La estrategia más eficaz para frenar realmente la erosión genética de los recursos vegetales es la que fortalezca, promueva y respete los mecanismos de producción, intercambio y mejora de las semillas locales o tradicionales; la que asigne un valor significativo a los bancos comunitarios de genes; la que apoye las prácticas agrícolas campesinas e indígenas y fomente su mejoramiento; la que respete no sólo el conocimiento tradicional asociado a los cultivos, sino la que extienda un puente sólido para reencontrarnos con todo el fecundo saber agrícola, que atesoran las comunidades campesinas e indígenas. En fin, se trata de renunciar a los modelos que insisten en afianzar el monocultivo y la industrialización de la agricultura, verdaderos responsables de la erosión genética, para establecer como norte y guía irrenunciable, que nuestra diversidad vegetal es una herencia colectiva de toda la humanidad, y así debe seguir siendo.
martes, 2 de marzo de 2010
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