jueves, 8 de octubre de 2009

Un amperímetro para engañar bobos

Un amperímetro para engañar bobos
2009-10-08

Escrutinio

Por Juan José Morales

Un amigo lector me ha hecho llegar, a propósito de mis recientes comentarios sobre la forma en que los charlatanes manejan el concepto de energía, unas sencillas instrucciones que encontró en la Internet, en un blog denominado Gluón con leche, para fabricar un “medidor de energía vital”, o MEV para abreviar.

Consiste simplemente en un amperímetro, un par de pilas de 1.5 voltios y dos cables. No vamos a entrar en detalles. Lo que nos interesa es que cuando el aparato se conecta de cierta manera al cuerpo, registra un flujo de energía. Pero no se trata de ninguna energía vital ni cosa que se parezca, sino simplemente de la corriente eléctrica que circula, por la piel, entre los polos de las pilas. Pero, dice el autor del blog, el efecto es lo bastante impresionante para que, si quiere usted engañar bobos, diga que la aguja del amperímetro indica su nivel de bioenergía, de flujo vital, de oscilaciones biológicas, de bioimpulsos o cualquier otra gansada por el estilo. Desde luego, no diga que es un amperímetro, sino un biómetro, un detector biocuántico o alguna otra palabreja rimbombante. Y para mayor efecto, adórnelo con botones, pantallitas, luces centelleantes y otros adminículos semejantes. Ya puede entonces usted lanzarse a anunciarlo y venderlo —carísimo, naturalmente— como un moderno y avanzado equipo electrónico que no solamente permite diagnosticar enfermedades, sino aliviarlas y aún curarlas, mediante la medición, control y ajuste de las oscilaciones electromagnéticas del organismo.
Pues bien, todo esto lo hacen efectivamente timadores que venden aparatos similares, muy impresionantes, de los cuales aseguran que pueden detectar estados patológicos y, mediante lo que llaman procesos de biorresonancia, curar una diversidad de padecimientos, desde el reumatismo hasta la infertilidad, pasando por alergias, intolerancia a la lactosa, dolores persistentes, infecciones con hongos y docenas de otros males. No sólo eso. También los tales dispositivos pueden “eliminar los campos de interferencia” (?), revitalizar al paciente, y rejuvenecerlo hasta dejarlo convertido punto menos que en un apuesto doncel. Y, por supuesto, las oscilaciones del dispositivo eliminan como por arte de magia cualquier “toxina” que haya en el organismo.
Pero si está usted sano y fuerte como un toro y su único problema es que no puede dejar de fumar, también debe comprarse su biorresonador, Biomag, Biocom o como se llame, pues le permitirá dejar el feo y dañino vicio del tabaco en unas cuantas semanas.
Todas estas afirmaciones están convenientemente salpimentadas con abundantes términos médicos y científicos como ondas de Schumann, diagnóstico de pulso, campo bioenergético, prueba RAC, etc., y citas sobre física o biología —naturalmente aisladas, fuera de contexto y sin ninguna relación con el dichoso aparato— tomadas de libros y discursos de científicos famosos.
Es más: hay incluso dispositivos de éstos para veterinarios que deseen impresionar —y cobrar más— a los dueños de perros, gatos, iguanas y demás mascotas.
Desde luego, estas supuestas técnicas curativas se anuncian como absolutamente seguras. “La biorresonancia —se dice en un panfleto— no es ningún tipo de radiación, no es electroterapia, no es agresiva ni invasiva, y no se conoce ningún caso de daños producidos con esta terapia.” Esto es rigurosamente cierto, por la sencilla razón de que no tiene ningún efecto sobre el organismo. Es una mera simulación que no actúa sobre células, órganos, tejidos o sistemas orgánicos. Y si no hace nada, obviamente no puede causar daño alguno... excepto a las finanzas de los crédulos que se sometan a ella.
Por Esto!

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