lunes, 18 de enero de 2010

Hombres abandonados

por Lydia Cacho

Ahora millones de familias aíslan o maltratan a los ancianos

Una pareja se detiene en la carretera del sureste, escucha ruidos y al acercarse a la selva baja ve lo que parece una persona herida. Llaman a la Cruz Roja y se rescata a un hombre de 70 años sucio, enfermo y plagado de garrapatas. La senilidad le impide recordar desde cuándo fue abandonado por su hijo. Había sido llevado a la selva para que muriera en ella, a falta de recursos o ganas de tolerarlo. Terminó en un hospicio manejado por monjas.

Hasta la década de los 70 México mantenía la cultura de las familias amplias integradas en que abuelas y abuelos participaban, eran cuidados y respetados por hijas e hijos. Sin embargo los patrones culturales han cambiado y ahora millones de familias abandonan o maltratan a las y los ancianos. En nuestro país existen 7 millones de personas con más de 60 años de edad (7% de la población total). Cierto que disminuyó la tasa de natalidad y aumentó la esperanza de vida, que actualmente es de 72 años, pero hay diversos factores de los que nadie habla respecto a las personas adultas mayores.

Tres de cada cuatro ancianos abandonados en las calles u hospitales son varones. Quizá porque las ancianas, que aún cocinan y cuidan nietos, son más útiles que los viejos para la familia. En algunos casos la soledad en la vejez es el precio a pagar por los hombres que decidieron “ir por cigarros” y no volver.

Sólo tres de cada 10 adultos mayores que trabajan tienen un salario. No hay una preparación para la vejez; encima la depresión después de la jubilación es una enfermedad de proporciones epidémicas. El desprecio a las personas adultas mayores no se da en la pobreza únicamente; los países con más altos índices de malos tratos perpetrados por familiares y cuidadoras son Australia, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y España. Las familias más conservadoras, ricas y religiosas abandonan a sus ancianos en asilos. No es un asunto de conservadurismo o familia tradicional, sino un cambio amplio de patrones socioculturales.

Aquí se revelan las consecuencias del abandono y la violencia familiar. Además, en la medida en que la cultura centra su adoración por la juventud y el individualismo superfluo, se olvida del potencial educativo y participativo de las y los ancianos.
Zocalo-Saltillo

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