miércoles, 10 de junio de 2009

El Ejército en Acapulco

Jun
10
2009
El Ejército en Acapulco

Isabel Arvide
Sin Gafete

Batalla campal
A ver ahora a quién le echan la culpa.
Porque, obviamente, el tema se les revierte tanto al gobernador perredista como al presidente municipal priísta. Y la campaña electoral, aunque parezca inexistente, está tan afectada como el turismo, la imagen internacional, la economía local.
Lo que sucedió en Acapulco es, sí definitivo, parte de una guerra que vivimos sin comprensión de grandes sectores sociales, sin información suficiente, sin vinculación hacia sus víctimas como meros espectadores.
En las largas horas de balazos en plena zona turística del puerto más conocido en el mundo, de cara a los muertos, contando las armas y los cartuchos que fueron asegurados, no nos queda sino comprobar que la realidad nos rebasa, como Estado, por mucho.
Sin siglas partidistas de por medio.
Porque quien puso los muertos fue el Ejército. Quien no recibe los homenajes, el reconocimiento social que merece fue el Ejército. Quien se jugó, literalmente, el pellejo fue el Ejército.
Quienes, en cambio, habían venido cerrando los ojos con apego a su conveniencia fueron las autoridades. Locales y federales, municipales, estatales y federales.
Si se dan hechos, tan lamentables, como los de la batalla campal la noche del domingo en Acapulco es por la complicidad, por la negligencia de las autoridades responsables de combatir el crimen organizado. En todas sus modalidades, en todos sus mandos, en todas sus estructuras.
Y en esto no hay inocencia posible en la persona tanto del gobernador Zeferino Torreblanca como del presidente municipal recién llegado con la protección de sus pares priístas.
Los criminales fueron a “vengarse” disparando en las comandancias de las policías porque quisieron significar que los policías, que en los hechos no son sino parte de su organización, no habían hecho bien su trabajo. No estaban en su papel de protectores, no les avisaron, no les ayudaron lo suficiente.
En cambio, insisto en ello, quienes fueron a jugarse la vida fueron los militares que resultaron muertos, heridos, por las balas que millones de mexicanos se niegan a ver, a comprender cabalmente.
Esto es, ahí está la realidad frente a nuestros ojos despavoridos, el principio de lo que nos espera si no hacemos algo. Si no exigimos que las autoridades locales cumplan con su obligación. Muertos y más, muchos más muertos…
www.isabelarvide.com
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