jueves, 6 de noviembre de 2008

Discurso

Juan María Alponte
México y el mundo
06 de noviembre de 2008


Barack Obama y “yo he tenido un sueño”




Para Virgilio Caballero

Mi voto estaba decidido ante ustedes. Pero la victoria de Barack Obama, además de la vinculación que hice hace unos días con Lincoln, ha despertado en mí, de nuevo, la lectura, estremecedora, del discurso de Martin Luther King en la escalinata del Lincoln Memorial, en Washington, DC, aquel 28 de agosto de 1963.

Comenzó por el principio: “Hace un siglo, un estadounidense excepcional, bajo cuya simbólica sombra nos encontramos hoy, firmó la Declaración de la Emancipación”, esto es, la declaración que terminaba con la esclavitud. Dos años después, Lincoln fue asesinado.

Aquel día de agosto, ante el Lincoln Memorial —siempre que voy a Washington donde pasé la primera fase de mi exilio transito por allí—, Luther King transformó la palabra en redención, profecía y dolor acumulado en el tiempo: “Tengo el sueño de que un día esta nación se levantará y hará revivir el verdadero significado de su credo: ‘que todos los hombres fueron creados iguales’. Tengo el sueño de que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos propietarios de esclavos podrán sentarse juntos alrededor de una mesa de hermandad”.

“Tengo el sueño de que un día, incluso el estado de Mississippi, un estado desértico, que se abrasa bajo la injusticia y la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia. Tengo el sueño de que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su espíritu. Tengo el sueño de que un día, el estado de Alabama, cuyo gobernador escupe hoy palabras de interposición e invalidación, se convertirá en un lugar en que los niños negros y los niños blancos podrán tomar la mano de los niños negros y los niños blancos y caminar juntos como hermanos y hermanas. Yo tengo un sueño. Con esta fe seremos capaces de tallar, en la gran cantera de la desesperación, una piedra de esperanza…”. El discurso íntegro está en mi libro Los liberadores de la conciencia.

Confieso, sin exceso alguno, que he llorado al volver a recitar para ustedes y para mí, ese texto prodigioso. También lloró Madero cuando asistió a los funerales de Justo Sierra. El jueves 4 de abril de 1968, Luther King fue asesinado en Memphis. La patria nacional y universal que él soñaba ha sobrevolado el mundo con la “obamamanía”. Ha sido una especie de ascesis hacia la libertad. Obamamanía que se ha pagado con el lodo de las viejas tinieblas: que si era negro, islámico, cristiano oscuro y hombre dispuesto a hablar con los enemigos. El hecho de que haya sido elegido por mayoría, inclusive en el Electoral College de los 538 grandes electores que deciden por voto indirecto, el presidente y vicepresidente es un enorme dato de esperanza. El voto por Obama —“Yo he tenido un sueño”— es el voto directo, traducible a la pasión por la historia y la libertad, contra Bush y contra su política nacional y mundial.

En estas horas cabe recordar a la hija de Luther King y Coretta Scott, la preciosa niña Yoki, sobrecogida, el día que asesinaron a Kennedy. Se acercó a su madre, sollozante, para decirle: “Mamá, ahora no conseguiremos nunca la libertad”. La sangre, generosa y multiplicadora de la vida, repitió la tragedia. En efecto, Bob Kennedy, vencedor de las elecciones de California, se enteró casi a las mismas horas, que habían asesinado a Luther King. Bajó a las calles, se metió solo en el barrio negro y allí, en multitud, lloraron juntos. No tardó, él mismo, en ser asesinado. ¿Qué dijo Yoki King Scott? Eso no lo sé. Sé que las guerras planificadas por Bush y que todos los horrores que hemos vivido no serán fáciles de superar en la ruina económica, pero el discurso de McCain reconociendo la victoria de Obama y alzando la bandera por el presidente 44 es la esperanza de que la roca más dura puede ser un hombre libre. Publicado en El Universal


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