de marcharnos. No así los periodistas mexicanos.

Sólo este año, seis periodistas de Reynosa y sus alrededores han "desaparecido", supuestamente a manos del crimen organizado, según Jaime Aguirre, presidente del sindicato de periodistas de Reynosa.

No se sabe si están vivos o muertos, tampoco si desaparecieron por lo que estaban reporteando.

En su lucha por la supervivencia, la mayoría de los periodistas locales parecen haber optado por la autocensura, y se informa poco sobre estos temas en los periódicos locales o en la radio.

"No es por el miedo sino la falta de seguridad lo que nos obliga a callarnos ciertas cosas", explicaba Aguirre. "Nuestro estado (Tamaulipas) es el número uno en periodistas desaparecidos. Simplemente no tenemos garantías para poder informar sobre lo que pasa diariamente".

El vacío de información que dejan los medios tradicionales lo llenan ciudadanos comprometidos que utilizan herramientas como Twitter.

Advierten de bloqueos de carreteras por los narcos o de tiroteos. Entre ellos se preguntan sobre la situación en los distintos barrios de Reynosa y en otras localidades fronterizas.

Los "tweets" llegaron de manera constante en febrero, cuando el cártel del Golfo y los Zetas se enfrentaron durante todo un día y toda una noche en el centro de Reynosa.

Los enfrentamientos fueron tan públicos que exhibieron las iniciales de cada bando en los laterales de sus vehículos: CDG, los del cártel del Golfo, y "Z", obviamente, por los Zetas.

El funcionario local, Juan Triana, también entró a las redes sociales. Siguiendo las enseñanzas de sus dos hijas adolescentes sobre cómo usar Twitter, abrió su propia cuenta(@dirdegobreynosa).

Junto a otro colega trabajan 16 horas al día monitoreando Twitter. Si los "tweets" son falsos, Triana trata de frenar la psicosis virtual. Si son ciertos, simplemente advierte a los lectores que permanezcan alejados de lo que llama "situaciones de peligro".

"Está claro que los medios locales no pueden informar sobre esto. La inmediatez de la información (en Twitter) es muy útil para la comunidad", dijo en una conversación cara a cara.

Ningún otro de los usuarios que participan con el hashtag #reynosafollow quisieron reunirse conmigo en persona en Reynosa, argumentando que no se sentían seguros hablando en el mundo real.

En el mundo virtual, se sienten protegidos por sus "alias". En las calles de Reynosa, reina la ley del silencio impuesta por los cárteles.

Todas estas amenazas físicas y psicológicas parecen haber minado la salud mental de la gente, según Dinorah Guerra, una psicoterapeuta que además dirige la Cruz Roja en Reynosa.

"Hay un gran riesgo para la autoestima de la gente. No pueden hablar sobre lo que han visto u oído", explicó. "Así se pierde uno, se pierde la identidad".

www.mexico.cnn.com


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